Entre la ley y la honestidad

El Estado como utopía

El Estado como Utopía - Diego García Paz

Tomás Moro (1478-1535) es reconocido como un humanista, insigne abogado, poeta y filósofo. Santo de la Iglesia Católica, gran padre de familia y hombre de firmes convicciones, se enfrentó al rey Enrique VIII de Inglaterra, quien en otro tiempo fue su íntimo amigo, y murió acusado de alta traición. La contribución de Moro en el ámbito del Derecho y de la política merece una reflexión enmarcada en la filosofía jurídica, con el ánimo de exponer su concepción de estado ideal, reflejada en su obra Utopía.

Sabida es la expresión “ubi societas, ibi ius” (donde hay sociedad, hay Derecho). Para Moro, tomando las nociones de la República de Platón y de las obras de Aristóteles, la felicidad de cada persona en el marco de la sociedad conjunta, con la aportación que cada individuo pueda conferir a la sociedad, redunda en el estado perfecto. Los ciudadanos de la isla de Utopía -lugar imaginario- conviven en un clima de perfecta tolerancia entre ellos, en el que no se concibe la situación de desigualdad económica, siendo el estado quien vela por conferir a cada ciudadano todo lo que necesita, en virtud de aquello con lo que por su parte a su vez contribuye, y sin que esta aportación de cada ciudadano al estado obedezca a imposición alguna. La razón y la voluntad de cada persona se encauzan naturalmente hacia el bien común, formando entre todos un modelo social paradigmático, en el que el conflicto no existe, por lo que esta teoría del estado se cimienta sobre bases más filosóficas que jurídicas, en el sentido de no precisar de un Derecho que actúe ante la quiebra de esta idílica situación.

La idea de Tomás Moro en esta obra literaria universal no era la de exponer un imaginario estado, ni el autor desconocía lo irrealizable de lo que estaba planteando; es un texto esencialmente crítico, que tiene por objeto el contraponer esa visión idílica de la sociedad con la real, en la que el conflicto es la base de la vida, por lo que más allá de la Filosofía, es el Derecho el que tiene que actuar y regir la vida. 

Las razones de esta conflictividad vendrían dadas por lo contrario de lo expuesto sobre la convivencia en la isla de Utopía: el orgullo humano y la competitividad impuesta por el sistema económico, extendida a todas las facetas humanas, laborales y personales, convirtiendo al hombre en una fuente permanente de conflictos por el poder y la acaparación, y situándole en una lucha sin fin con sus semejantes. Razón que, en definitiva, conlleva a la existencia de una necesaria contención reflejada a través de las normas jurídicas, creando un Derecho y un estado que intervienen resolviendo los continuos problemas humanos, lo que no constituye sino una nueva visión, en cierto modo pesimista, del precitado aforismo “donde hay sociedad, hay Derecho”.

Frente a la utopía de una sociedad perfecta, en la que la ética, la educación y la cultura serían suficientes para poder vivir entre todos, la incapacidad para llevar a cabo este ideal hace que el estado se construya mediante la cesión al mismo de una buena parte de derechos y libertades, en pro de una mejor convivencia, otorgando a esta entidad la potestas y la auctoritas precisas para legislar, dirigir, restringir y castigar; no siendo en absoluto difícil pensar en lo que, con dicho poder, puede realizar un dirigente que solo piense en sí mismo y no en el mejor destino de la colectividad: una perversión en las consecuencias, tanto como lo es el empleo de las potestades públicas para fines y beneficios particulares, ya sean propios o en beneficio de terceros. 

“Es preciso que obréis de manera tal que si no podéis hacer todo el bien que deseáis, logren vuestros esfuerzos por lo menos quitar fuerza al mal.”

“No alabéis esa justicia que solamente es hermosa en apariencia. Dejáis que den a los niños una educación abominable que corrompe sus almas desde sus más tiernos años. ¿Es necesario pues que los castiguemos por los crímenes que no son culpa de ellos cuando llegan a ser hombres? Porque ¿qué otra cosa hacéis de ellos sino ladrones que luego castigáis?”

“Muero siendo un buen servidor del rey, pero primero de Dios.”

Diego García Paz
Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid.
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Filósofo y escritor.