Bala de plata

Todo lo que empieza, acaba

Releyendo hace unos días las páginas de “Garófalo o la lesión de los sentimientos”, publicado en 2007, llegué a una frase que me volvió a recordar inmediatamente a Sartre, el Nobel de Literatura que en 1964 rechazó el premio. La línea de texto dice: "Todo lo que empieza tiene que acabar".

En efecto, es una conocida ley natural que pasa por las diferentes facetas de la existencia. El alfa y el omega. Para Sartre y otros filósofos de su corriente, la conciencia de nuestra finitud nos debe impulsar a vivir más auténticamente. Desde las mismas estrellas del firmamento hasta las relaciones en la vida cotidiana, todo está sujeto a la impermanencia. Aceptar esta verdad nos ayuda con los propósitos particulares de cada uno.

Desafío

Esta idea, la de que las cosas son efímeras, no solo atañe a la filosofía, la ciencia o la literatura, sino que entrelaza profundamente con nuestra experiencia cotidiana y la comprensión del mundo. Admitir que todo tiene un fin puede ser un desafío que origine inquietud, es cierto y comprensible, pero también es una fuente de sabiduría. Vivir el presente nos prepara para afrontar retos y adaptarnos a nuevas circunstancias. 

La literatura ha abordado la impermanencia de muchas maneras. Por citar un par de obras maestras que tengo en mente, “La Odisea” de Homero narra una historia épica donde el regreso a Ítaca marca el fin pero a la vez el comienzo de una nueva etapa. Este ciclo refleja cómo cada capítulo de la vida tiene un cierre que prepara el escenario para el siguiente.

En “Cien años de soledad” de García Márquez, la novela explora la historia de la familia Buendía a lo largo de varias generaciones. A medida que se desarrollan los periodos, cada generación se enfrenta a su propio fin dando paso lógicamente a la siguiente.

Garófalo

Escribí “Garófalo o la lesión de los sentimientos: apuntes criminológicos y sociales” hace casi veinte años. Raffaele Garófalo (Nápoles, 1851 - 1934) fue uno de los padres de la criminología y de la escuela positivista. En 2007, cuando el volumen llegó a las librerías, me preguntaron si realmente se podía enlazar a Sartre con Garófalo en dos disciplinas tan aparentemente dispares. Entonces dije aquello de que “La existencia es en realidad un presente; todo lo que empieza, acaba inevitablemente”. Hoy me reafirmo. 

Y para que esta columna tenga un afán práctico, y no meramente teórico, bajaré al ring. No me cuesta. Confío en que, en efecto, un Gobierno que pacta con los herederos de una banda terrorista para mantenerse a cualquier precio en el poder, tenga no sólo su fin con deshonor, sino su pena.