Una vez vista las ganaderías de Casta Jijona, recordemos las de Toros Colmenareños o de la Tierra que, aunque nada queda de ellos en la actualidad, la historia siempre recordará las ganaderías de “El Cura de la Morena”, “Bañuelos” y “Aleas”.
Veremos en este artículo la historia de las dos primeras, dejando para el siguiente la de los “terribles” Aleas.
EL CURA DE LA MORENA
Sobre 1845 el colmenareño Miguel de la Morena formó una ganadería juntando reses de Casta Jijona y Colmenareñas con resultados contradictorios pues a toros boyantes se unían más de lo deseado auténticos bueyes. Pero no desistió en su intento y cuando murió en 1866 se hizo cargo de la ganadería su hijo Pedro de la Morena, presbítero, conocido como “EL CURA DE LA MORENA”. Los toros del Cura eran más broncos que bravos y aunque nunca llegaran a fracasar completamente, tampoco llegarían a proporcionar grandes éxitos a su criador. Su mejor característica era que aguantaban muy bien el castigo y duraban mucho, por lo que cuando alguno salía bueno, normalmente proporcionaba el éxito del matador.
El Cura de la Morena murió en 1891, pero años antes ya se había desprendido de sus reses. El comprador fue en 1886 el salmantino “Amador García” que realizó varios cruces con la intención de mejorar el producto sin conseguirlo plenamente.
A la muerte de Amador, sus herederos vendieron la ganadería al ya conocido “Manuel Arranz” que, como sabemos, prefirió la línea Martínez y muy pronto eliminó lo del Cura.
BAÑUELOS
La historia de esta mítica ganadería la comienza el colmenareño “Jose Rodríguez García” hacia 1650. De entre el numeroso ganado que pastaba libremente por los campos, José se limitaba a elegir para la lidia, simplemente por inspección ocular, las reses que consideraba más grandes, más ásperas, más difíciles de manejar en el campo y con las cornamentas más aparatosas. Esa era la única selección: la del criterio personal de elección del ganadero.
La familia siguió siendo ganadera pero sería el nieto de José, “Manuel Rodríguez”, que era sacerdote, el verdadero artífice del prestigio de la ganadería, pues empezó hacia 1775 a seleccionar de forma más rigurosa el ganado, logrando una regularidad en el comportamiento antes ni soñada.
Al morir en 1783 la heredera fue su sobrina Manuela Rodríguez, que estaba casada con “Juan Bañuelos Fonseca”, que aumentó aún el prestigio de la marca, a pesar de la mala época que le tocó vivir con las prohibiciones de Carlos IV y la Guerra de la Independencia.
Su hijo y sucesor en 1813 será “Manuel Bañuelos Rodríguez” que logrará colocar sus reses en la primera fila del escalafón ganadero del momento, al nivel de los Gaviria o Veragua.
No contento con ello, intentó algunos cruces con reses de “Gaviria” y del “Barbero de Utrera” que refrescaron la ganadería.
Murió en 1852 y su hijo Pablo lo hizo en 1853 por lo que serán sus nietos los Bañuelos Salcedo quiénes le heredarán. El más importante de ellos será “Manuel Bañuelos Salcedo”, abogado y amigo de artistas.
Como ganadero tuvo la inusual idea de, pensando que sus toros habían devenido en demasiado dóciles, cruzar las vacas con un toro manso de la Tierra, con resultados increíblemente buenos. Manuel vivió hasta 1907 pero años antes en 1894 había vendido la ganadería a su hermana “Prudencia Bañuelos Salcedo”, casada con el ganadero colmenareño Pablo Ugalde. Los hijos de este matrimonio Pablo, Manuel y Mercedes Ugalde Bañuelos (esta última casada con el ganadero de Casta Jijona Félix Gómez Pombo, ya citado en su momento) se hacen cargo de las labores ganaderas.
Deciden cruzar su ganado con un semental de Encaste Saltillo, cuyos frutos no llegaron a fructificar, pues en 1919 cuando muere su madre Prudencia, venden la ganadería que, tras pasar sin pena ni gloria por varias manos, desaparecería durante la Guerra Civil. “Bañuelos” está considerada como una de las más grandes de la Historia, pero ya no queda nada de ella.
En la actualidad existe una ganadería denominada “Antonio Bañuelos” pero no existe ninguna relación con la antigua que aquí nos ocupa. La actual está formada con reses de “Torrealta”, que es una ganadería mezcla de varias sangres del Encaste Juan Pedro Domecq y algo también del de Torrestrella y pasta en Hontomín, en el páramo burgalés, siendo conocidos como los “toros del frío”.