En corto y por derecho

Los detectives salvajes

A Carlos García-Alix 

Las novelas de Roberto Bolaño ‘Los detectives salvajes’ y '2666’ son una apuesta literaria de alto voltaje, no apta para todos los públicos. En su compleja trama, el desierto de Sonora es  testigo de la barbarie perpetrada por el Cártel de Sinaloa, aunque quizás sean los feminicidios de Ciudad Juárez los que más revuelven las tripas del lector.

Tom Homan, el ‘zar de la frontera’ nombrado por Trump, parece querer seguir los pasos del salvadoreño Bukelele para resolver el problema de las Maras. La presidenta de México ha enviado a EEUU, sorprendentemente, a 29 capos de los cárteles del narcotráfico reiteradamente reclamados por las autoridades useñas. Parece que la amenaza de imponer aranceles ha influido. ¿Funciona la mano dura?

Antonio Escohotado, con su adanismo habitual, proponía legalizar las drogas. A problemas complejos, soluciones sencillas, como la de Homan y Bukeleke, es lo que te pide el cuerpo después de leer a Bolaño. Habiendo estado en los años 70 estabulado en internados y cuarteles, aprendí que la disciplina es necesaria, pero hace falta algo más, algo que sea capaz de sacar lo mejor que tenemos. Homan cree en la conspiranoica teoría del ‘great replacement’, la entrada masiva de inmigrantes que terminarían votando  al partido demócrata y paralizando el movimiento MAGA. No me parece sensato, recuerda demasiado a la conspiración judía. Sí que me parece razonable acabar con el delirio woke, pero no sustituir uno por otro. La historia nos ha mostrado el daño que producen los pensadores, esos ‘ingenieros del alma’ que alimentan soluciones para crear una sociedad más justa, ese ‘hombre nuevo’ que dejó tantos millones de muertos en el siglo XX.