Del sur xeneixe

Quinquela y la Casa del Teatro de Buenos Aires

Carlos Semino
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Las dos telas monumentales que decoran el foyer del teatro, fueron pintadas en el año 1928, el mismo año que concluía su mandato el presidente Marcelo T. de Alvear y son el resultado del compromiso que un grupo de artistas representativos del arte nacional contrajo con la señora Regina Pacini, esposa del presidente, quien estaba decida a construir una casa que albergara a artistas, sin distinción de ninguna clase.

Solo Quinquela cumplió la palabra empeñada y de ahí estas formidables expresiones artísticas que engalanan la Casa del Teatro.

El artista, siempre tan vital y expresivo, renunció a manifestar en gestos enérgicos sus temas predilectos, optando por acentuar la narrativa escenográfica de un modo sereno y descriptivo, en medio de una atmósfera en la cual se atenúan los tonos cromáticos de su paleta vibrante.

Las dos escenas corresponden a vistas portuarias imaginarias, en las que los elementos de la realidad aparecen enriquecidos por otros que pertenecen a la imaginación del artista.

“En plena actividad” es reveladora de los esfuerzos por construir un puerto “ideal”, tarea en la que finalmente se impuso y dio lugar a lo que la poeta Julia Prilutzky Farny lo consagrara como “el hombre que inventó un puerto”.

Con la audacia propia de su mirada antiacadémica puebla la superficie del amplio lienzo, de chatas y barcazas de distinto aspecto, y hasta planta un transatlántico que con su porte majestuoso avanza desde el fondo de la tela hacia el espectador.

Se puede interpretar en términos simbólicos como un homenaje del artista a su barrio, en el que en el año 1883 atracó por primera vez una nave de ese porte en el Riachuelo.

En el plano más lejano,  emerge una ciudad fabril imaginaria, que en forma de torre ascendente

parece contener un paisaje de fábricas y chimeneas en los que crepitan la energía y el fuego.

Si bien la presencia del trabajo cobra gran significación en la escena, pareciera que el tono de la obra tendiera a exaltar los distintos elementos que conforman el universo de la vida marinera.

La superficie saturada de pontones configura una mirada constante, que se alimenta con el trajín de la carga y descarga de bultos y se enriquece con el enjambre de velámenes recogidos, que desde el ángulo superior parecieran estallar en júbilo celebratorio,

Mientras el transatlántico avanza hacia el amarre, como símbolo de progreso y expresión de la importancia que cobra el puerto inmigrante, la imagen se fortalece con el trepidar de las máquinas y  usinas que contagian la atmósfera de recia actividad.

La compleja construcción de la tela, de 6 metros de alto por 3 metros de ancho, a pesar del abigarramiento de objetos y formas, alcanza a transmitir una visión convincente de la atmósfera que se respira en el laborioso mundo marinero un día de trabajo.

En “Descargando carbón”, de 6 metros de alto por 2,70 metros de ancho, la escena parece ordenarse a partir del rudo trabajo de la estiba,

La Boca, a principios del siglo pasado, era el principal puerto de cabotaje del país, y el tráfico con las provincias mesopotámicas, su sostén económico más importante,

El carbón vegetal era el principal producto que transportaban las pequeñas bodegas de los buques de escaso calado que bajaban por el río Paraná e imprimían un dinamismo extraordinario al trabajo de la estiba.

Quinquela en esta obra, se propuso mostrar el trabajo del estibador, quien debía recorrer por  una pasarela situada entre la tierra firme y la bodega del buque, la distancia con las pesadas bolsas de 30 o 60 kilos sobre sus hombros, trabajo que conocía muy bien por haberlo realizado durante algunos años de su juventud proletaria.

Para reafirmar el dinamismo  del trabajo febril, Quinquela multiplica la presencia de los estibadores, que aparecen en los distintos planos.

Se los divisa en las bodegas de los lanchones, tanto como en las escalerillas  y en las planchas que conducen a ellas, y no menos sobre los obradores por los que suben y bajan incansablemente durante toda la jornada.

Las inclinadas pasarelas se reproducen en todo el escenario  y la uña que desciende desde la grúa mecánica  hacia la bodega en busca de su presa parece enriquecer simbólicamente el contenido de la trama, transmitiendo una imagen de ambiguo significado con su sombría amenaza.

Al igual que “En plena actividad”, el plano más lejano de “Descargando carbón”, situado en la sección superior derecha, incluye como elemento contrastante la imagen de una imaginaria “ciudad futura”.

En ella, el maquinismo aporta la fantasía del progreso y quizás la quimera de una jornada más esperanzadora para estos vigorosos protagonistas del cotidiano sacrificio muscular.

Se aprecia en particular el enjambre de chimeneas que puebla el cielo con colores vigorosos y ululantes.

La firmeza de la modulación de colores aparece engamada en sus tonos medios, que revelan un Quinquela más contenido, quizás menos fáustico pero igualmente convincente en el despliegue de sus notas más características.

Sin duda, que Quinquela cumplió –el único entre los grandes pintores nacionales-con creces el compromiso asumido ante el presidente Alvear.

En estas obras de medidas monumentales que decoran el foyer de La Casa del Teatro fundado por Regina Pacini en 1928, entregó lo mejor de su aptitud artística.

Eligió los dos temas centrales que daban identidad a  la vida portuaria de entonces, los trató con una dedicación y esmero que cuesta encontrar en otras producciones suyas y los tuvo siempre presente en su memoria como la devolución debida a la figura de quien tuvo tanta relevancia en el desarrollo de su vida personal y artística, convirtiendo al joven y oscuro proletario que repartía carbón en la década de los años 10, en un artista de relevancia internacional desde los comienzos de la década siguiente hasta el final de sus días.