Ciencia, periodismo y política

Ciencia, política y periodismo

Hace tiempo, siendo Director de la Agencia del Medicamento, la ministra me ordenó retirar determinado fármaco. 

- No se puede tomar esa medida unilateralmente, estamos en la Unión Europea.

- No te he pedido tu opinión, te he dado una orden.

- No puedo cumplirla. Además, en Salud Pública hay que sopesar las intervenciones, en ocasiones lo mejor es no hacer nada.

- ¡Lo mejor es no hacer nada! ¡Pero qué listo es mi niño!

Esto me lo dijo con su acento andaluz y el buen humor solventó el conflicto.

Esta semana se ha publicado en ‘The Stanford Review’ el resumen de la conferencia que dictó el doctor Scott Atlas en esa universidad titulada “Pandemic Policy: Planning the Future, Assessing the Past.” El argumento central fue que las medidas tomadas durante la pandemia como los encierros forzosos y el uso de la mascarilla no solo fueron inútiles, sino también deletéreas en muchos casos. Scott Atlas es un experto en ‘Health policy’, una disciplina que evalúa las consecuencias de una intervención desde diferentes puntos de vista. Si esto es así, cómo se explica que la mayoría de Gobiernos tomaran estas medidas con meritorias excepciones como fueron Suecia o Florida.

He estado muchos años trabajando cerca de los políticos y he comprobado el miedo que tienen a la inacción. Desean tomar medidas y anunciarlas a bombo y platillo, para que los votantes vean su empeño en arreglar las cosas. Se llega al extremo de que los ministros compiten entre sí para ver quién lleva más normas al BOE, como si eso fuera una medida de eficacia. En asuntos de Salud Pública se cuenta con el asesoramiento de los científicos que cuando aconsejan no hacer determinada intervención quedan bajo sospecha. Cuando esto ocurre, es decir, aconsejan no hacer algo y no se les escucha, ¿por qué no se rebelan? La razón es obvia, porque todos dependen del dinero público controlado por los políticos. Ahí debería estar el periodismo vigilando que las medidas políticas sanitarias tengan coherencia científica, pero se hallan en la misma situación que los científicos, dependen también del dinero público. Esto puede parecer exagerado, desde luego admite muchos matices, pero veamos lo que dijo el doctor Atlas en su conferencia:

"I received 100’s of emails from doctors and scientists all over the country, including from this institution, Stanford, and from inside the NIH - saying “keep talking, Scott, you’re 100 percent right, but we’re afraid for our families and our jobs”

El pecado de este científico fue oponerse desde el principio a los encierros y las mascarillas, lo que causó la ira de los políticos useños que propiciaron una campaña periodística en su contra, un proceso de cancelación característico. Pero el tiempo da y quita razones y en este caso la figura de Scott Atlas ha terminado por emerger como el poseedor de la verdad científica. Mientras tanto los fabricantes de mascarillas, los intermediarios y muchos de los políticos que gestionaron su compra, ‘hicieron su agosto’.