La receta

De venenos y antídotos

De venenos y antídotos
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En la Edad Media y en la Ilustración, una de las principales preocupaciones de la sociedad, particularmente de la gente acomodada, eran los venenos. Y no es que se practicara el envenenamiento de forma muy habitual: los alimentos mal conservados serían la principal causa que les hacía pensar que habían sido envenenados, por lo que surgió una floreciente actividad comercial y, digamos, investigadora sobre los antídotos, que se refleja en las primeras Farmacopeas y permanece durante todo el S.XVIII, con la preparación de un antídoto universal que era la Triaca Magna. En aquellos años, también se hablaba, más como leyenda urbana que como realidad, de ‘los polvos de heredar’, por lo que muchos tomaban medidas para evitar su envenenamiento.

Casi desde el principio de nuestra civilización los reyes contaban con ‘probadores’ de los alimentos y bebidas que consumían, e incluso Mitrídates VI, rey del Ponto, que sucedió a su padre, envenenado en un banquete, comenzó a practicar lo que se conoce como ‘mitridatismo’, que consiste en tomar pequeñas dosis de un veneno para aumentar la resistencia del organismo en caso de envenenamiento por la misma sustancia. El mitridatismo fue descrito por Plinio el Viejo y el médico romano Aurelio Cornelio Celso en su obra ‘de Medicina’, en la que describe la composición del mitridato.

“Todo es veneno y nada es veneno. Solo la dosis hace al veneno” es una frase atribuida al médico, alquimista y astrólogo Paracelso en el S.XVI. No en vano la palabra fármaco en griego significa remedio, pero también veneno y hechizo.

En literatura, William Shakespeare recurre a venenos y antídotos en sus tramas, tanto en Hamlet como en Romeo y Julieta, y más tarde Alejandro Dumas se documenta bien sobre estos temas para su Conde de Montecristo. Ya en el S.XIX, la leyenda habla de que Rasputín, el principal asesor de la zarina Alejandra, practicaba el mitridatismo con cianuro, por lo que resistió a un intento de envenenamiento y hubo de ser rematado a tiros por quienes le atribuían -no sin parte de razón- todos los males por los que atravesaba la sociedad rusa en aquellos momentos.

La aportación más notable al conocimiento de los venenos se debe al mallorquín, Mateo Orfila, que en 1845 publica su tratado completo de toxicología en cuatro tomos, que todavía es obra de referencia para muchas intoxicaciones. Hoy las cosas han cambiado mucho. Los envenenadores son fácilmente descubiertos, y es por ello que el código penal funciona poco en esta materia: porque la gente sabe que cualquier intoxicación intencionada se acaba descubriendo, aunque también ha aparecido una nueva toxicología, que son los efectos secundarios a algunos medicamentos.

¿La dosis era demasiado alta, o es otra cosa?

La mayoría de los efectos secundarios y adversos a los medicamentos – que viene a ser lo mismo – son manifestaciones exageradas de los efectos farmacológicos esperados. Por ejemplo, la hipoglucemia causada por la insulina, la hemorragia causada por anticoagulantes o la hipotensión causada por un antihipertensivo. Éstas se pueden corregir si se disminuye la dosis, aunque haya otras que no dependen de la dosis, como ha ocurrido con las vacunas mRNA. En España se administraron 34 millones de dosis de vacunas para prevenir la epidemia de Covid hasta el 31 de diciembre de 2022 y se notificaron más de 60.000 efectos adversos (de los que más de 10.000 fueron considerados graves y 500 fueron mortales) según la Agencia Española de Medicamentos AEMPS en su 19º informe de Farmacovigilancia sobre Vacunas COVID -19.

Nuevas formas de intoxicación y cómo prevenirlas

Algo muy importante para todos es conocer los efectos adversos de los medicamentos que vienen descritos en los prospectos, y poner en conocimiento de nuestro médico sí estamos experimentando algún problema con los que estamos tomando. Hay que ser críticos, aunque carezcamos de conocimientos. Es responsabilidad nuestra, porque las cifras de ingresos hospitalarios por efectos adversos de los medicamentos son aterradoras en todo el mundo. La prevención más eficaz de reacciones adversas, parte de uno mismo.