La Receta

La “desprescripción” y la señora Dolores

Medicamentos

La palabra desprescripción no está en el diccionario, es un neologismo/ anglicismo que ha tenido fortuna, porque describe perfectamente qué se trata de quitar la prescripción establecida previamente, por razones médicas, en las que debe primar la seguridad del paciente; todo lo contrario de lo que suele ocurrir cuando se van añadiendo medicamentos, sin acordarse de que esta persona ya toma otros, que podrían resultar innecesarios, o francamente inconvenientes.

La señora Dolores es la protagonista de una historia que nos presenta el catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Ramón Laporte, en su libro ‘Crónica de una sociedad intoxicada’, cuya lectura recomiendo a todos los que se preocupen por los medicamentos que están tomando.

Resumo mucho la historia de la señora Dolores. A sus 74 años vive sola en un segundo piso sin ascensor, y acaba de quedarse viuda. Hasta entonces no había tomado ninguna medicación de forma permanente. Al cabo de tres semanas del fallecimiento de su marido, acude a ver a la médica de cabecera, más que nada para agradecer su actuación en los últimos momentos de su esposo. Le cuenta que había empezado a dormir peor, y que se encuentra algo deprimida. Tras tomarle la tensión que es normal e indicarle una analítica general, le prescribe dos medicamentos: uno para dormir (Lorazepam) y otro para levantar el ánimo (Venlaflaxina). En la visita siguiente, la analítica muestra el colesterol un poco alto y cuando le toma la tensión tiene 160/95, más alta que en la visita anterior, por lo que le receta un antihipertensivo (Valsartan) y otro para el colesterol (Atorvastatina). En la visita siguiente la tensión había bajado poco, por lo que la doctora cambia el Valsartan por otro que lleva, además, un diurético. La señora Dolores le dice a su médica que, en ocasiones tiene que tomar paracetamol, porque le duelen las piernas, pero que consigue mitigarlo muy poco, así que la doctora le receta paracetamol con un derivado opioide (Tramadol). 

Ha pasado menos de un año desde la primera visita y la señora Dolores ya toma siete medicamentos, una buena parte de ellos preventivos. Cuando llega la Navidad y estaba atendiendo a toda su familia, tiene un desvanecimiento sin consecuencias, porque cae en el sofá de su casa. Sin embargo, el día siguiente, ya sola, se cae por las escaleras cuando va a hacer unas compras, sin tener conciencia de que es festivo, por lo que no estarán abiertas las tiendas, con un resultado bastante funesto: un fuerte golpe en la cabeza y fractura de cadera.

Cuando le recetaron el primer medicamento para dormir, el insomnio consecuencia de la pérdida de su marido había remitido bastante: no necesitaba ese medicamento, ni el que le recetaron para el estado de ánimo. La hipertensión que la doctora encontró era muy probable causada por la venlaflaxina, que la produce con frecuencia, también añadió atorvastatina porque estaba en todos los protocolos, en los que influyen, y no poco, los fabricantes. La señora Dolores no se había quejado de dolor en las piernas, ni que le costara subir escaleras. La doctora no pensó que entre un 12 y un 17% de las personas que toman estatinas tienen dolores musculares. En lugar de retirarle la estatina, que no necesitaba, le añadió un analgésico.

La señora Dolores estaba sana. En un año el sistema sanitario la ha convertido en enferma grave.

A ningún médico le llama la atención que una señora de 75 años se caiga por las escaleras y sufra fracturas graves. No hay nada anormal, ni desconocido. El médico sabe que los medicamentos que toma la señora Dolores pueden hacer perder el equilibrio por diferentes mecanismos; son codificados como caída y fractura con resultado de ingreso en el hospital, no como efectos adversos de los medicamentos.

La historia de la señora Dolores invita a una reflexión: tenemos que negociar con nuestro médico la ‘desprescripción’, es decir moverle a que analice si todos los medicamentos que estamos tomando son imprescindibles, o si sus efectos adversos pueden ocasionarnos problemas mayores.

La desprescripción es más necesaria para ciertos grupos de medicamentos, como los que actúan sobre el sistema nervioso: en psiquiatría debería ser obligada, porque no hay razón para duplicar antipsicóticos, antidepresivos y otros medicamentos recetados por un psiquiatra, que no se abandonan en una nueva revisión o tras una crisis.

Parto de la base que el paciente se deja llevar mansamente por su falta de conocimientos, y que el médico se mueve por protocolos científicamente demostrados, pero basados en estadísticas. Desde nuestro punto de vista debemos revertir esta situación partiendo del máximo respeto hacia nuestro médico, haciendo preguntas y forzándola a que nos mire como un caso concreto. Las estadísticas, los protocolos y la literatura científica muestran muchos signos de manipulación, y la única forma de librarnos de un tratamiento, bienintencionado pero fatal al fin, como el de la señora Dolores, es preguntando al médico cada vez que nos receta un nuevo medicamento, cuál de los que ya estamos tomando, podríamos quitar.