Reflexiones australes

Los parásitos

Andrés Montero J.

Los parásitos son organismos que viven de otra especie o en su interior. En nuestra sociedad y me refiero a sociedades en distintos países, se ha producido un aumento exponencial de parásitos. Son seres humanos que han decidido dedicar su vida a enquistarse en organismos del Estado y en organismos llamados “multilaterales”.

Los parásitos son especialistas en hacernos creer que trabajan. También son expertos en sobrevalorar la importancia de las instituciones en las que trabajan. Los principales empleadores de parásitos son los Estados. En el caso de Chile, más de 100 mil nuevos empleados han ingresado a “trabajar” al Estado, en tan solo dos años. No todos son parásitos, pero una gran parte, sí lo son. 

Hay otros que llevan decenios y logran sobrevivir a los cambios de Gobierno por su habilidad para reubicarse en posiciones menos visibles, en espera del regreso del Gobierno de su ideología. 

Algunos transitan desde el Estado a organismos internacionales como la ONU, CEPAL, OMS, FAO, ACNUR, UNDP, UNICEF etc. etc. En el caso de Chile, muchos ex funcionarios o ministros de la ex presidenta Michelle Bachelet emigraron al hemisferio norte a cargos relevantes en diversos organismos internacionales. Se van con buenos salarios, viajan en clase ejecutiva y empiezan a circular en el entorno burocrático mundial. Intentan sofisticarse, tratando de expresarse de manera más refinada, vistiendo ropa de buenas marcas y asistiendo a una infinidad de eventos sociales de nulo impacto en la sociedad. 

Los parásitos escriben alguna columna en diarios progresistas y los invitan a dar algunas “charlas” en universidades capturadas por las izquierdas. Son normalmente defensores acérrimos de la agenda 2030, feministas a ultranza, animalistas, ateos, pro lenguaje inclusivo, abortistas, no pocas veces veganos y a favor de una inmigración sin mayores restricciones. 

Los parásitos tienen gran influencia en Bruselas, en Ginebra y en Nueva York. Nadie objetivamente mide su productividad. Tienen horarios de trabajo laxos y les fascina trabajar a distancia o de manera “híbrida”, que es el nuevo concepto acuñado por las áreas de recursos humanos. Los parásitos normalmente acumulan grados académicos, los que casi siempre son financiados por el Estado o la institución que los acoge. Los parásitos están a favor de la reducción de jornada laboral, para -según ellos- disponer de más tiempo para sus propias actividades. Pasear mascotas y recoger sus cacas, son parte del trabajo no oficial. Son contrarios a familias tradicionales. Les encanta que se les perciba como cultos, por lo que asisten a conciertos y exposiciones. Los parásitos se van eternizando en sus cargos y como la legislación laboral es casi siempre rígida, es imposible despedirlos, aunque roben o malgasten recursos del Estado. 

Dentro del conjunto de parásitos, también hay activistas de ONG’s y de grupos defensores de pueblos originarios, que logran financiamiento del Estado para atacar después al propio país que los financia, promoviendo corrientes independentistas en las que los parásitos tendrían roles protagónicos. 

Los parásitos no se reconocen como tales, pues deben justificar su propia existencia. Se consideran inteligentes y claves para el desarrollo de las naciones. Los parásitos rara vez han ingresado a una fábrica o a una agroindustria. Son torpes en la ejecución, evitan los números y el control presupuestario. Siempre promueven más impuestos y atacan a los empresarios por considerarlos enemigos del pueblo. Si las naciones no hacen trabajar a los millones de parásitos y a las “parásitas”, el desarrollo económico y cultural está en peligro.