A Volapié

España y la presión fiscal

Alfonso de Valdivia
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Es frecuente leer y oír por parte de políticos y sindicalistas que pagamos pocos impuestos porque nuestra presión fiscal es solo un 38% del PIB, unos cuatro puntos porcentuales menos que en los principales países europeos. Vamos a ver si tienen razón. 

Lo primero que hay que señalar es que esta menor presión fiscal no se debe a que paguemos pocos impuestos, sino a la relativa pobreza de las rentas españolas respecto de las del centro y norte de Europa. Es un problema de falta de productividad, de tener una economía de menor valor añadido.

Somos bastante menos productivos y por lo tanto nuestros sueldos medios son más bajos, y dada la progresividad del IRPF, la recaudación tiene que ser forzosamente menor. Esta es la principal explicación. De hecho, si nos comparamos con Portugal, tenemos la misma presión fiscal. Nuestro vecino es un país con un estado grande, muy intervencionista, y con elevados impuestos, pero también es poco productivo. No es casualidad que tengamos el mismo 38% de presión fiscal.

Vamos a repasar primero las principales figuras de la imposición indirecta. En cuanto al IVA general, pagamos el 21%, algo por encima de la media de los principales países de Europa como son Alemania 19%, Francia 20%, Holanda 21% e Italia 22%. Por lo tanto, hay muy poco margen para subir el IVA. El problema no es el tipo, sino la escasa renta disponible de los españoles, pues bajos ingresos medios implican un modesto consumo. No olvidemos que el IVA es además un impuesto regresivo.

Si analizamos la fiscalidad de la vivienda vemos que pagamos más que en Europa, con una excepción. En Alemania, Italia y Holanda se paga entre el 2 y el 7%, ya sea nueva o usada, mientras que en España pagamos entre el 6 y el 10%. Aquí lo que toca es armonizar a la baja, ¡no puede ser que siempre se haga al alza!.

Donde pagamos menos que en Europa es en el impuesto especial de hidrocarburos. La fiscalidad española roza el 47%, mientras que en Francia, Italia y Alemania alcanza el 68%, 72%, y 65% respectivamente. Superar el 50% es notoriamente confiscatorio, pero en todo caso solo es viable en países de elevada renta, cosa que no es España. Una fiscalidad del 50% es probablemente lo máximo que nuestra economía podría soportar.  

En conclusión, comparando con Europa, vemos que en conjunto no hay mucho margen para aumentar la fiscalidad indirecta, especialmente si no queremos dañar aún más a las clases bajas y medias. Modestas subidas en el IVA general y en los hidrocarburos deberían ser compensadas por una menor fiscalidad en el acceso a la vivienda.

En cuanto a la imposición directa, empezaremos por el IRPF. Tampoco esta figura tiene recorrido al alza debido al moderado sueldo medio español y a la progresividad del impuesto. Por lo tanto, comparando con Alemania, Francia u Holanda, la cuña fiscal es y será inevitablemente inferior en España y Portugal. Tampoco hay que olvidar que la tarifa no ha sido deflactada o ajustada por la enorme inflación de los últimos años, lo que implica que ya nos han subido el impuesto por la puerta de atrás. Incrementos adicionales no son aceptables, ni justos, ni deseables. 

La cuña fiscal es la suma del IRPF y de las cotizaciones sociales que soporta el empleo. En España excede el 40% del salario medio español según datos de la OCDE. Sin embargo, Francia, Italia y Alemania soportan una cuña fiscal entre el 45 y el 48%. Alemania se lo puede permitir porque el sueldo medio es el doble, sin embargo Francia e Italia no porque sus sueldos medios no son  mucho mayores que el nuestro, especialmente Italia. Si se fijan ambos países son los grandes enfermos de Europa, siendo la causa los excesos estatistas y sus derivadas como son una presión fiscal y una cuña fiscal desmesuradas. No parece lógico entonces seguir el mismo camino que ellas.

Si calculamos la presión fiscal total que soporta un sueldo de 30.000e en España (IRPF+SS+IVA+otros impuestos) alcanzamos el 53% del coste laboral. Queda claro que no se pueden aumentar aún más ni el IRPF ni las cotizaciones sociales. En cuanto a los hogares con hijos, la cuña fiscal que soportan es del 37%, muy por encima del 29,5% de media de la OCDE. 

En lo que concierne al Impuesto de Sociedades (IS), tenemos el mismo tipo general que en Francia y Bélgica, es decir un 25%. Países Bajos, Italia y Alemania tienen un 26%, 28% y 30% respectivamente. Sin embargo, nuestros primos portugueses lo han bajado con buen criterio al 21%. 

Dado que la mayor parte de las empresas españolas son pymes, y muchas de ellas con estrechos márgenes y modesta rentabilidad, no se debería aumentar el IS. Incrementarlo reduciría aún más tanto el beneficio como el flujo de caja, y por lo tanto disminuiría su capacidad para invertir, crecer, y contratar nuevos empleados. Con un 12% de paro no parece sensato cercenar la capacidad económica de contratar.  

Hay otras figuras impositivas como Sucesiones y Donaciones (SyD) y Patrimonio, pero están en retirada en la mayor parte de los países Occidentales pues son impuestos profundamente injustos y desfasados que implican una cuádruple imposición sobre el patrimonio acumulado. Se trata de figuras impositivas de corte puramente ideológico, y que además no generan una gran recaudación. Sin embargo, causan un notable daño a los herederos o donatarios de las clases medias y bajas. Solo en el caso de muy grandes capitales o patrimonios tienen sentido, y con tipos bajos pues hay que recordar que la constitución no permite la confiscación. 

En conclusión, a la luz de todo esto, creo que España tiene la mayor presión fiscal que puede soportar dado el grado de desarrollo de su economía. Mayores impuestos tendrían un impacto económico y social negativo. En cualquier caso incrementar la fiscalidad del IVA, de los combustibles, de SyD y de Patrimonio generaría un aumento de la recaudación inferior al 0,5% del PIB, dañando el poder adquisitivo de muchas familias de clase media y baja. En ningún caso podrá el gobierno de esta manera alcanzar la presión fiscal media europea. 

Si quieren aumentar la recaudación fiscal hay que aumentar la base de la economía privada, no pública. Hay que implementar un marco legal y fiscal favorable a la inversión y el emprendimiento, de manera que crezca el número de empresas y autónomos, y por lo tanto el empleo privado. Hay que reducir el desempleo al 6%, cosa factible pues lo ha hecho Portugal. Last but not least, es fundamental desarrollar políticas que aumenten la productividad, y por lo tanto las rentas. ¡La productividad es clave!

Aumentar los impuestos aún más perjudica a unas clases bajas y medias exhaustas fiscalmente y daña el crecimiento económico, aunque, eso sí, favorece a los políticos y a sus clientes cautivos, es decir a una minoría. ¿Es esto lo que queremos, lo que realmente necesita España?