Crónicas de nuestro tiempo

Bélgica, el país más retrógrado de la Unión Europea después de Hitler

Bruselas, es la sede de la UE donde se debate y dirime todas esas cuestiones que finalmente nos afectan de forma trágica, como pueda ser entre otras, la inmigración ilegal que tanto les gusta defender sea como sea.

Bélgica, es un país que ha ido perdiendo su propia identidad y valores  -si es que alguna vez los tuvo-  invadida por esa migración que ha convertido Bruselas en una ciudad al borde del caos, la ocupación y la degeneración social, donde las calles se tiñen de africanos, guetos, robos y miedo, con una de las tasas de inseguridad más alta de la UE, junto con España, Inglaterra y Gales.

En el año 1955, durante la ocupación del Congo por Bélgica, un padre blanco llevó a un niño africano, enjaulado a sus hijas, para entretenerla como si la criatura fuese una mascota salvaje.

Una de las muchas imágenes que han servido para dejar huella en el archivo fotográfico que reconstruye la crónica más inhumana del pueblo belga

 

Bélgica mató entre 10 y 15 millones de personas congoleñas solo en los cincuenta años de su colonización. 

El hombre ha demostrado ser su peor enemigo, confirmando con estos hechos y otros que ya mostraré, que no es que sea un animal racional, sino, un animal inteligente sin racionalidad.

La mujer, hablando científicamente desde un aspecto humano, es diferente. La mujer si podría ser un animal racional inteligente, humana y sensible. La condición natural de mujer, no se corresponde con asesinar, asaltar, violar o aterrorizar, que es lo que ha marcado la trayectoria del hombre a través de la evolución.

Durante el asedio belga de aquellos años 50, a miles de niños les cortaron sus manitas pequeñas en los campos de caucho como castigo, para que cualquier padre congoleño obligará a sus hijos a recolectar la cantidad requerida de caucho o metales. Por ello, el Congo fue llamado "el país de las manos cercenadas".

Todos estos actos criminales quedaron impunes sin que nadie lo recuerde, ni lo conmemore en el mundo porque las víctimas eran negras y eso jamás interesó. Evidentemente, si hubiese sido España quien invadió, explotó, martirizó y asesinó.., una parte del mundo estaría recordándonos la tragedia permanentemente, empezando por la patulea corrupta que nos gobierna.

Remueve el alma pensar que el hombre blanco cristianizado, de misa, confesión y comunión dominical en aquel entonces, haya podido ser tan malvado con la anuencia y la mano de los políticos belgas.

 

Hace 65 años se cerraba el último zoológico humano en el Parque Heysel de Bruselas, experimento etnográfico y secuela de la sanguinaria colonización del Congo Belga.

Se inauguró en 1958 en la promocionada Exposición Internacional, la primera y más importante realizada después de la II Guerra Mundial. Como símbolo de aquello, perdura hasta hoy en esas 200 hectáreas el Atomium, una obra emblemática y símbolo de la capital, donde se muestran las fotografías antiguas y alguna coloreada de aquella muestra racista que se levantó en un espacio llamado Kongorama.

La más gráfica de esa colección es la imagen de la niña negra cercada por un corral de cañas de bambú, mientras es observada por hombres y mujeres europeos, como si fuera un animal exótico ¡Cosas de los belgas..!

En julio de 1957, el Correo de la Unesco, el medio más célebre de Naciones Unidas, publicó el anuncio de aquella feria que se prolongó entre el 17 de abril y el 19 de octubre del 58. Decía que en la sección de la exposición dedicada a los territorios de Bélgica en África (el Congo, Ruanda y Burundi) el tema sería "Cincuenta años de labor civilizadora en las esferas social, económica y religiosa". 

Para ello se proyectaba "un jardín tropical en el que crecerán plantas equinocciales africanas en un suelo artificialmente caldeado". Era el ámbito propicio para que mentes supremacistas al servicio del rey Balduino -monarca de entonces- dispusieran del zoológico humano como un lugar de entretenimiento para los 41 millones de personas que visitaron la muestra.

Había sido otro rey, Leopoldo II, el más sanguinario de todos los reyes (en el trono de 1865 a 1909) el iniciador del genocidio en el Congo. En el verano de 1897, llevó unos 267 congoleños a Bruselas, para exhibirlos como si fueran primates en su palacio colonial de Tervuren. Muchos murieron de frío en el invierno, pero su sádica majestad se salió con la suya: inauguró una exposición que serviría de antecedente a la que se abrió hace más de seis décadas con zoológico incluido.

Crónicas de aquella etapa de darwinismo social, señalan que los congoleños trasplantados al Parque Heysel, sufrieron la crueldad de ser tomados como mascotas. De aquel repugnante público podía esperarse lo peor; "si no reaccionaban como animales, les tiraban cacahuetes y plátanos por las uniones de las cañas de bambú" según consta en documentos históricos de la maldita época.

En ese espacio verde se encuentra todavía hoy el estadio en que ocurrió la tragedia de 1985 con 39 muertos durante una final entre Juventus y Liverpool por la Copa de Europa.

Les habían levantado unas chozas precarias donde trabajaban sus artesanías para saciar la curiosidad del turista europeo. Recibían burlas. Les tiraban piedras y comida. Las crónicas de finales de la década, hablan de blancos que veían a los negros en los jardines zoológicos, como si fueran bestias medio domesticadas. 

En la Exposición llegó a haber 183 familias forzadas a abandonar África. Eran parte de la escenografía montada en Kongorama. La muestra se había pensado inicialmente para 1947 pero después se cambió a 1955 y terminó inaugurándose tres años más tarde.

El último zoológico humano no sería una novedad segregacionista de un puñado de belgas trasnochados, bendecidos por un soberano despótico. Fue un fenómeno de la época que había tenido réplicas en grandes capitales como Londres y París. El asesinato del afroamericano George Floyd el 25 de mayo de 2020 a manos policiales en Estados Unidos, reavivó el rechazo al racismo, y desempolvó historias olvidadas como la de Ota Benga, un joven congoleño exhibido en la jaula de los monos en un zoo del Bronx en 1906. Diez años después se suicidó con un arma de fuego que no se sabe cómo consiguió para llevar a cabo el final de los recuerdos.

Una petición de disculpas de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre llegó un siglo más tarde. El descargo del actual rey de Bélgica, Felipe, también. "En ocasión de mi primer viaje al Congo, deseo reafirmar mi más profundo pesar por estas heridas del pasado", declaró en junio de 2022. Pero no pidió perdón por los crímenes de la monarquía.

Nada que ver con la llegada de nuestros conquistadores a las Américas, donde lo primero que se hacía era librar a esos pueblos del yugo de los sacrificios humanos con un final antropófago, para dotarles de enseñanzas sociales; sin el desprecio salvaje a los indios que los belgas mostraron sobre los niños negros africanos.