A Volapié

Falacias de la justicia social

Desde hace varias décadas casi todos los partidos políticos han estado defendiendo encarnizadamente un concepto de justicia social equivocado centrado en la igualdad y el crecimiento desaforado del estado. No lo hacen por el bien común sino generalmente por una desmedida sed de poder. 

Una vez que han conseguido que la sociedad en su conjunto acepte como una verdad absoluta este concepto de justicia social, entonces pueden justificar fácilmente el enorme incremento del peso del estado en la sociedad. Este crecimiento de lo público se traduce en más poder y riqueza para los políticos y sus redes clientelares. El precio a pagar, como en el caso de la España actual, es el aumento de la inflación y el desempleo, del riesgo de pobreza, así como un endeudamiento desmedido que hipoteca nuestro presente y futuro.

En su famoso discurso “I had a dream”, Martin Luther King clamaba por el fin de la discriminación y la igualdad de oportunidades para todas las razas de manera que cada uno pudiera prosperar libremente según sus capacidades. No pedía la desaparición de las disparidades económicas, no pedía rebajar a los que con esfuerzo han llegado arriba para igualar a todos por abajo en la mediocridad. Sabía muy bien que su raza, al igual que las demás, era capaz de prosperar si le daban las mismas oportunidades. 

Las evidencias demuestran que cuando hay igualdad de oportunidades, y por lo tanto acceso para todos a una educación de calidad en el marco de una sociedad abierta y de mercado, entonces disminuye la pobreza rápidamente a la vez que aumentan moderadamente las desigualdades. Es mejor una sociedad con una renta per cápita mucho mayor, con poco desempleo, pocos hogares en riesgo de pobreza, y un poco más desigual, que lo contrario. Esta mayor desigualdad es justa porque es el fruto del talento, de la inteligencia y de la capacidad y voluntad de esfuerzo que tiene cada uno para desarrollar su máximo potencial, siempre que haya igualdad de oportunidades al inicio.

A partir de los años 80, tanto en EE.UU como en Europa los socialistas de todos los partidos han puesto el foco en las disparidades económicas, en la redistribución masiva de la renta, en la devaluación de la educación, y en el crecimiento desorbitado del estado. La realidad es que están consiguiendo menos justicia social, y no más, como es el caso de España desde el 2010, y especialmente desde el 2018. Estas políticas están incrementando la pobreza en España a niveles no vistos hace muchas décadas porque se están haciendo a costa de la generación de riqueza. Este es el amargo fruto de las políticas estatistas que se derivan de la falacia de la justicia social.

Si queremos mayor justicia social entonces hay que atacar los verdaderos problemas, es decir, la inflación y el desempleo, la menguada renta disponible, la pobre productividad, la mediocre calidad de la educación pública, la falta de libertad económica, así como el excesivo peso del estado, tanto económico como regulatorio y fiscal.  Nada de esto se está haciendo en la actualidad, lo cual nos pone en la senda de un empobrecimiento general y creciente.  

La desigualdad económica nunca es un problema porque la economía no es un juego de suma cero. Suiza es algo más desigual que España y sin embargo el conjunto de los suizos vive mucho mejor que nosotros, y tienen muchos menos pobres. La clase pudiente no ha logrado su posición porque expolie a los pobres, sino que prospera porque genera riqueza con esfuerzo y trabajo productivo. Las políticas de igualdad extremas se han intentado en muchos países comunistas y socialistas, siendo el fruto de estas políticas la reducción de la desigualdad mediante el empobrecimiento generalizado, el atraso, y en algunos casos la muerte de muchísima gente. En el caso de Venezuela, las políticas de justicia social han destruido dos tercios del PIB, empobrecido al 80% de la población y expulsado del país a 8 millones de ciudadanos. 

El estado es un vector de prosperidad y por lo tanto de justicia social cuando su tamaño es moderado, tanto a nivel de gasto público como en el grado de intervencionismo. Cuando se torna enorme como en España, Francia o Italia, se empobrece a la nación y la justicia social mengua. 

No puede haber igualdad cuando incluso los hermanos que se crían bajo el mismo techo y reciben la misma educación alcanzan en su edad adulta muy diferentes grados de desarrollo económico y social. Lo que tiene que haber es igualdad de oportunidades en el acceso a una educación que ha de ser de gran calidad. 

La cuestión es, ¿nuestros jóvenes reciben una educación de calidad?. La respuesta es no, como se puede comprobar en la encuesta PISA, o en el ranking de universidades de la OCDE. La educación y la formación del capital humano son las claves de la prosperidad y de la justicia social. Entonces ¿por qué los gobiernos defensores de la justicia social ofrecen a nuestra juventud una educación de tan bajo nivel?. 

En primer lugar, porque si el pueblo es ignorante es fácil de manipular y engañar. En segundo lugar, porque un país empobrecido debido a la mala formación del capital humano y que gira en torno a un estado asistencial se convierte en una sociedad de votantes cautivos. Esta es una de las formas mediante las cuales perecen las democracias. En tercer lugar, porque los promotores de esta justicia social no creen en el esfuerzo y el mérito, creen en una vida relajada, de poco afán, que debe girar en torno al estado como proveedor de todo y facilitador de la felicidad, lo cual es una utopía irrealizable, e implica que desconocen profundamente la naturaleza humana.

El primer objetivo de esta falacia es facilitar el acceso y la permanencia en el poder a los políticos que la defienden, aún a costa de empobrecer gravemente la sociedad. Una vez cómodamente instalados en él, el segundo objetivo es aumentar su poder hasta cotas nunca vistas en una democracia. Para esto el estado y los impuestos tienen que crecer enormemente junto con el n.º de funcionarios, de leyes y regulaciones. Todo esto lo justifican con la permanente búsqueda de su particular Vellocino de Oro, su famosa justicia social. 

No solo los políticos progresistas europeos proveen una educación de mala calidad de forma intencionada, también lo hacen los Demócratas en EE.UU. A todos nos suena la permanente cruzada que tiene parte de la izquierda española contra la escuela concertada. Pues bien, los resultados escolares de los hijos de la gente de color que reside en los barrios americanos de baja renta y que estudian en escuelas concertadas (las Charter schools) superan en 6 veces a aquellos que van a la escuela pública. ¿Y qué creen ustedes que los Demócratas están haciendo al respecto?. Lo han adivinado, están cortando la financiación a las concertadas y poniendo trabas burocráticas para que no se expandan. Prefieren a los chicos negros ignorantes, pobres y atrasados porque así es improbable que voten a los Republicanos. De igual manera es así más probable que cale en ellos el discurso victimista woke que tanto daño les hace.  

No solo es culpa de los Demócratas, también lo es de los sindicatos de profesores de la escuela pública que presionan para que se ponga freno a la competencia de la concertada. Así pretenden conseguir más recursos, no para mejorar la educación, sino para cobrar más haciendo lo mismo o menos. ¿No les suena?. El estado Leviatán deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo, es el cáncer de las naciones.

Cuando oigan a un político hablar de la necesidad de pagar más impuestos y de aumentar el estado para gozar de más justicia social, desconfíen, no se dejen engañar. 

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