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NO

El óxido nítrico (NO) es un gas que actúa como relajante del endotelio vascular, a sus descubridores les dieron el Nobel de Medicina y Fisiología en 1998. Es probablemente uno de los mayores descubrimientos médicos en los últimos 50 años.

Corrían los primeros 80 cuando me incorporé al laboratorio de Farmacología Experimental de la Autónoma de Medicina. Al profesor Jose María Segovia de Arana el Régimen le había dado carta blanca para crear una Facultad de Medicina elitista y puso como condición que los nuevos profesores se hubieran formado en EEUU. Los directores de mi Tesis  (Pedro Sánchez y Antonio García)  habían trabajado en Nueva York con Robert Furchgott. Ya entonces me contaban que recibiría el Nobel por sus trabajos iniciales sobre “el factor de relajación endotelial”, aunque entonces no se sabía que era el NO. También habían trabajado y eran íntimos amigos de Salvador Moncada, que fue a la postre quien haría la contribución mayor para identificar el NO; también me insistían en que le darían el Nobel. Al final se lo dieron a Furchgott  y no a Moncada, pero aquél en su discurso al recibir el premio afirmó que éste se lo merecía tanto como él. 

Corría el último año del siglo XX, el 2000, José María Aznar había repetido triunfo en las legislativas y la economía iba como un tiro. Le había dado carta blanca en la anterior legislatura al doctor José Antonio Gutiérrez Fuentes, como se la dieron entonces a Segovia de Arana, para crear unos Centros de Investigación elitistas. Uno sería para el cáncer (CNIO) y lo dirigiría Mariano Barbacid, el otro para el corazón y lo dirigiría Salvador Moncada. Los edificios estaban casi terminados y había que nombrar a directores y equipos. Yo estaba por allí, era entonces director del FIS, la Agencia Estatal de financiación de proyectos de investigación médica.

Salvador Moncada era salvadoreño, pero desde muy joven había desarrollado su carrera profesional en Inglaterra, su prestigio era tal que la Reina le había nombrado Sir por sus trabajos con Sir John Vane (Nobel en 1982). Estaba casado además con una princesa belga, era por tanto persona muy respetada, tanto en los círculos sociales como en los científicos. Es fácil imaginar su sorpresa al conocer a la ministra Celia Villalobos y sus rústicas  formas. Celia le empezó tuteando pero Salvador exigió un trato formal que la ministra no parecía dispuesta a darle. Gutiérrez Fuentes asistía pálido a aquella discusión que acabó con la renuncia de Moncada a ser director del CNIC y su  cese como Director del Instituto de Salud Carlos III.  Hubo que buscar un sustituto a Moncada, no parecía fácil, el salvadoreño era entonces el científico  más citado en biomedicina. Se decidió recurrir a Valentí Fuster, un catalán que trabajaba en el Monte Sinaí de Nueva York. Se trataba de un cardiólogo clínico de mucho prestigio, pero evidentemente no a la altura de un Moncada. No le sentó muy bien ir de ‘segundo plato’ pero finalmente aceptó. El destino me llevó a trabajar con él años más tarde, entre 2010 y 2018, en un proyecto colaborativo con una  farmacéutica en la que yo era el Director Científico. En la compañía le reverenciaban, en mi caso no tanto, creo que se notaba que era el único que conocía, de primera mano, la historia de su nombramiento.