Mi pasión

Las mulillas de arrastre

Manuel Gutiérrez Troya
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Como en casi todas las facetas de la Fiesta de los Toros hay que irse a la historia. 

En un principio se sacaban de las plazas a los toros ya estoqueados cargados en carruajes de aquella manera que pudiese, pero es a partir del año 1636 cuando el corregidor de Madrid, don Juan de Castro Castilla, con motivo de la ofrecida invitación para la asistencia de una corrida de toros al príncipe de Gales por su visita a España como pretendiente de la infanta doña María, hermana de Felipe IV, ordenó usar el arrastre por mulas o caballerías convenientemente dispuestas con su enganche, aunque bien es cierto ya se había usado antes en otros lugares este sistema de retirar los toros, pero es el referido don Juan de Castro el que lo impone oficialmente, atribuyéndole a él dicho funcionamiento, además también ordenó que fueran adornadas tales animales con mantas de terciopelo, remates bordados y penachos con plumas.

En aquellos tiempos, los caballos de los picadores carecían de peto y protección alguna para el animal, muriendo gran número de ellos en cualquier corrida. Época igualmente en que las mulillas eran las encargadas de arrastrar primero los equinos de los picadores matados por el toro y después a la res estoqueada. Años posteriores y por motivos sanitarios, se ordenó arrastrar primero al toro y posteriormente a los caballos, siendo la razón de que había que desangrar rápidamente al primero para que la carne fuese mejor comercializada. No obstante, a veces se tardaba mucho tiempo, pues tenían que llevarse ocho o diez caballos a los depósitos, disponiendo entonces que hubiera dos tiros de ellas, uno para los toros y otro para los caballos, para que todo fuese más rápido. Por eso hoy en día en algunas plazas existe la tradición antigua de sacar en el paseíllo dos enganches, por ejemplo: Madrid, Sevilla, Ronda, y pocas más lo hacen.

Pero a partir del primer cuarto del siglo XX, fue Madrid la primera plaza (año 1928), cuando se impone los muy acertados y necesarios petos reglamentarios a los caballos de picar para su protección, por lo que dejaron prácticamente en casi todas las plazas de utilizarse los dos tiros de mulillas, ahora son muy pocos los lugares que siguen las costumbres antiguas, como antes hemos comentado. 

En la actualidad es obligatorio, que los mulilleros hagan el paseíllo en las plazas con el resto de los participantes, es decir: toreros, banderilleros, picadores, monosabios, mulilleros con sus mulillas y areneros, quienes tienen la obligación y es preceptivo saludar a la Presidencia que es la autoridad máxima de la corrida, retirándose al patio de caballos hasta el momento de realizar su función. Asimismo, deben salir todos vestidos con decoro como los demás servidores de la plaza. En el 1880, la empresa de Madrid, impuso a los mulilleros el traje corto andaluz y sombrero calañés, después han cambiado de atuendo. En otras muchas plazas visten con otras prendas parecidas.

Por ser el arrastre un ritual tan tradicional y ceremonioso, bien sea con sombrero o gorrilla, los citados mulilleros deben ir descubiertos al arrastrar al toro como forma de respeto al animal, pocas veces se ve este rito en las plazas de toros. La salida del redondel y camino a los desolladeros se debe hacer rápidamente, salvo cuando por su bravura y comportamiento en la lidia es premiado el animal con la vuelta al ruedo, siempre por mandato del presidente/a que sacará el pañuelo azul para indicarlo, en este caso se le dará la vuelta al ruedo con lenta solemnidad hasta enfilar la puerta de arrastre que ya se hará a galope.     

Aprovecho esta ocasión para hablar de esta compensación al toro, no por realizarse cuando ya está muerto, pero sí porque no se debe perder nunca la dignidad y el respeto al bonito animal que acaba de entregar sus cuatro años de vida y veinte minutos de bravura, demostrando su casta, su raza y su belleza.