A Volapié

La UE, dirigismo y pérdida de competitividad

Draghi, antiguo gobernador del BCE, acaba de presentar un informe acerca de la declinante competitividad de la UE que explica el por qué de la creciente brecha económica con los EE.UU. En el año 2000, la renta per cápita de los EE.UU excedía a la de la UE en un 69%, hoy en día esta diferencia es del 83%. El incremento de la productividad americana explica el 72% del atraso de la eurozona, el resto es el fruto de una energía mucho más barata y de un mucho menor intervencionismo regulatorio en EE.UU. Es negativamente destacable que desde 2019 la eurozona ha producido 13.000 leyes y normas contras las 3.000 de EE.UU. 

EE.UU goza de un marco legal y fiscal promercado que ha permitido un enorme desarrollo tecnológico y energético a lo largo del último cuarto de siglo, fuente del espectacular crecimiento de su competitividad y productividad. Europa ha optado por lo contrario, por un creciente estatismo y por una política energética económicamente absurda, y lógicamente ha cosechado los resultados contrarios. 

El informe acierta en el diagnóstico al mencionar la falta de inversión en innovación y tecnología en la UE, una errada política energética, así como un enorme exceso de regulaciones comunitarias y estatales. Acierta al proponer desregular e invertir fuertemente (unos 800 millardos al año) en innovación, tecnología, energía, infraestructuras, defensa y seguridad, todo ello con el fin de aumentar la productividad, y por lo tanto nuestra capacidad de competir. 

Lo que llama negativamente la atención es que plantea financiar gran parte de este esfuerzo inversor con deuda pública comunitaria, en el caso de los proyectos conjuntos, y una parte importante del resto con deuda estatal de los países miembros. Esto es un grave error pues este plan lo debe llevar a cabo el sector privado con sus propios recursos. Los estados ni pueden ni deben hacerlo.

No olvidemos que cuando la economía ha estado muy dirigida e intervenida por el estado, la generación de riqueza y la productividad siempre se han resentido. Esto ha sido así tanto en las economías comunistas anticapitalistas como en las economías mixtas de corte socialdemócrata o socialista. Es lo que explica por qué Francia, Italia o España van tan mal y declinan aceleradamente, o por qué Suecia decidió reformar su fracasado modelo estatista reduciendo el peso del estado del 70% del PIB hasta el 48% actual. 

Los burócratas de la UE son verdaderamente testarudos y contumaces, no les basta el fracaso cosechado con los fondos Next Generation, ni los problemas de ejecución y eficacia con los fondos de cohesión. Con estos antecedentes, no parece sensato financiar este plan con deuda pública. El dirigismo estatal y la discrecionalidad tampoco conseguirán esta vez sus objetivos, y encima nos endeudarán aún más, en un momento en que muchos estados ya no pueden soportar la carga de su deuda actual. No sólo esto, un mayor endeudamiento aumentará la inflación que tanto está empobreciendo a las clases medias y bajas, sin mencionar las pérdidas debidas a la corrupción por la falta del control adecuado.

Hasta la fecha los políticos y sus burócratas han demostrado no saber gestionar esas inmensas cantidades de dinero, y no creo que ahora vaya a ser diferente. No es momento de aumentar el endeudamiento sino de consolidar la solvencia de los estados reduciendo las emisiones y los déficits públicos. Si se pretende hacer con más impuestos, es muy mala idea porque la presión fiscal en los países más endeudados es ya elevadísima y aumentarla frenará el crecimiento y las inversiones, y por lo tanto reducirán aún más la innovación y la competitividad.  

En el caso de financiarse el plan con deuda comunitaria y estatal, España tendría que poner cerca de 40.000 millones al año, cosa inviable dado que tenemos un déficit público de 53.000 millones anuales. Aumentando nuestra deuda no podemos hacer frente a este plan, y con más impuestos tampoco, dado que esa cantidad implicaría por ejemplo incrementar el IRPF un 30%, cosa inaceptable e inviable.

Por lo tanto, debe ser el sector privado el que acometa estas inversiones tanto con sus propios recursos como con deuda privada. Es el que tiene el saber hacer, el capital, y la experiencia para seleccionar aquellas inversiones que son viables, y hacerlas rentables. El nudo gordiano está en los incentivos.  

Lo único que deben hacer la Comisión Europea, así como los gobiernos nacionales, es poner en pie los incentivos adecuados, es decir, un marco legal, regulador y fiscal muy favorable a las inversiones privadas en los sectores señalados como estratégicos para la mejora de la competitividad y de la productividad. Que no tengamos universidades a la altura de las mejores de EE.UU también es parte del problema, así como la excesiva rigidez de nuestros mercados laborales.

Dicho de otra manera, hace falta más libertad económica para el sector privado, menos leyes y normas por parte de la UE y de los estados europeos, menos burocracia, y menos impuestos a la inversión. 

En cuanto a la energía, es urgente revertir el cierre de las nucleares, apostar por las energías verdes viables sin subsidios, y explotar los recursos petrolíferos y gasísticos europeos, tal como hacen los EE.UU y China. Es capital también recuperar la relación con Argelia y Rusia para obtener gas a buen precio, por lo que hay que buscar la forma de poner fin a la guerra de Ucrania. 

Apostar por el sector privado es la forma de conseguir los resultados deseados de forma más eficiente, con mayor rentabilidad, y sin tener que aumentar la deuda pública y/o los impuestos.

De nuevo hay que decirlo alto y claro, el estatismo y el dirigismo, con sus derivadas de altos impuestos y enorme endeudamiento, no son la solución, ¡son el problema!.

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