La mirada global

El efecto Kamala

EEUU se encuentra en una encrucijada. El actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, anunció hace poco más de un mes su renuncia a la carrera por la reelección. El presidente de 81 años había mostrado tiempo atrás signos de cansancio y una evidente falta de reflejos que despertaba suspicacias sobre su alarmante estado de salud. Su gesto reveló una gran generosidad. Frente a él, un histriónico Donald Trump se crecía aprovechando las fallas del rival y manifestando estar más vivo que nunca, pese a su reciente fracaso electoral y las sonadas polémicas sexuales y judiciales que protagonizó en el pasado.

Hasta que llegó Kamala. La vicepresidenta vigente, exsenadora y exfiscal de California, recoge el testigo de sus antecesores y asume el reto de volver a llevar a su partido al periodo de vino y rosas que precipitó Obama. En aquel momento, el terremoto provocado por el primer hombre negro en ocupar el Despacho Oval revolucionó la política al otro lado del Atlántico. Hoy la líder californiana, hija de inmigrantes, primera mujer negra surasiática en ostentar la fiscalía y primera fémina en ejercer la vicepresidencia pretende demostrar que es posible continuar transformando la vida de los estadounidenses mediante acciones en favor de la clase trabajadora.

A pesar de su bajo perfil dentro del presente Gobierno, la designación de la mano derecha de Biden ha causado auténtico furor en las filas demócratas. Buena parte de las encuestas ya notan el fenómeno registrándose empates técnicos e incluso victorias, también en los Estados bisagra, tales como Florida, Carolina del Norte o Arizona, esenciales de cara a lograr el triunfo presidencial. Las medidas que se conocen incluyen ayudas para adquisición de vivienda, reducción de precios de la atención sanitaria y una apuesta decidida por los derechos reproductivos. 

El reto es mayúsculo. Aunque las posibilidades de Harris son considerables, posee aún algunas debilidades a tener en cuenta. Su mensaje equidistante sobre el conflicto gazatí, cuestión muy relevante entre sus seguidores más jóvenes, la falta de propuestas sociales más clarividentes, claves en los suburbios empobrecidos, así como su cariz conservador en lo relativo a la seguridad generan todavía dudas a los más izquierdistas. A todo ello hay que sumar que Trump sigue ganando adeptos gracias a sus airadas denuncias del peligro migratorio, el uso de mentiras y descalificaciones o el apoyo explícito de grandes influenciadores como el empresario Elon Musk. 

Quedan menos de tres meses por delante. Un breve periodo teniendo en cuenta el reciente remplazo en la candidatura demócrata, pero suficiente para que su campaña consiga dar un vuelco a los sondeos más negativos y garantice un despertar esperanzador de una sociedad decadente y polarizada. La nación más poderosa de la Tierra tiene ante sí el reto de salvar su Democracia, principal objetivo, pero también de abrir el país a su creciente mestizaje posibilitando que la riqueza cultural, étnica e idiomática norteamericana tenga reservado un lugar preferencial en la toma de decisiones. EEUU debe certificar que está de vuelta y que sus valores fundacionales ilustrados seguirán siendo un destacado faro en Occidente.