Ciencia, periodismo y política

De la moqueta al polígono

Al igual que Manolo Fraga, fui el número uno de mi oposición y  ‘pisé moqueta’ en el Ministerio desde el primer día en 1984, hasta el último en 2007, cuando me resultó insoportable seguir trabajando con el PSOE de Zapatero. Sentí tener que irme a la ‘privada’ porque la Administración había invertido muchos recursos conmigo (viajes, estancias, másters) pero ahora no querían que trabajara, aunque estuviera cobrando el máximo sueldo permitido. Me decían que haber trabajado ocho años con el Gobierno Aznar, me había dejado contaminado. En el sector farmacéutico me recibieron con los brazos abiertos y continué pisando moqueta durante bastantes años más hasta que en 2018 me dieron la siempre desagradable ‘boleta’. Fueron muy amables y me dijeron que entre la jubilación, a la que ya tenía derecho, y la indemnización, me daban por amortizado. 

En el Madrid había por entonces un lateral izquierdo portugués muy malo que se había traído Mourinho. Le habían pillado fumando varias veces y le despidieron como a mí. Fabio Coentrao, que así se llamaba aquel crack, encontró equipo, el Río Ave FC. Pensé que si Fabio había encontrado equipo, por qué no iba yo a encontrar trabajo. Con su misma estrategia busqué y encontré a una empresa poligonera y familiar, una PYME. Trabajé en ella cuatro largos años donde aprendí la realidad de la pequeña empresa española, en terrible contraste con las multinacionales en las que había estado. Pasar sin transición de la moqueta al polígono fue una cura de humildad que me hizo mejor persona. 

También aprendí que tanto en la Administración, como en la multi o la PYME, los problemas eran los mismos. Por ejemplo, mi principal escollo fue siempre la interacción con los jefes, el encuentro entre la ciencia y la política o el negocio. Ellos reconocían explícitamente su ignorancia sobre asuntos técnicos pero querían imponer su criterio político o comercial sobre el científico. El anecdotario sobre esta interacción es interminable, la mayoría inconfesable para vergüenza mía. Quizás el más divertido fue el último, el del polígono. Mi jefe era disléxico y le entendía a duras penas, quizás por eso fue con el que mejor me llevé.