Símbolos sin tiempo

La triste Venezuela de Maduro, Diosdado y los Rodríguez

Me parece realmente sorprendente que un país como Venezuela se haya convertido en el epicentro del narcotráfico de América, del blanqueo de capitales, de los saqueos confiscatorios, de la malversación sin límites, de los apagones energéticos, de la delincuencia en las calles y de los pagos a los políticos extranjeros que presumen de demócratas en sus países y que se rompen las vestiduras ante circunstancias veniales que apenas tienen recorrido. El mundo que entre todos hemos hecho en Venezuela a nuestra imagen y semejanza tiene el rostro de Diosdado Cabello, de los hermanos Rodríguez, de Nicolás Maduro y de todos aquellos que los defienden, los amparan y los justifican. De todos los que permiten que los gobernantes venezolanos se lo guisen y se lo coman mientras pasan hambre y extrema necesidad millones de compatriotas que viven aturdidos, atemorizados y desconcertados por los acontecimientos que se suceden desde hace unos años y que se incrementaron después de ese paripé electoral que simuló la celebración de unas elecciones libres. Venezuela es una dictadura apoyada por políticos que justifican las dictaduras. El gobierno fraudulento de Venezuela es un gobierno que ha logrado que millones de ciudadanos vivan fuera de su país, huyendo de las represalias internas. Venezuela es el país del miedo y las injusticias. Es un país de sátrapas y tiranos que se han enriquecido hasta extremos que no seríamos capaces de comprender. Porque ya han blanqueado millones de dólares de modo muy sencillo, pues disponen de todas las instituciones de un Estado para hacer fechorías. Es el país que saca de sus fronteras maletas llenas de dinero, pero los que viven allí pasan hambre física y anímica. Y es que saldar asuntos con dictadores está abocado a una “nada” absoluta. Mucho más absoluta que la que el poeta José Hierro preconizó en ese soneto titulado “Vida” y que termina con un verso rotundo que nos dice: “después de tanto todo para nada”.  Venezuela fue TODO y la Venezuela actual es “la vergüenza de todas las vergüenzas” que los ciudadanos del mundo libre no debemos permitir. Venezuela es un presidio lleno de venezolanos a los que Maduro entrega una mísera bolsa de alimento - como la que los carceleros entregan en los presidios - para que le estén eternamente agradecidos.

¿Pero qué futuro espera a ese país lleno de posibilidades que se ha convertido en la representación de la pobreza? 

Venezuela es el “país mentira” que no es capaz de mostrar las actas electorales porque no podrían justificar nada de lo que han tomado por la fuerza los dictadores. Es el país del engaño que ha puesto a Edmundo González al borde de un caos manifiestamente coordinado desde la embajada española, por compatriotas míos: vuelvo a sentir vergüenza, de que individuos malévolos que presionaron para saliera de su país un hombre bueno – Edmundo González -  que había sido elegido mayoritariamente por el pueblo en las urnas.

Los seres libres tenemos la obligación de defender a todos aquellos que son víctimas de abusos a través de los poderes orquestados. También por algunos españoles que van a gusto en la burra que acarrea las albardas de los déspotas que se erigieron en dueños y señores de un país que ha perdido la dignidad.

El poder y la ambición desmedida provocan eclosiones muy perjudiciales para muchos seres humanos, porque los gobernantes que no quieren desprenderse de su minuto de gloria corrompen a los pueblos. Es el tipo de ambición que señaló ese perro alano que fue protagonista cervantino en “La novela del coloquio de los perros” y se llamaba Berganza, cuando le dijo a Cipión que al desdichado las desdichas le buscan y le hallan aunque se esconda en los últimos rincones de La Tierra. 

Espero que las desdichas busquen y encuentren a Maduro y a todos y cada uno de los indeseables que han robado la libertad y la dignidad en Venezuela. También a sus cómplices y valedores… Y a sus amigos íntimos, porque les alientan y cobijan.