Rostros y Letras

Entrevista a Jeannette L. Clariond

CLARIOND JEANNETTE L.

Es poeta, traductora y editora. Ha publicado: Mujer dando la espalda; Desierta memoria (Premio Efraín Huerta); Todo antes de la noche (Premio de poesía Gonzalo Rojas); Los momentos del agua con la obra plástica del artista Víctor Ramírez; Siete visiones en coedición con el poeta Gonzalo Rojas; Ante un cuerpo desnudo (Premio San Juan de la Cruz de Fontiveros, España); Sobre la fronda y la medida (Premio Juan Ramón Jiménez Coral Gables); Las lágrimas de las cosas (Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa); Las diosas del agua en edición bilingüe español-inglés; y, en prosa, Cuaderno de Chihuahua. Es traductora de la poesía completa de Elizabeth Bishop, por primera vez al español, y de Primo Levi; así como de gran parte de la obra de Anne Carson. Con Harold Bloom editó La Escuela de Wallace Stevens, un perfil de la poesía estadounidense contemporánea, durante los seis años en los que asistió a sus seminarios en la Universidad de Yale. Ha dedicado veinticinco años a la traducción de la obra de Alda Merini, por lo que fue distinguida en el museo que lleva el nombre de la poeta en Milán. Es Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres por el Ministerio de Cultura de Francia, y Medalla BIBLOS por la Embajada del Líbano en México. Es Miembro de Número de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y pertenece al Sistema Nacional de Creadores de México.

¿Cómo describirías tu espíritu creador?  

El espíritu es la única parte del ser que siempre crea. Me gusta la idea de Max Scheler sobre la realidad espiritual, esto es, la esencia de lo humano. Para él no es la memoria asociativa lo que nos une, sino el espíritu. La razón sería uno de sus momentos. Razonar requiere de la mente que piensa, ésa que comunica. Quizá por ello Wallace Stevens escribió: “Poetic figures are always spiritual figures” (Las figuras poéticas son siempre figuras espirituales). No podría estar más de acuerdo con él. 

¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?

No estoy segura de que la poesía se limite a comunicar, creo más bien que plasma una emoción de la mente pensando; por ello, no está hecha sólo de mensajes, sino de momentos emotivos en tenaz movimiento. La mente nombra ese momento luego de haberlo pensado, razonado, elaborado en una imagen. Cada espíritu creador condensa sus emociones y sublima lo que lleva dentro. 

¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?

Aristóteles consideraba la emoción como una afectación del alma. En su Ética a Nicómaco la relaciona con la pasión. No estaría de acuerdo en trabajar sólo con las emociones que produzcan belleza; está comprobado que las células de nuestro cuerpo las transmiten a través de generaciones. Las emociones son la materia prima de la creación, resultan determinantes en el conocimiento de lo que somos, fin último de la literatura. Mi tarea no es buscar armonía entre mis emociones, sino decir cuanto fluye por mi sangre y por mi piel: así nace mi palabra. 

¿Cómo percibes el mundo a través de tus ojos críticos?

El mundo descorrería el camino si considerara las emociones como un proceso inferior a la actividad intelectual. Hacerlo equivaldría a exiliarlas de nuestra vida diaria, a ceder el lugar de la emoción humana a la IA, que necesariamente se ha alimentado del engaño. Pareciera como si las emociones tuviesen que ser regidas por la voluntad, tal como señaló San Agustín. Y no es así. La poesía exige rabia, indignación, rebeldía, negación, apatía, aun bajo el riesgo de enturbiar nuestra mirada. Los grandes poemas son la expresión de un dolor, una rabia, un sufrimiento que rebasa todo límite humano. Su función no es otra que buscar una respuesta a nuestra manera de estar en el mundo. Por ello, gran parte de los poetas unen su espíritu, su soplo a la voz que habla por toda la humanidad en un momento histórico determinado, como hiciera Anna Ajmátova en “Réquiem”:

–¿Puede hablar por nosotros? –pregunta la anciana a la poeta mientras sus labios morados se desfiguran en el lívido rostro.

–Puedo –responde la poeta. 

Y así nos entrega uno de los textos más altos de la poesía del S. XX. 

¿Qué aspectos de la sociedad te provocan una respuesta creativa?

Muy pocos. Veo distracción, narcisismo, una falsa credibilidad en lo que somos como poetas. Hay que regresar a las verdades primeras alejadas de dogmas y noticias falsas que inundan la realidad virtual. De allí nace el autoengaño, allí es donde se traiciona el poema. Trato de  retener en mi memoria lo que señaló Keats: «El único medio de fortalecer nuestro intelecto es no decidirse por nada, dejar que la mente sea un camino abierto a todos los pensamientos». Nadie posee la verdad, aunque a ciertos individuos se les trate como dueños de ella. ¿Por qué no mejor fortalecer el espíritu con una intuición sospechosa, sigilosa, reposada, concentrada en leer aquello que en verdad mueve, piensa, hace alma?