Ciencia, periodismo y política

Maestros

Todo hombre se apoya en unos cuantos maestros a lo largo de su vida. Por suerte he encontrado muchos en mi camino, pero citaré únicamente cuatro repartidos en los ámbitos en los que he trabajado: hospital, universidad, administración pública y sector privado.

Mucho antes de que el doctor House apareciera en las pantallas, tuve como maestro al doctor Antonio Gil en el departamento de Medicina Interna de La Paz. Igual que House, convertía en una ‘investigación policial’ el seguimiento de los pacientes de diagnóstico incierto. La clave consistía en ser escéptico con los resultados de las pruebas y lo que contaban los pacientes y sus familiares, sólo así se podían descubrir casos de envenenamiento por un familiar cercano o enfermedades de aparición atípica.

Estudiar de adulto es mucho más enriquecedor que hacerlo de niño. El profesor Diego Gracia, en su máster de Bioética en la Complutense que duraba dos años, nos obligaba a dedicar el primer año al estudio de los grandes filósofos desde Aristóteles a Rawls pasando por Kant. Esta tarea me dejó una impronta intelectual, pero sobre todo aprendí a escuchar a mi maestro hablando durante horas y horas, una experiencia ya casi desaparecida. 

Decía Jean Francois Revel que ‘la mentira es la principal fuerza que mueve el mundo’, trabajando en la Administración pude comprobarlo. Tuve una jefa, Regina Revilla, maestra en la mentira y el engaño. Ella me enseñó lo que ahora aplica Diego Rubio, actual director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno. La lectura de su tesis, que presentó nada menos que en Oxford, titulada ‘The ethics of decepcion’ me ha permitido reafirmar las sabias enseñanzas de mi antigua jefa en el Ministerio. 

El último de los maestros lo encontré en una multinacional farmacéutica americana a través de mi jefe Frank Pasqualone, que hacía verdadero honor a su nombre. Sin duda había leído a Mario Puzo y aplicaba las tácticas aprendidas en sus novelas y guiones cinematográficos. Aprendí cómo se lleva una organización con mano dura, donde el miedo a perder la posición laboral estimula la competitividad tan necesaria en el sector privado. En aquella empresa entré como niño y salí como adulto.

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