Mi pasión

La Penicilina, la amiga fiel de los toreros

Manuel Gutiérrez Troya
El doctor Alexander Fleming, nacido en Darvel (Reino Unido), año 1881, descubrió la penicilina cuando cursaba estudios en la Facultad sobre los mohos de los que estaba investigando y practicando desde el año 1927. Pero no fue hasta el 1945 cuando vio la luz, comenzando a utilizarse como antibiótico y a salvar vidas humanas de tantísima de gente, sobre todo a muchas de toreros por sus graves cogidas, año que le otorgaron el merecidísimo premio Nóbel de Medicina.
Los toreros, años después, le dedicaron una bonita estatua de bronce de gran tamaño, que se encuentra colocada dentro del recinto de la explanada y próximo a la puerta principal de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, con un diestro montera en mano haciéndole un brindis, en honor y agradecimiento a tan ilustre y gran salvador de vidas de personas.
El referido antibiótico pasa de estraperlo a nuestra península a través de la frontera con Gibraltar, este medicamento había que conservarlo en frío y administrarse mediante inyecciones cada tres o cuatro horas con dosis muy bajísimas comparadas a las que se inyectan hoy. Hubo mucha gente que se hizo millonaria negociándolo. Se utilizaba para toda clase de infecciones venéreas como la sífilis o las purgaciones, entre otras muchas más enfermedades infecciosas.
La penicilina, a la que mucha gente llamaba “pilicilina”, se utilizó por primera vez en un torero de Camas (Sevilla) de veinte años, llamado; Julio Pérez Herrera “El Vito". Corría el año 1946, debido a que un toro de don Álvaro Domecq, le infirió una fortísima cornada al joven diestro en la antigua plaza de toros "La Alameda” de Jaén.
Cuando el diestro estaba moribundo dado a la gravedad de la misma, le visitó un sacerdote al hospital para darle la extremaunción y, sirviendo como anécdota, lo miró muy apenado al bien llegado visitante, diciéndole: ¡Padre yo quiero la extremaunción, pero también quiero la penicilina!
Sea por una cosa u otra, el caso fue que el torero salvó la vida, siendo el primer diestro, como antes hemos dicho, sobre el que se experimentó el referido medicamento, además convencido el torero del salvador remedio que tantas veces lo había escuchado con anterioridad.
Llegó un momento en que la fe ciega de la población veneraba al tan queridísimo antibiótico era tal, que se utilizaba prácticamente para todo, tanto si estaba indicado como si no. El descubrimiento del valioso medicamento tan trascendental y valor terapéutico ha dado mucha confianza a tantísimo médico como a sus pacientes, que hoy por hoy es el mejor amigo para un torero, sobre todo bien administrado, por esos grandes doctores a los que debemos estar orgullosos de tenerlos en la mayoría de las enfermerías de las plazas de toros españolas.
Para terminar, contaremos un hecho muy gracioso que ocurrió en la plaza de toros de Baza (Granada), fue en el año 1967, cuando uno de los enanitos del espectáculo tauro-musical, El Bombero Torero, se pinchó con una banderilla en una pierna, por lo que hubo de llevarlo a la enfermería para ser asistido y ponerle la inyección de la antitetánica, estando ya en la misma, solo pedía “pilicilina”, no hubo manera de convencerle que era dos cosas distintas, al final se llevó los tres pinchazos, el de la banderilla, la antitetánica y la de la penicilina.
El ilustre inventor del admirado medicamento murió en Londres en el año 1955, al sufrir un ataque cardiaco.