La mirada de Ulisas

Drusos, ejemplo de solidez que el mundo reclama

LA MIRADA DE ULISAS, que bien la descubren curiosa y arriesgada al meter la nariz en todo terreno, en su columna de hoy anhela acercarles la cultura drusa. Como el atisbo que soy, considero que los drusos pobladores de Siria, el Líbano, en reducida cantidad Jordania e Israel merecen un reconocimiento y estar al corriente de algo de sus costumbres. Hablar de ellos es traer viejas tradiciones al presente. Al averiguar su procedencia supe que en árabe durûz significa singular. Los drusos se distinguen por sus creencias y por la necesidad de vivirlas y dejar vivir a los demás las suyas en paz. Debido a esa posición en Israel se hallan cómodos y en armonía con el sistema, lo que no siempre es el caso en el Líbano o en Siria, países autócratas, donde se les ve con cierta condena por su diferencia o la falta de asimilación. Desde sus orígenes en Oriente Próximo practican una religión abrahámica, monoteísta y sincrética. Se basan en varias vertientes del islamismo, el gnosticismo, el cristianismo, el zoroastrismo, el budismo, el hinduismo, el neoplatonismo, el pitagorismo y otras teologías para finalmente crear la propia con la amalgama de todas ellas al integrarlas a un esoterismo particular. Se mantiene secreto y reservado a sus prácticas, guardadas en la mayor intimidad. No se permiten matrimonios mixtos con otras etnias ni conversiones a su fe. Son celosos de lo suyo, pero jamás con la idea de imponerlo sino de seguir con su milenaria tradición. Su práctica crea una teología distinta con una interpretación oculta y mística donde la verdad cobra relevancia. Creen en la reencarnación. Hablan de almas que se unen a la Mente Cósmica. Vale la pena acotar que, si bien nace a partir del islamismo y responde a una etnia árabe, su esencia no se identifica como musulmana. Por ello, en países de corte musulmán no son bien vistos y muchas veces castigados o discriminados por su diferencia. Inclusive tengo bien entendido, por la mirada inquisidora que soy y se conduele con ciertas realidades, que en Siria o El Líbano, donde residen, se los manda a la guerra como carne de cañón. En cambio, en Israel son considerados elementos de élite en el ejército, por ser personas altamente calificadas y confiables. En la Tierra Prometida se sienten a gusto. Son bien recibidos y manifiestan que en Israel a los grupos étnicos se les trata con respeto y aceptación. Entienden que Israel es una nación plural que le da cabida a mucha gente de diversos orígenes y permite a sus habitantes el poder gozar de los mismos derechos que aplican para los ciudadanos judíos. Aprecian el nivel de vida envidiable, que cobija a toda la población residente en la Tierra Santa. No es una sociedad que discrimina la diferencia, ella hace parte de su crisol de civilizaciones donde la divergencia halla su lugar. Hay que constatar que es la única democracia de la región y como tal satisface las virtudes pregonadas por las libertades de ser y de obrar.

En el Líbano los drusos representan el 5,5% de la población, en Siria el 3% y en Israel en 1.6%. Se considera que la comunidad drusa siempre desempeñó un rol importante en la configuración del Levante y sigue ejerciendo un peso relevante a nivel político, aunque bajo el régimen del extremismo islámico contemporáneo padecen como cualquier minoría que no desea asumir los compromisos de Mahoma.

La doctrina drusa es conocida como Tauhid, basada en la unidad de Dios. La sabiduría drusa apareció unos cuatro siglos después del comienzo del Islamismo. Se puede decir que es una rama disidente que halló su propio espacio bajo el sincretismo de otras ideas concernientes a otras culturas. La ferviente creencia en un solo Dios como una unidad estricta revela que a la vez es trascendente e inmanente. Un Ente que se sitúa por encima de todos los atributos pero que no deja de permanecer presente. Se subraya que Dios es la totalidad de la existencia en vez de estar por encima de ella. Se le considera ilimitado. Se realza el concepto de que una persona está en el espejo, pero no se convierte en el espejo. Se sitúa bajo el amparo de la luz divina y se califica su camino por sus acciones. En los escritos drusos el Tajalli se manifiesta como figura central al experimentar las condiciones de la existencia y el aspecto de la luz divina. Se hace hincapié en la reencarnación que le permite al druso solamente reencarnar en otro druso y la drusa en otra drusa. Vale la pena resaltar los siete preceptos que rigen la religión drusa:

  1. Verdad en el discurso y veracidad en la lengua.
  2. Protección y ayuda mutua al hermano en la fe.
  3. Renuncia a todas las prácticas de culto anteriores así como a las creencias falsas.
  4. Repudio al Maligno (Iblis) y a todas las fuerzas del mal.
  5. Confesión de la unicidad de Dios.
  6. Aceptación de todos los actos divinos, sin importar cuales sean.
  7. Absoluta sumisión a la Voluntad de Dios tanto en público como en privado.

Creencias que acercan la cultura drusa a la occidental con valores que nos permiten verlos como personas evolucionadas y atentas a hacer el bien. No son terroristas ni se les autoriza a tener varias esposas. Un sentido de responsabilidad es la exigencia máxima, por ello en el ejército israelí se les contempla con cuidado y hacen parte de una comunidad que merece admiración. Muchas veces los drusos están cortados del contacto con sus familiares debido a las guerras y al reparto de territorios. Los drusos israelíes se sienten en privilegio por vivir en Israel, donde se les autoriza a ser y se les aclama por permanecer iguales a ellos mismos con los atributos del respeto y la tolerancia hacia el prójimo, que no comulgue con su religión. Con su sapiencia y desde la diferencia que los caracteriza saben guardar su lugar y permanecer en la Historia como un pueblo pacífico, que le interesa vivir con el semejante con humildad y filosofía de vida. Los drusos dan ejemplo de una solidez que el mundo reclama: vivir y dejar vivir.