Al hilo de las tablas

Escuché el clamor de mi pueblo

Esta expresión bíblica del libro del Éxodo se alojó en mi corazón en la mañana del sábado 17 de agosto. Muchos años hacía que no me quedaba sin toros en la jornada del 16 de agosto, razones amistosas y de compañerismo propiciaron que faltara a la cita en alguna de las plazas de mi provincia – Salamanca- como he hecho durante décadas. Cita a la que acudía de forma casi continua año tras año, en Vitigudino, la cuna de uno de los toreros más profundos y cabales que ha parido la tauromaquia, a lo largo de los tiempos; don Santiago Martín “El Viti”.

Vitigudino, su comarca de la que es cabecera, y sus gentes se cruzaron en mi vida hace tres décadas y ya para siempre. Su festejo del día 16 de agosto, día de la feria que dicen ellos, es una fecha marcada en rojo para los lugareños que siempre han acudido a su plaza; y también para todo el que se ha sentido atraído por algún aliciente en los carteles. Para botón de muestra la presencia de Victorinos, en tiempos recientes y más de un año, o de Miura el año pasado, o de rejoneadores prometedores en su momento como Pablo Hermoso de Mendoza, Leonardo Hernandez, o Diego Ventura – con el amargo recuerdo de la muerte de su caballo “Jaleo”-, también toreros de cartel como Castella o Escribano, Antonio Ferrera, El Fandi, o en el presente año a Pablo aguado, por no hablar de los fulgurantes tiempos en que el Viti estaba en activo. Esta plaza ha sabido tener gestos de honradez y gratitud, como el llevado a cabo con Fortes tras el tremendo percance sufrido en su albero, el 16 de agosto de 2015. 

Si bien es cierto que hubo unos años en que se organizaban novilladas con seriedad y buenos resultados; en los últimos tiempos, el festejo de la feria había encontrado cierto acomodo en la corrida mixta de un rejoneador y dos matadores de toros. Todo se vivía en unos niveles discretos, sin faltar pasajes sobresalientes, como las embestidas de un sobrero de “El Canario” en la corrida del año 2023, cuyo comportamiento llegó a los tendidos de la plaza y a los tuétanos de los aficionados, como tengo entendido que hizo anteayer un hermano suyo tras los caballos de Guillermo Hermoso. 

Sin embargo, la mañana del día del sábado 17, paseando por algún pueblo de la comarca, todo eran lamentos de los aficionados de esta tierra; gente fiel  y cabal que deja parte su limitados recursos- en muchos casos- para encontrarse con un espectáculo bochornoso: No había música, los toros de a pie- venidos del sur de España- flojos, parados y desmochados; avisaban del cambio de tercio por megafonía… Dar un paso más y encontrarte con otra persona que te comentará “la corrida de ayer” era enfilarse mucho más al abismo. 

Un clamor del que no puedo hacer oídos sordos e hiere mis entrañas de hombre de esta despojada tierra; y en el que una vez más el toro es reflejo del resto de realidades. Me duele el descaro y la impunidad de quien maltrata a unas gentes, marcadas por el sacrificio y austeridad, y que por desgracia dan señales de soportarlo todo. No puedo menos de clamar, con quienes claman ante el abandono, la desorganización y el abuso. No se pide, que nadie venga a trabajar gratis, sólo que se nos trate con el respeto y la dignidad que merecemos. La desastrosa corrida del viernes pasado en Vitigudino, es solo un ejemplo de tantas plazas que sirven de plataforma y asentadero de quienes se llevan a chorros la sangre de una fiesta que poco a poco va perdiendo sus latidos. Y el clamor merece que se le de voz, siempre.

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