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Tito Lucrecio

En 1982, el bibliotecario de Eton compró un ejemplar del ‘De rerum natura’ de Lucrecio por 250 libras. Al examinarlo detenidamente observó que las múltiples anotaciones manuscritas parecían ser obra de Montaigne, aunque el libro estuviera firmado por alguien desconocido. Llevado por su curiosidad se le ocurrió rascar el nombre del último propietario y apareció la firma del filósofo. Con este hallazgo trazó una línea que unía a Epicuro, maestro intelectual de Lucrecio, con Cicerón que había corregido póstumamente el poema, y con el propio Montaigne cuya lengua materna era el latín y se había inspirado en todos ellos.

Poco se conoce de la vida de Tito Lucrecio a pesar de ser autor de una de las obras literarias más trascendentales de la cultura greco-romana. Sí que sabemos que nació en el año 94 a. J. C. y que se suicidó a los 43 años, que era ciudadano romano y amigo de Cicerón. La única noticia escrita que tenemos procede de San Jerónimo que la tomó de Suetonio, pero su contenido es tan inverosímil que aporta más oscuridad que luz. Pretende que Lucrecio bebió de joven un filtro de amor que le hizo volverse loco y llegar finalmente al suicidio. Quizás analizando el contenido del ‘De rerum natura’ podamos entender por qué su vida, y su obra se mantuvo oculta durante más de 1.000 años, pues una copia de su libro no estuvo disponible hasta principios del siglo XV.

El gran poema filosófico de Lucrecio subvirtió el mundo entonces conocido, tanto por su belleza como sobre todo por las ideas que contenía. Baste decir que su introducción, dedicada a Venus, resultó tan inspiradora que llevó a Sandro Botticelli a pintar ‘El nacimiento de Venus’. Lo más turbador de sus ideas fue, en aquel entonces, que aun admitiendo la existencia de los dioses, describió un mundo basado en los átomos y el vacío que funcionaba independientemente de ellos. Esta teoría negaba que el fuego, el aire y el agua fueran los elementos constituyentes del universo, y lo más importante, negaba la inmortalidad del alma. Fue más lejos todavía al negar que la tierra fuera el centro del universo y el hombre el centro de la creación. Resulta estremecedor constatar que todas esas ideas, planteadas hace más de 2.000 años, sigan siendo básicamente correctas según la ciencia ha podido constatar. Esto es la mejor explicación para la opacidad de su figura y de su obra que era contraria a lo que las religiones del Libro predicaron, y siguen predicando, durante siglos.