El Osorio y el Madroño

México lindo y querido

“Estatua-homenaje al emperador Moctezuma, en la fachada principal del Palacio Real de Madrid”

Mi amigo mexicano Jorge Hernández y yo coincidimos en nuestra admiración por el conquistador Hernán Cortés. Como dice Jorge: “Ese hombre que mandó hundir los barcos para no poder regresar, era un valiente”. Y no me negarán que hay que ser de una pasta muy especial para, con solo 300 hombres, derrotar a un imperio de dos millones de aztecas. Bien es verdad que Cortés contó con la ayuda de los demás pueblos indígenas de la zona (totonacas, tlaxcaltecas, etc.) que estaban hasta el gorro de la dominación colonial y sangrienta del imperio azteca. No en vano, Moctezuma y los suyos sacrificaban cada año a 50.000 indígenas para ofrecérselos a sus “benevolentes” dioses.

Con todo, los españoles tenemos un demostrado interés por las culturas precolombinas. Nosotros fuimos los que pusimos en valor todo lo bueno de la cultura azteca y siempre hemos lamentado que aquella conquista fuera sangrienta. Hoy en el mundo ya no se conquista con las armas, sino con la economía.

En la actualidad, cuando algunos políticos mexicanos (descendientes de españoles, por cierto) practican un revisionismo histórico muy interesado, resulta muy oportuno recordar algunos datos:

Lo cortés no quita lo valiente, así que debemos recordar que México no existía cuando llegó Hernán Cortés. Fue Cortés, ayudado por su mujer, Marina, quien unificó aquel territorio y lo convirtió en un virreinato (un virreinato, y no una colonia) creando el germen del Estado mexicano.

La leyenda negra antiespañola no tiene en cuenta a los verdaderos expoliadores de México: los gobernantes criollos, que lo convirtieron en colonia de los EEUU. Fueron los “libertadores” criollos quienes regalaron el 55 % del territorio de México a los EEUU (Tratado de Guadalupe-Hidalgo, 1848). Estados Unidos le quitó a México los territorios más ricos de América (el oro de California y el petróleo de Texas). Antes de la independencia, el virreinato de México (Nueva España) era el territorio más rico del mundo.

Los conquistadores españoles, a diferencia de ingleses, franceses, belgas… se mezclaron con los naturales del lugar. De ellos descienden esos políticos que reniegan de su origen. Hay que recordar que España fue la primera nación en proteger los derechos de los indígenas, en abolir la esclavitud de los mismos, y en proteger su lengua y sus tradiciones. En 1821, el 60% de los indígenas hablaba en sus lenguas nativas. A día de hoy, tras la intensa labor de aculturación de los gobernantes criollos, tan solo el 6% mantiene sus lenguas nativas.

La metrópoli española recibió de todos los virreinatos americanos la cantidad total de 185 toneladas de oro. Esta cantidad se correspondía con el quinto real. Las otras cuatro quintas partes se invirtieron en universidades, catedrales, bibliotecas, hospitales, puertos e infraestructuras. Comparemos las 185 toneladas de oro que la metrópoli de España recibió de América en tres siglos, con el oro que se extrae en México en solo un año: 110 toneladas (datos de 2019 de la web CEIC). La continua alusión al oro “robado” no es sino una cortina de humo para tapar la mala gestión de unos políticos locales incompetentes.

 La gesta del Descubrimiento a pesar de los desastres habidos y de la crueldad de algunos de los conquistadores y hacendados (condenable en cualquier caso y denunciada por los propios españoles), tuvo el carácter de epopeya. Pierre Vilar, historiador (francés y de izquierdas, por cierto), en su libro “Historia de España” describe la conquista de América como “la mayor epopeya de la Humanidad

En lugar de sembrar el odio entre quienes compartimos una misma cultura y una misma lengua gracias al Descubrimiento, sería bueno buscar lo que nos une y forjar una alianza que diera a la Hispanidad el peso en el mundo que se merece. Tener más de 500 millones de hispanohablantes, y toda una serie de países hermanos, es una riqueza que vale más que cualquier montón de oro y que no podemos desperdiciar.

El 12 de Octubre debería ser una fecha para el hermanamiento de los pueblos hispanohablantes. Ese día debería estar protagonizado por la cultura de los pueblos hermanos (el folklores, la literatura…). No proceden exhibiciones militares en este día. Sería mucho mejor trasladar el desfile al día de las Fuerzas Armadas.

Si por algo tenemos que pedir perdón los españoles es por no conocer más y mejor a nuestros hermanos mexicanos, y a todos los hispanoamericanos, con los que compartimos mucho más de lo que creemos, y, conociéndolos, llegaremos a quererlos aún más de lo que ya les apreciamos.