Del sur xeneixe

César Vallejo y los Heraldos Negros

Este poema, que da título a la obra aparecida en el año 1919 bajo el mismo rótulo y fuera escrita entre los años 1915 y 1918 en Trujillo y Lima, rezuma desde sus primeros versos una especie muy personal de “dolor metafísico”, aun cuando la temática en apariencia, esté ligada a las experiencias propias de quien apenas transita sus jóvenes 25 años.

En ella encontramos referencias muy concretas a la vida del hogar, el terruño, el despertar del amor y aun reverberaciones religiosas ligadas a su propia educación juvenil, enmarcadas en el estilo dominante del modernismo que lentamente cedía su lugar a nuevos modos de expresión literaria.

El nombre que le asigna a este primer poemario alude a vivencias pesimistas y a una atmósfera sombría, que cobran la forma de extraños mensajeros que han dejado sus marcas en el espíritu del joven poeta.

Por ese entonces, la influencia más notable que había recibido fue la del poeta nicaragüense Rubén Darío, en particular, a través de “Cantos de vida y esperanza”, sobre todo en algunas imágenes que parecen literalmente inspiradas por el “Divino”, aunque en esta inicial incursión en la mayor de todas las artes, se alcance a apreciar ya, la presencia de una voz de resonancias propias, que a pesar de su indudable adhesión modernista, revela rasgos personales de manifiesta originalidad.

Los Heraldos Negros trasmiten en varios de sus poemas, imágenes de una profundidad doliente, hasta ese momento desconocida en la moderna poesía andina.

Describe mediante dramáticos giros que se volverán familiares en su escritura personalísima, las persistentes secuelas dramáticas que desatan las desgracias que la vida inexorablemente impone al humano, en primer lugar la de sus seres queridos, a las que se suman las del amor y en un grado más general, los sinsabores de la vida cotidiana, que en su conjunto se convertirán en estigmas irreparables y lo llevarán a decir que en ella “hay golpes como del odio de Dios” y aludiendo a los estragos que provocan en el alma, agrega “abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y el lomo más fuerte”.

Para medir el efecto que tan devastadores golpes provocan en el humano, Vallejo recurre a una imagen muy afortunada, diciendo que “es como si ante ellos, a resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma”, lo que nos estaría revelando que nuestra existencia no es más que una saga amarga en la que sedimenta en sufrimientos una cadena de inevitables desastres.

Y finalmente el hombre, desolado, extrañado por tan fuertes temblores, vuelve su mirada atónita, en la que “como un charco de culpa” se condensa y espera, resabio de su raíz cristiana, con la que luchara, no siempre con fortuna, en todo el poemario.

Pero estas reflexiones en torno a las razones de un título de semejante negrura en un libro iniciático de un joven de 25 años, después de una relectura de todos los hechos vividos por el  poeta, en mi nueva visión, parece encontrar su sustento y razón de ser, en un hecho ocurrido precisamente en el año en que culmina de escribir sus textos, y al que no encontré crítico o lector que le asignara un lugar…

Y ese hecho trascendental es nada menos que la muerte de su madre… acaecida en el mes de agosto de 1918.

Es cierto que podría tratarse de una coincidencia fortuita, pues las fuentes conocidas de información indican que la obra comenzó a imprimirse poco antes de esa fecha en la Imprenta de la Penitenciaría de Lima y la razón que apareciera en librerías en el mes de julio del año 1919 se atribuye a la espera del poeta de una presentación prometida por un colega y amigo, cuyo texto jamás llegó a sus manos, pero su dramatismo, el carácter liminar que le asigna en el libro y en particular, la dolorosa carta que escribe a Santiago de Chuco a su hermano Manuel –que continuaba viviendo en su provincia natal-en la que le expresa…yo vivo muriéndome…EN ESTE MUNDO NO ME QUEDA NADA YA”, puede llevarme a pensar que es consecuencia de ese infausto suceso.

No estoy en condiciones de asegurarlo siendo tan vasta la bibliografía que su extraordinaria obra generó y no he podido tener ante mis ojos, pero tampoco me siento inclinado a descartar la hipótesis.

En cambio, cuando aparece Trilce, su obra universalmente consagratoria en el año 1922, las dudas sobre tan extraña designación las aclara el propio autor en un reportaje que le realizan en una revista española, según creo recordar, a finales de sus días, donde afirma que después de encontrarlo (al mencionado título), según creía, recibe el rechazo de su círculo de amigos y conocidos y decide intitularlo con una palabra de su invención que hoy, paradójicamente hace referencia a una pieza poética de envergadura monumental, la primera expresión de modernidad producida en el universo latinoamericano  en el siglo 20, y está inspirada -en una medida significativa- en las tradiciones telúricas andinas, en las que aparece, como un bajo continuo, la murmuración del silencio como intenso protagonista del lenguaje.