La música de la palabra

Granada tierra soñada

Imaginemos al trovador rumbero y jarocho Agustín Lara (1897-1970), sentado frente a la melancolía de su piano, con sus grandes solapas, y su cigarrito papel de arroz, esperando el azul de amanecer.

Hay que poner la mano en el corazón para escribir canciones. La canción va naciendo de la raíz del ritmo para que poco a poco pueda cobrar forma en las teclas del piano y en la garganta del trovador. 

El trovador, igual que el pirata romántico, sólo encontrará su tesoro después de perderse en el mar. Tendrá que perderse muy lejos para encontrar en las olas la cadencia de sus canciones. Por eso Agustín Lara tiene el alma de pirata, porque tiene esa melancolía de quien huye profundamente, de quien amaina su dolor en el viaje, de quien respira el mismo aire que la amada, aunque ella no esté.  

La luna de plata, con la que inicia la canción “Veracruz,” es la misma luna del delirio, la que riela en el mar guiando al pirata de Espronceda. Borracho de luna, el trovador encuentra en el piano un espejo del mar. Aquel amor de su canción se desvanece en un acorde, así como las olas sobre la arena se desvanecen cuando el viento amaina.

Agustín Lara escribió “Granada” sin conocer el Sacromonte ni el Albaicín; su canción está hecha de fantasía, de nostalgia por un viaje que nunca se ha emprendido, de nostalgia extraviada en un barrio gitano. 

Granada, ciudad que se sueña del otro lado del mar; cadencia andaluza que desnuda las imágenes.  

Recordemos estos versos de Lorca, en que la ciudad también es personificada como una mujer: “¡Oh ciudad de los gitanos! / ¿Quién te vio y no te recuerda? / dejadla lejos del mar / sin peines para sus crenchas.” 

En los versos del poeta granadino la ciudad es una mujer que sufre, en la canción de Agustín, la ciudad es una mujer embrujada, ojos moros, boca de grana. Granada entera es melancolía sonora por algo que se escucha en las coplas flamencas que llegaron a Veracruz.  

“Si tienes un hondo penar, piensa en mí” dice una letra de Agustín. El trovador asimila aquellas coplas que llegaron a puerto expresando la Pena andaluza: “Si tienes ganas de llorar, piensa en mí.” 

Son canciones de dos orillas y un mismo mar. Esta última, “Piensa en mí” fue en los noventas el tema de la película Tacones lejanos de Almodóvar, en una versión de Luz Casal. También ha sido espléndidamente versionada por Pedro Guerra, Denis Gutiérrez, Natalia la Fourcade con Vicentico, La Sonora Santanera, Chavela Vargas, etc.

Se escuchan los bongos y brillan las palmeras borrachas de sol, y el territorio del piano se extiende como una playa. Agustín empieza a componer poniendo la mano en el corazón, en el pulso, en el compás: silencio y sonido, vacío y memoria. Pone las manos en el piano como en la arena y la espuma. Recuerda en el piano una borrachera de olvido. Se sienta frente al piano para escuchar la melodía del viaje, la melodía que aún cobrando forma se desvanece.

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