La activista Greta Thunberg, líder hace un tiempo de las marchas climáticas, fue también la cabeza visible de lo que yo defino retórica populista de izquierdas, es decir, líder de una alternativa climática vulgar, ruinosa y despreciable. Los políticos tampoco han alcanzado en el plano práctico más compromiso que asegurar la aportación de ingentes sumas de dinero, y habrá que ver en un futuro no muy lejano, si sus respectivos votantes están dispuestos a asumir las imprentas de los gobiernos comprados por las élites, que pueden arruinar su nivel de vida. Lo que se consigue con todo ese despliegue activista no es un plan solvente para resolver el cambio climático, es pura propaganda ideológica y política. La solución no vendrá de las grandes élites con sus suicidas agendas, ya que esas élites sólo tienen en mente su lucro personal, y además, son un peligro para la innovación. ¡Qué pena que el Gobierno español compre esa filosofía elitista! En realidad, lo que se precisan son normativas claras e incentivadoras de la investigación para que los sectores público y privado se coordinen en objetivos para la mejora del medio ambiente. La certeza que se nos transmite sobre la inminencia y los nefastos efectos del cambio climático no debería admitir frivolidades como esas inútiles y vergonzosas marchas climáticas. Para terminar estas columnas sobre las marchas climáticas y todo lo que les rodea política, social y económicamente, decir que todas esas manifestaciones, que se hacen llamar pacifistas, son todo lo contrario, y me remito a su recorrido histórico: quema de contenedores y neumáticos con sus correspondientes barricadas, rotura de mobiliario urbano..., ¿esto no perjudica al medio ambiente? ¡Más seriedad en esta vida, por favor! FIN...
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