La mirada del centinela

Grotesca

Mi tía Muñina tenía una cabra con un solo cuerno a la que puso por nombre “Grotesca”. Lo grotesco es algo consustancial a la humanidad. Goya fue un pintor de lo grotesco, la obra valleinclanesca también fue profusa en la deformación grosera de sus personajes. La política española está repleta de caricaturas, la bancada progresista del Parlamento parece a ratos un espectáculo de guiñoles, un teatro de títeres. 

Un caso paradigmático de política grotesca es la dimisionaria Yolanda Díaz. Con su inconfundible estilo estrambótico nos cuenta que renuncia a continuar como máxima representante de Sumar. Nos lo cuenta hablando en tercera persona, para diferenciarse de sí misma, un reflejo esquizofrénico de esta advenediza de la estrategia política. No obstante, no cesa como vicepresidenta del gobierno, ni como ministra de Trabajo y Economía Social. A eso no renuncia tras el descalabro de las elecciones europeas, un modo peculiar de asumir responsabilidades. 

Parece evidente que la ministra grotesca ramonea en el árbol socialista, sospecho que acabará acomodada a sus filas, codo a codo con otra política grotesca, María Jesús Montero. La coruñesa es como una caja envuelta con lazo para regalo que no contiene nada en su interior. Es el vacío cósmico, la nada existencial. Es un puro bluf; una enredadera de frases sin lógica; un sainete de vanas expresiones; un endriago más que la política española incluye en sus páginas dedicadas al bochorno. 

Es sorprendente la escalada de estos políticos grotescos. Son zafios y se creen competentes, deben pensar que es cosa sencilla engañar al pueblo. Lo cierto es que no van desencaminados, a tenor de cuántos falsos gurús se cuelan por las fisuras de la democracia. Yolanda Díaz es el claro ejemplo de trepa social, no tiene escrúpulos y se lleva por delante a quien sea. Ella sí progresa, el resto no. Su progreso personal es a la evolución como una china en el zapato. Duele pensar que unos cuantos arribistas se metan en política y manejen a tantas personas que, por falta de perspicacia o atención, se dejen engañar sin preguntarse quién está detrás de esos corifeos de salón. 

Si Goya viviera en la actualidad, es probable que hubiera pintado una serie de sus famosos caprichos inspirados en Yolanda Díaz y demás políticos de su jaez. No me explico cómo pueden medrar así, llegando a puestos de gobierno en un país occidental. Debiera ser motivo de reflexión. No es baladí que unos políticos mediocres dominen el panorama socioeconómico de una nación. Algo estamos haciendo mal como sociedad, eso es innegable. Eso sí, estamos en deuda con ella, con Yolanda, ya no quiere sumar. Prefiere restar y dividir. Y multiplicar sus intervenciones ridículas, donde no dice nada, más allá de lugares comunes para regocijo de sus parroquianos. Va siendo hora de sacar la lupa del bolsillo y examinar a estos políticos grotescos como lo que son, un atajo de oportunistas que se instalan en la política española y denigran el arte del buen gobierno.