Olas de palabras

El arte del spoiler: “Crónica de una muerte anunciada”

Hay obras que impactan ya desde su primera frase. La famosa “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera” de “Anna Karenina”; “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”, de “Historia de dos ciudades”; o “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme” de nuestro “Quijote”. Hoy quiero hablar de una que a mí me impactó especialmente: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.” Así empieza García Márquez su “Crónica de una muerte anunciada”.

A nosotros, que vivimos en la era de evitar el “spoiler” a toda costa, donde nadie quiere que le estropeen un final apoteósico o un inesperado giro de guion, la estrategia de Márquez nos resulta incomprensible. No le basta con destriparnos el final en el propio título, sino que además lo tiene que ratificar en la primera línea. ¿Qué sentido tiene, entonces, seguir leyendo la historia si ya conocemos el final? No sé explicar ni cómo ni por qué, pero conocer de antemano el fatal desenlace hace que este libro sea absolutamente adictivo.

Quizá sea por el análisis minuto a minuto de los pasos de Santiago Nasar en ese fatídico “día en que lo iban a matar”. Quizá sea porque sus asesinos, los hermanos Vicario, deseosos de que alguien los detenga, se pasean de madrugada por el pueblo avisando a todo el mundo de sus intenciones. O quizá sea, simplemente, por la magia de su realismo. Sea como fuere, la forma en que está narrada esta novela nos genera unas ganas irrefrenables de atravesar sus páginas, transportarnos a ese pueblo caribeño sin nombre y zarandear a cada uno de sus habitantes al grito de: ¡Que van a matar a Santiago Nasar! ¡Haz algo! La frustración es constante. Todos lo saben, incluida la madre del protagonista y, aún así, nadie es capaz de avisar a Santiago Nasar de que Pedro y Pablo Vicario “lo andan buscando para matarlo” por haber deshonrado a su hermana Ángela.

Santiago Nasar muere a las 7.05 de la mañana apuñalado en la puerta de su casa y nosotros, como lectores, al igual que el resto del pueblo, no hemos podido hacer nada para evitarlo. Sabíamos desde el principio que esto iba a pasar y, sin embargo, la novela nos ha atrapado, nos ha envuelto y nos ha sumergido tanto en la trama que, cuando llegamos al final, la muerte nos toma por sorpresa, igual que al propio Santiago Nasar.

Al final, “Crónica de una muerte anunciada” no es solo una historia sobre un destino inevitable, sino un ejercicio magistral de cómo la narración puede capturar al lector incluso cuando el desenlace es conocido. García Márquez juega con nuestra ansiedad, nos mantiene atrapados en los detalles y los errores que llevan a la muerte de Santiago Nasar, haciéndonos partícipes de una fatalidad que parece inmutable. La sensación de impotencia es tan devastadora como la muerte misma y, cuando llegamos al último párrafo, nos damos cuenta de que la genialidad de esta novela radica en habernos hecho sentir, a pesar de todo, que tal vez, solo tal vez, podríamos haber salvado a Santiago Nasar.