Rostros y Letras

Entrevista a Claudia Solís-Ogarrio

Claudia Solís-Ogarrio

Es comunicóloga, poeta, editora y traductora mexicana nacida en Ginebra, Suiza. Fue agregada cultural en la Embajada de Canadá en México, tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte durante dos décadas. Tuvo importantes cargos en el Museo Nacional de Antropología, en el Consejo Empresarial Mexicano para Asuntos Internacionales y como editora en el Banco de México. Ha publicado: Poemas al fresco, Insomnios, El colibrí del delta y Tiempo de zafra/Temps de récolte de la Universidad Claudia Solís Autónoma Metropolitana y Écrits de Forges de Québec. Miembro organizador del Festival Internacional “Letras en San Luis” y enlace del Festival Internacional de Poesía “La Mujer en las Letras”. Es miembro de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México.

¿Cómo describirías tu espíritu creador? 

No tiene descripción. Yo hablaría de un detonador: una imagen, un sentimiento,  un sueño, lo cotidiano, tu entorno, un recuerdo, una idea, un “no sé qué”  y al mismo tiempo “algo preciso””. Eso que experimentas en la boca del estómago, en el diafragma, en el gañote, eso que te impulsa y necesitas expresar. Y le das cuerpo y materia a través de la palabra. Ese es tu instrumento. 

Yo creo más bien en el espíritu del trabajo. No hay inspiración, hay una idea, hay algo confuso y claro, sombra y luz. Y hay trabajo para construir. Es “a darle” diario, cotidiano. Por eso se dice que un poema no se acaba, solo se abandona. Lo decía Paul Valéry. Un poema se trabaja: se pule, se limpia, le quitas todo adorno, todo antifaz, hasta que llegas a la raíz. Es ahí donde está el poema.

¿Qué papel juega tu sensibilidad en tu proceso creativo?

Es fundamental. Todos sentimos y tenemos una óptica diferente. Nos inquietan y nos asombran distintas cosas. Yo creo que los seres humanos todos somos sensibles. Lo que hay son diferentes sensibilidades. Unos la tienen hacia la palabra, la poesía y la narrativa, otros a los números, a las finanzas, otros a la medicina, a la pintura, a las artes visuales, al comercio, la política. Yo creo en esa sensibilidad renacentista, en el hombre del Renacimiento, que con el devenir del progreso se fue especializando y dividiendo. 

¿Qué crees que dice tu obra sobre tu esencia más profunda?

Es una buena pregunta. Por supuesto. Nada más contundente que la poesía que escribo radica sobre mis inquietudes, lo que se agita en mi alma, mis preguntas, mis contradicciones, mis limbos, mi memoria, mi historia: lo que miro, lo que puedo nombrar y no. Lo que callo tras las palabras.  

¿Qué te impulsa a seguir explorando nuevas formas de expresión?

¿Nuevas formas de expresión?: pienso que todas tenemos una voz que nos caracteriza, una mirada propia y particular que será nuestro sello, que nos identifica del resto. Creo que todo poema es una nueva exploración, una nueva aventura. Lo que me impulsa a seguir escribiendo es lo asombroso del mundo y de la vida. Mientras no despierte y vea cuatro cirios alrededor de mi cama, como dicen: ¡ya la hice!