Sencillamente irresistibles

Del fango al odio

Dicen los sabios que para evitar la ansiedad “Necesitamos domesticar el miedo”, una emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro e incluso pasado.

Pero sin embargo desde las altas esferas nos conducen intencionadamente hacia el miedo, porque sin él, los seres humanos no somos manejables, los Poderes dejan de ser poderosos sobre nuestros comportamientos intelectuales, sociales y de “andar por casa”, su control sobre ellos se jibariza, y dejamos de transitar por las sendas del temor en las que se restringe la vida, la opresión se materializa y adquiere formas tan indeseadas como la del pánico:

 ”Yo voy a votar a los de siempre por si acaso” … 

Nos instalamos en el conformismo y esos, los de la casta, los “putos amos” tienen que seguir generando el miedo de siempre para mantenernos sumisos, acongojados y súbditos. 

Ahora, resentidos aún por las secuelas de una pandemia la del Covid, marcada en nuestras vidas como un hierro candente, se nos dice que hay que tener muchísimo miedo a otra, a la de la viruela del mono, despertada ferozmente en África, en tanto cada día entran en nuestro país miles de personas procedente de ese continente sin ningún control sanitario.

En la infancia la frase “que viene el coco” ha sido la preferida por familiares y allegados para dar miedo a los niños y conseguir su obediencia. 

Nuestra clase política encabezada por Pedro Sánchez, utiliza las mismas tácticas con sus alusiones continuas al fango, a la ultraderecha, que es el coco, dice, de cualquier avance interesante, idea brillante o progreso y ahora también al odio, cuya definición conocida es la de “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”

A saber, cómo lo definen quienes desde su mal ejercida autoridad se empeñan en poner puertas al campo con tal subterfugio, para evitar un cauce en el que expresarse libremente, sin miedo.

Mientras tanto los “jefazos/as y jefecillos/as” se hacen ricos, pero seguro será un delito de odio referirse a sus corruptelas, a sus trapicheos, a sus familiares, esposas catedráticas y etc.

Hay que tener miedo, un miedo más que añadir a la larga retahíla del “prohibido” ,  sustituyendo la figura del coco por la del fiscal, “Que viene el fiscal si te portas mal”.

Y portarse mal es no estar ciegos, ni sordos, ni mudos, cualidades representadas por monos tapándose los ojos, las orejas y la boca.

Los monos están de moda, desde la mona Chita, madre adoptiva de Tarzán, hasta el planeta de los simios que sigue haciendo taquilla. 

Los satanistas globales están logrando una monada de mundo, de continentes, de países, de país. 

Realmente, poco diagnosticada todavía, la pandemia que padecemos por su causa es la del virus mental de la cobardía y el miedo ante sus provocaciones.

Un dato curioso es que los monos comparten del 94 al 95% de sus genes con los de los humanos. O sea, nos encontramos a un paso de ser monos y alguno, de puro guapo: Monísimo.

Pero ¿Estará permitido tener mono de la libertad de expresión?