Poética de la inteligencia

Rostros y Letras: Entrevista a Leocádia Regalo

Beatriz Saavedra Gastélum
photo_camera Beatriz Saavedra Gastélum

Nació en Azores, Portugal, es licenciada en Filología Románica y profesora jubilada de lenguas y literatura portuguesa y francesa. Escritora y traductora, ha publicado obras de carácter científico y pedagógico, habiendo colaborado de diversas formas, especialmente en la crítica literaria, en revistas, periódicos y sitios web. Como poeta, publicó Pela Voz de Calypso (1998), Sob a Égide da Lua (1999), Passados os Rigores da Invernia (2003), Tons do Sul (2011), Lia no Pais da Poesia (2014), A Duas Vozes (2018) escrito con el poeta brasileño Álvaro Alves de Faria y publicado en Portugal, España y Brasil Ha traducido poesía española. Recientemente fui elegida miembro correspondiente en Portugal de la Academia de Letras do Brasil, con sede en Brasília.

Pregunta: ¿Cómo describirías tu espíritu creador?

Desde la infancia, alrededor de los cinco años, ya tenía una tendencia innata para hacer cosas diferentes. Confeccionaba, con restos de telas, los vestidos, las capas, las toallas y las sábanas para las muñecas,  y los adultos se sorprendieron en las piezas que creé. A esa edad,  comencé a tocar el armonio completamente de oído, a improvisar, algo que todavía hago, a pesar de haber frecuentado clases en el conservatorio durante tres años, ya a la edad adulta,  y haber podido captar los aspectos relacionados con la escritura del pentagrama, lo que me da una gran apertura para seguir tocando el piano y haciendo mis arreglos musicales. Lo considero un regalo, que me fue concedido sin que, hasta el día  de hoy, pueda explicar cómo sucede esto  em mí.

Con la formación en el área de humanidades, específicamente en la literatura, mi espíritu creativo se ha estado alimentando progresivamente. La escritura (literaria y no literaria) se presenta como algo innato que cultivo a lo largo de la vida. Es en la poesía donde mis tendencias creativas son afirmadas, siempre secundadas por una sensibilidad artística muy atraída por la música, la pintura, por el cine, el baile, por la elocuencia, por todo lo que inspira la cultura y la vida. Digamos que me siento muy propensa a la creación en todo lo que hago, incluso en mi vida cotidiana, porque he estado desarrollando, casi sin darme cuenta, los esquemas conceptuales para lograr lo que imagino. Y esto es decisivo en la actitud de apoderarse del mundo y hacerlo un lugar de descubrimiento y compensación personal. El culto de la dimensión espiritual, hasta cierta medida olvidada por el materialismo, es una necesidad no solo perseguida por las religiones y las sectas, sino también por la mente humana, que debe ser reubicada a la trascendencia, a través del arte.

 Pregunta: ¿Qué tan importante es la introspección en tu proceso creativo?

Sin pensar no es posible crear.  Es en la capacidad de mirar hacia adentro y cuestionarnos sobre nuestras experiencias y aspiraciones donde construimos un camino de autorreflexión, propicio para la formulación de ideas.  Cada amanecer nos sorprendemos y confrontamos con la inmanencia de la vida, con la posibilidad de empezar de nuevo cada día, aprovechando nuestro viaje entre dudas, percances, desastres, perplejidades, asombro, proyectos, compromisos, decepciones, pérdidas, celebraciones, pero sobre todo arriesgándonos a vivir intensamente el don que se nos ofrece, ya sea como renuncia o sacrificio, ya como atención serena a todo lo que nos rodea, desde una perspectiva de “carpe diem”.

La escritura acaba beneficiándose de esta actitud, porque está en la capacidad que tenemos de profundizar en nuestra interioridad, como si quisiéramos dialogar constantemente con un alter ego que nos interroga sobre nuestras opciones, sobre el rumbo que tomamos, sobre el cómo gestionamos nuestra libertad, que reside en la sustancia  de la materia que servirá para la creación.

Pregunta: ¿Cómo transformas tus experiencias personales en arte?

 Normalmente no escribo un poema cuando quiero, es decir, como escribo una carta o una nota de diario.  El poema trabaja dentro de mí durante días y sólo entonces queda registrado en su aspecto formal.  Por lo tanto, no tengo ese síntoma incómodo de enfrentarme a una hoja de papel en blanco.  Creo en una epifanía del verso, en lapsus únicos en los que se acentúa la inspiración.  Estos momentos están asociados a situaciones de crisis o asombro, en las que me redimensiono íntimamente de manera poética.  Incluso la poesía intervencionista, de testimonio, no es inmediata para mí: necesito tiempo interior para madurar lo que quiero transmitir, haciendo de la creación poética un acto resultante de la vigilancia y la reflexión - sin esa espontaneidad que revelan tantos poetas -, buscando laboriosamente la simplicidad,la transparencia, la subjetividad, la distancia crítica de la absorción del mundo y de la vida.

 Soy, por tanto, una escritora que se activa muy poco con la publicación constante, no entrego trabajos por encargo a un editor y siento que escribir no es una profesión, sino una vocación.  Realmente no me hubiera gustado dedicarme a escribir como una actividad profesional que redundara en mi supervivencia.  Habiendo sido docente, que también es una vocación y un arte, pude combinar estos dos aspectos: aprender y transmitir, recopilar conocimientos y compartirlos con los demás.

Pregunta: ¿Qué crees tu obra dice sobre tu esencia más profunda?

Creo que mi escritura literaria ha estado íntimamente entretejida entre Thanatos y Eros, entre kronos y kosmos, gritos y silencio, terror y asombro, angustia y contemplación.  El culto a la dimensión espiritual es la necesidad imperiosa de elevarnos en busca de otros horizontes que vayan más allá de nuestras experiencias cotidianas.  La poesía, a través de valores y actitudes que proyectan las conciencias hacia un diálogo trascendente, se convierte en tabla de salvación.  Todo el poema me presenta un desafío que involucra mi sensibilidad, mi instinto, mi inteligencia.  Todo lo que un poema quiere expresar suele estar entre líneas.  Y esta magia de lo no dicho, de un silencio que genera enigmas y posibilidades, desafía mi subjetividad literaria, a medida que emergen varios significados en mi voz.  En unos pocos versos o en una oda más extensa, el poeta habla y sugiere su carta de intenciones, sin cláusulas ni predisposiciones.  Este descubrimiento es impresionante en la creación poética.  Y al mismo tiempo, establece en mí una tensión latente entre lo que entrego y lo que implico en las palabras, que definitivamente serán liberadas en la publicación de los escritos.

 Lo cierto es que mi obra no dice nada nuevo sobre esa esencia profunda que vive dentro de mí y que está presente en un denominador común de escritores que cultivan la soledad necesaria para entregarse a un tiempo interior que les permite alejarse del tumulto y la velocidad, a los que están constantemente expuestos.  Es en el silencio donde el espíritu se libera de la dispersión cotidiana, que la inquietud o la exaltación adquieren proporciones ajustadas a la dimensión de este monólogo que el poeta entabla con el mundo, que la memoria y la evocación trabajan en el proceso de creación en el que la palabra germina. 

El escritor tiene así la sutileza de responder a grandes preguntas universales sin darse cuenta inmediatamente.  Lo deseable es que la escritura literaria pueda traducir, con autenticidad compartible, verdades íntimas o perplejidades e inquietudes colectivas.  Amor, memoria, alegría, esperanza, soledad, nostalgia, cierta desesperación, cierta ironía, angustia, muerte subyacen en muchos de los poemas que escribo.  Del mismo modo, me seducen los lugares y geografías, donde la naturaleza, especialmente el mar, las islas, las ciudades y su atmósfera, tienen un lugar de elección.  Creo que la desilusión y el desencanto, el asombro y la tragedia se concentran en una poesía más autoanalítica que catártica.  La vida cotidiana y la sociedad me cautivan al escribir, siempre desde una perspectiva de interrogación o asombro.

P: ¿Qué te impulsa a seguir explorando nuevas formas de expresión?

Naturalmente, mi formación académica, en el área de la filología y la literatura, potenció mi gusto por la lectura reflexiva, la exégesis, el comentario,  en mis escritos, lo que me llevó a la escritura ensayística con contenidos literarios.  También es cierto que la práctica de la traducción, en particular de la poesía, me ha proporcionado un campo de enriquecimiento intelectual y lingüístico muy significativo: traducir poesía es un trabajo de responsabilidad y relevancia cultural, que se vuelve inmensamente gratificante a través de la creación de otra poesía,  equivalente o paralela en significado, pero totalmente distinta en significante e incluso en estilo.  Próximamente publicaré narrativa, un libro de cuentos, porque es un género literario que siempre me ha fascinado, quizás por su condensación y sus peculiares características de arquitectura textual.

 Sin embargo, es en la poesía donde me hago valer en mi producción literaria, contemplando también la poesía para niños, otra veta que me gustaría seguir explorando.  Escribir es, y ha sido siempre para mí, un campo de maniobra muy diverso que me acompaña desde mi juventud.

P: ¿Cómo percibes el mundo a través de tus ojos críticos?

Quizás el escritor, y sobre todo el poeta, sea quien más convive con el mundo.  Esta idea de que el escritor está fuera de la realidad y vive inmerso en lo que ficcionaliza ha pasado a la historia... Se aísla para poder estar con todos: la soledad del poeta es una paradoja.  Roland Barthes dice que la poesía es la práctica de la sutileza en un mundo bárbaro.  Y creo que es aún más necesario en estos tiempos de la “civilización del espectáculo”, como escribió Vargas Llosa, en esos ensayos que analizan en profundidad la carencia y ausencia total de valores de sensibilidad y sentido estético en el post. -era moderna.

 Con su ritmo y sus procesos anafóricos, la poesía vuelve a la calle para denunciar las contradicciones de la condición humana y la extraña injusticia social, para poner el dedo en la herida de la perversa insensibilidad de los poderosos, que trazan el destino del mundo,subyugado a las guerras y a las migraciones impuestas por el terror frente a la desesperación.  Porque la literatura nos orienta hacia la reflexión y el discernimiento de situaciones límite;  al leerla, lo que sucede no pertenece al campo de las designaciones, sino que se siente en la dimensión de cuestionar y evocar reminiscencias y en la confrontación o identificación de una alteridad que nos traen las palabras del escrito.

Por lo tanto, como escritora, no puedo permitir que mi voz sea convenientemente neutral, cómodamente ausente de los temas universales y circunstanciales que ensombrecen nuestras noches, después de vivir el absurdo día a día que nos presentan constantemente los medios de comunicación.  Y mi espíritu crítico e impulso solidario deben ejercerse, ante la anomalía, el escándalo, la impunidad, la tragedia, el desgobierno, el abandono al que nos votan las instituciones.