Ars Gratia Artis

José María de Labra. La funcionalidad del arte

La obra de José María de Labra (A Coruña, 1925- Palma de Mallorca, 1994), constituye una de las páginas más interesantes del arte de la segunda mitad del pasado siglo, en nuestro país, extensible al arte europeo y supuso entonces la apuesta por una abstracción geométrica, en evolución propiciadora de funciones aplicadas a otros terrenos, como el diseño y la arquitectura. Al tiempo que el artista conseguía tempranamente grandes reconocimientos, entre ellos el Premio Perotti en la XXVIII Bienal de Venecia, participó en la Bienal de Sao Paulo (1961), y en exposiciones en la Tate Gallery de Londres o el Museo de Arte Moderno de Tokyo y en 1964 fue el responsable artístico del Pabellón de España en la Feria Mundial de Nueva York. Esas circunstancias que serían motivo de largas ausencias, no fueron impedimento para que su presencia se dejase notar en su tierra y se afirma en su obra la huella de esa cercanía. Igualmente sucedió en el terreno personal al mantener duraderos y sólidos vínculos que en ocasiones desembocaron en importantes colaboraciones profesionales. 

De los proyectos de vanguardia realizados recordamos dos de ellos; el primero se refiere a una de las más interesantes actuaciones que se han producido en el terreno de la integración de las artes en el territorio peninsular y tiene lugar en Galicia en 1960 cuando Labra crea una obra estrechamente ligada al edificio industrial que alberga la Central Eléctrica del Eume situada en un paradisíaco enclave; para ese encargo diseñó entonces dos murales, uno para el vestíbulo y el otro para el espacio principal, este último de grandes dimensiones, con las correspondientes maquetas previas, y en el que emplea como materiales, cable de acero y chapa de hierro. Ambos trabajos suponen una gran oportunidad en la que el artista plasma su pensamiento y el concepto Forma-fuerza-luz-color,  toma carta de naturaleza en aquellos recintos. Pocos años después aplica junto al arquitecto Andrés Fernández Albalat sus ideas en torno a la funcionalidad del arte en la creación de elementos decorativos destinados a los espacios interiores del edificio de la Real Sociedad Hípica de A Coruña, experimentaciones que se habían forjado en 1959 y en adelante madurado en relación con la búsqueda de nuevos materiales y elementos de repetición, maquetas de celosías de madera que posteriormente fueron aplicadas a mayor escala. 

Labra, partiendo del lenguaje abstracto, siguió explorando fórmulas alternativas para el ordenamiento del espacio; entendía que el objetivo del arte no residía en inventar nuevas letras o signos posibles, como afirmó en uno de los artículos publicado en la revista Acento (1960), sino en descubrir diferentes elementos que sirviesen para promover otro modo de comunicación con el que definir, a su modo, parte de la conciencia de su época; y esa intención le llevará a trabajar activamente en la creación de obras para edificios, algunos de carácter religioso, como fueron las vidrieras realizadas para las iglesias del Colegio de los Padres Dominicos (1953) de Valladolid, y de Alcobendas (1960) al lado del arquitecto Miguel Fisac, o el retablo para la iglesia de Esquivel (1956) en Sevilla dentro del proyecto de Alejandro de la Sota; en todo momento prevalecía el propósito de hacer valer la capacidad funcional del arte. 

En esa intención se enmarca su implicación con el Grupo de Diseño SEDI (Sociedad Estudios Diseño Industrial) en el que participaban Luis Feduchi, Javier Carbajal y Manuel Molezún, o con los artistas del Equipo 57, Crónica y Grupo Parpalló. Labra se revelaba como un creador de formas,  multidisciplinar, de personalidad cosmopolita y abierta; su actitud renovadora quedará firmemente representada en sus trabajos, en sus escritos y manifiestos que refuerzan sus planteamientos, enteramente vigentes y plenos de modernidad.