¿Se acuerdan del follón del papel higiénico durante la pandemia? Ahora el caballo de batalla es el kit de supervivencia, un elemento condicionado al temor —calzado a la fuerza—, alimentado a partes iguales por la UE y Moncloa, para justificar el gasto en rearme militar camuflado bajo la reticencia de seguridad, entendiendo por definición tal suspicacia como el efecto de no decir sino en parte, o de dar a entender claramente, y de ordinario con malicia, que se oculta o se calla algo que debiera o pudiera decirse, o, dicho en palabras de Aristóteles, no se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.
Pero analicemos primero que nada la situación, cuyo origen se sustenta en la guerra rusoucraniana. Cuando Moscú capitaneaba a la Unión Soviética, se nutría del resto de sus países satélites. Ahora no. En este momento funciona solo con recursos propios, y resulta obvio que no son tantos.
La cuestión inicial está en los efectivos. Primero, el Kremlin tuvo que contratar al Grupo Wagner, una milicia mercenaria que es claro reflejo de unas Fuerzas Armadas con escasos efectivos. Luego echó mano de reclusos criminales. ¿Se podría quedar alguien tranquilo liberando de la cárcel a verdaderos asesinos y, tras armarlos, dejarlos campar por sus respetos? Pues como a falta de pan buenas son tortas, Putin sí lo hizo. El siguiente refuerzo vendría del contingente norcoreano cedido por Kim Jong-un, todo ello con resultados patentes.
Pero lo cierto es que, después de tres años de conflicto bélico, la escuadra carcelaria cría malvas; a los norcoreanos hubo que mandarlos de vuelta a casa porque se mataban ellos solitos, y los militares rusos y ucranianos pasan el tiempo en tierra de nadie intercambiando de sitio los mojones fronterizos del Dombás. Lo que en teoría debería ser la “gran potencia rusa” apenas es capaz de mantener su milicia a flote, en una guerra que, lejos de militar, acaba resultando mediática.
Todo ello no impide a la UE convertir este conflicto armado en la excusa perfecta para poner en funcionamiento una de las industrias más rentables, la bélica, a la par que desafía el orden mundial pugnando, frente a Estados Unidos, China e India, por marcar la hegemonía mundial. Junto al económico, la potencia militar es justo el espacio que la UE necesita para mantener su esquema territorial, luego de haber deslocalizado la mayoría de su industria, así como la producción agroalimentaria.
Aquella Unión Europea, nacida como un acuerdo regional internacional para el mercado del acero y el carbón, para pasar a ser una coalición de estados con moneda, leyes, parlamento y fronteras comunes, hacía prever que en algún momento transitaría hacia potencia militar. La guerra de Ucrania fue una simple excusa para militarizarse.
Pero, tanto para el gobierno de la UE como para el de España, la fútil intimidación de la generalización del conflicto es una sencilla maniobra de ingeniería social para restringir a los ciudadanos. La amenaza de una hipotética ocupación rusa de todo el continente es una forma más de instrumentalizar el temor para que el Pueblo trague, y una llamativa cortina de humo para tapar los escándalos y arbitrariedades del Gobierno.
De ahí la necesidad creada de tener un kit de supervivencia, que no deja de ser otra torpe excusa para mantener distraído al respetable, ya que, en un análisis más profundo, deberíamos admitir varias cuestiones. Primero, que ante una guerra nuclear o bacteriológica el kit sería como cazar leones con cerbatanas cargadas con granos de arroz. Segundo, que si poca supervivencia se puede garantizar en los tres primeros días que las autoridades consideran críticos, menos aún será a partir de entonces, ya que más difícil aún será enviar ayuda a ningún sitio, lo que en conclusión busca mantener a la ciudadanía ocupada como cuando almacenaba leche y papel higiénico como respuesta psicológica a no sufrir exclusión.
Todo un rearme tan repulsivo como el argumentario de Sánchez, que evoca al clásico Homero al criticar que para él era tan odioso como las puertas del Hades, aquel hombre que ocultando una cosa en su seno, dice otra.