Opinión

Reflejos de democracia

Al dar inicio a esta nueva etapa en las páginas de El Diario de Madrid, siento la imperiosa necesidad de sumergirme en un asunto que, para mí, se manifiesta como una verdad innegable y un pilar fundamental: la profunda conexión que existe entre la democracia y los medios de comunicación. 

Los medios de comunicación convertidos en vigilantes de la transparencia y arquitectos de la verdad. Con la misión ideal de ser la narración que nos aporte esas herramientas necesarias para comprender y transformar el mundo, para esculpir opiniones y tomar decisiones fundamentadas tanto en elecciones y políticas públicas, como en la vida cotidiana. Por otro lado, la democracia les brinda a estos el entorno propicio para que operen con libertad. 

Por tanto, son dos elementos vitales que se alimentan y se necesitan mutuamente, cada uno fortaleciendo y sosteniendo al otro. La democracia nutriéndose de la libertad de expresión y del acceso a una variedad de fuentes de información, y los medios dependiendo de ella para salvaguardar su independencia y garantizar los derechos fundamentales. Pues, uno de los principales desafíos de nuestra sociedad radica en la reducción de la brecha informativa, en la ampliación, variedad y, en particular, la calidad de la información. Como señalaba Francisco Rosell, periodista y exdirector del periódico El Mundo, la calidad de la democracia está intrínsecamente ligada a la calidad de sus medios de comunicación. Porque, ¿más medios de comunicación derivan en una mejor democracia? o realmente ¿más medios, de calidad, derivan en una mejor democracia? 

En esencia, los medios de comunicación con información de calidad son el oxígeno de la democracia. Es necesario no sólo el derecho a la verdad, sino el deber de verdad, como defendía el filósofo Immanuel Kant. Que ejerzan su poder con responsabilidad, salvaguardando el derecho a la información veraz, contrastada y de interés general, y sin la búsqueda de intereses personales, ni con gafas ideológicas. De esta forma ironizaba el ilustrador Manel Fontdevila en una de sus viñetas: “Por un periodismo independiente y de calidad, que diga de una forma verídica, contrastada e imparcial exactamente lo que yo quiera oír”.

Porque nada pone más en peligro la democracia que la distorsión de sus medios y cuando éstos atienden intereses ajenos, con información aparentemente verdadera, objetiva y plural, pero que siguen sus propios sesgos de confirmación.

El politólogo Lluis Orriols, en su obra Democracia de Trincheras, comentaba que nuestras gafas ideológicas deterioran la democracia y se preguntaba “¿Qué ocurre cuando nuestros juicios están sesgados? ¿Y si en realidad no evaluamos a nuestros líderes, sino simplemente pretendemos justificarlos? La lógica de control del gobierno se rompe. La democracia se convierte en una guerra de trincheras políticas y deja de ser un mecanismo de control.”

En definitiva, en esta sociedad caracterizada por la sobreabundancia de información, necesitamos de medios que comprendan y expliquen la realidad que nos rodea de manera clara, inteligible y transparente, que se deban a la sociedad y descubran la verdad “en este caos de mentiras y fantasías en el que vivimos", como declaraba Gabriel García Márquez. 

Protegiendo esta conexión entre la democracia y los medios, protegeremos también nuestra sociedad, nuestro presente y nuestro futuro.