La mirada de Ulisas

¿Cuántas más muertes inocentes de infantes en juegos deberemos padecer?

LA MIRADA DE ULISAS deseaba detenerse en su interesantísimo viaje al Japón, pero como sabe priorizar lo dejará para otra entrega.

Ahora y con mucha pena se va a ocupar de un hecho doloroso y desastroso que nos deja en suspenso y en desconcierto: la nueva masacre en Israel. Suspenso porque aún desconocemos cuáles serán las consecuencias o las represalias de un acto que no tiene ni debe tener perdón y en desconcierto porque si bien las guerras son espantosas y no conocen ni respetan límites para matar ni hacer daño. En el caso actual de la injusticia cometida no se entiende que a un terreno de fútbol donde jugaban niños a la vida se les dé la muerte por un misil asesino de los terroristas del Hezbollah. Esos seres endemoniados que no saben o no quieren distinguir entre población civil y soldados preparados para sortear o pelear en conflictos armados. Todo para ellos, en sus esquemas sin moral les permite atacar lo que buenamente sea blanco de sus ansias de liquidar o exterminar con anhelos de causar terror y más horror. Tantas ¡Oh! que salen en exclamación y en repulsa. Esa docena de inocentes niños drusos además con sangre similar a la de ellos, pero con nacionalidad israelí, fue motivo suficiente para buscar aniquilarlos bajo el mando de esos seres, si es que se les puede llamar seres o más bien espantos, que no quieren distinguir entre infantes y soldados, se extralimitan porque el terror o el terrorismo invitan a ello. Aun en los juegos de soldaditos de plomo, jamás mi mirada niña vio criaturas con el rostro pueril en el juego de esas guerras. Eran meramente soldaditos de plomo, que bien representaban a personajes preparados para la guerra con fusiles y artefactos para el ataque o la defensa. En este nuevo caso de malévola ejecución, son civiles como los del 7 de octubre que cantaban himnos de paz y de amor al prójimo sin otra intención sino la de amar la existencia y de mostrar que querían vivir en paz o en retozos como debe ser la vida de los menores. ¡Pero no! Ya ni siquiera se les autoriza el recreo, convertido en creación mortuoria o cancha de la muerte.

Mucha gente mal informada dirá o pensará que en Gaza se exterminan niños también, pero hay que analizar bajo qué condiciones y  cuáles circunstancias. Ciertamente, no responden al mismo esquema de conducta marcial que la empleada por los terroristas. En el caso de esos chiquillos palestinos, que deberían estar y ser protegidos por sus gobernantes, se les hace carne de cañón. Sin darle importancia a sus edades sino al imperativo de mantenerlos como escudos humanos para luego transformarlos en números estadísticos al hacer ver al ejercito israelí como un asesino de críos, cuando en realidad están matando terroristas que se escudan bajo el manto de sus hijos ya filtrados de odio hacia el judío o el infiel, que seríamos la mayoría, por no caer en las redes de ser musulmanes o creer en su gran Dios, Mahoma. Y lo más llamativo y repulsivo de estas estrategias de guerra es que no interesa ni se toma en cuenta la edad que tengan los niños que exponen a la defunción. Al contrario, los despliegan para luego con orgullo declararlos héroes de guerra o “chahids”, como se les nombra. Y lo triste es que en realidad esos muchachos sólo tienen edad para reír y no morir. Es un método que les conviene a los terroristas al saber asaltar la sensibilidad ajena, conocedora del malestar y el repudio que produce la muerte de un niño en garras de la guerra. Exaltar el sentimiento solidario al costo que sea es su lema. No les preocupa acumular muertes en su población infantil con tal de provocar la condena del mundo. Los terroristas se valen de métodos maquiavélicos para lograr propósitos que los tornan en víctimas en vez de ser vistos como los victimarios que en realidad son. Ellos propician el terror, no sólo en Israel como lo hemos sufrido en los últimos meses sino en el mundo con actos de terror que salen a relucir en territorios occidentales como en Europa, América, Australia por sólo mencionar algunos continentes, que contienen ese tipo de violencia. Ya reconocida por expertos en la materia.

La mirada de ULISAS vive angustiada por este escenario que no se entiende bajo el prisma normal de la mente occidental. Lo que nos enfrenta a un choque de civilizaciones que ya no es un enfrentamiento normal o usual, aunque vale resaltar que nada debería ser normal en guerras, sino que se trata lamentablemente de una confrontación donde nos vemos identificados con la guerra de la barbarie contra la civilización, que tanto nos ha costado conseguir bajo la ardua conquista de los derechos humanos y de las igualdades. Esta nueva faceta de las guerras sucias y sin cuartel implica transgredir convenciones que las mismas guerras han impuesto para hacerlas menos dramáticas o inhumanas, si es que se puede emplear ese término, como resulta el hecho de mandar un misil a un campo de fútbol en Majdal Shams donde la tragedia se hizo presente. Causó muertes y heridos a víctimas inocentes y ajenas al conflicto que tiene sus campos de batalla y no debería desarrollarse en campos de juegos infantiles. ¿Por qué? desbordarse de tal manera cuando se sabe, debido a los adelantos de la ciencia y de la balística, donde aterrizarán las máquinas de la muerte con sus efectos y sus estragos.

Se dan aterradoras y espeluznantes guerras que nos llevan a la época de la caverna donde no había conciencia o tal vez más que ahora cuando mi mirada, esta visión de Ulisas, que no puede ni quiere comprender el alcance de tanto odio entre los humanos, quienes justamente deberían ser solidarios y verse en unidad: lema de la Humanidad. ¿Cuántas más muertes inocentes de infantes en juegos deberemos padecer? Es la gran pregunta que se plasma en la mirada de Ulisas impregnada de lágrimas. Es mi atisbo que llora la desazón y la “desrazón”  del mundo.