Opinión

Diario político de un cínico idealista (parte 2)

Un retrato del contexto político post pandemia (2021-2023): dos años resumidos en una semana de saltos cronológicos

Día 3:

Y vuelven a pasar los días y vuelvo a releer este borrador mientras caliento un vaso de leche con los ojos entrecerrados, cansado, esperando mi dosis de cafeína, sin demasiadas ganas de nada, abriendo después un pastillero, tragándome su contenido sin pensar demasiado, y ojeando a la vez un periodo autonómico de tirada nacional que resume el bochornoso espectáculo que fue para muchos el debate de los dos principales candidatos a la presidencia con un: “Feijoo ofrece a Sánchez un pacto de que gobierne la lista más votada” ¿En serio? En eso se resume lo que pasó ayer. Esa es la conclusión que le llegará a millones de lectores de lo que pasó durante el debate. ¿Por qué nadie levanta el grito al cielo por la sarta de mentiras que se soltaron ayer durante el cara a cara? ¿Por qué se sigue permitiendo en una supuesta democracia las mentiras y las fakes news? ¿Por qué todos los días se proclama a voz en grito la necesidad de una libertad de expresión para una democracia, pero, nadie habla, sin embargo, del ataque constate que sufre la libertad de pensamiento de la ciudadanía, cuando se permite la proliferación continua de discursos y propuestas basadas en falacias  y mentiras conscientemente esgrimidas? Sin un compromiso claro con la verdad, sin una prensa comprometida con la veracidad, y sin una clase política concienciada contra la demagogia, jamás se darán las condiciones necesarias para una democracia real –tampoco bajo un marco capitalista, pero ese es otro tema-. 

Y me acabo el café, y guardo el pastillero, me ducho, me visto, intento poner una sonrisa ante el espejo que observa como me peino, y me dirijo a la biblioteca a leer una novela.

Día 4:

Un día me levanto, y me encuentro leyendo uno de los párrafos de mí futura tesis:

“Las crisis estructurales del capitalismo aumentan las desigualdades económicas aumentando la pobreza y la exclusión social, creando marginalidad. Algunos autores Mauricio López Oropeza (2009), han señalado la relación entre el discurso capitalista, o la forma en la que se desenvuelve el lazo social de una comunidad, y la tendencia a las adicciones crónicas, ya no solo las más frecuentes como las drogas o las ludopatías, sino aquellas que giran en torno a nuevos objetos como los videojuegos o las redes sociales.”

Y pienso que puede ser de mucha utilidad, porque creo que no puedo inaugurar una columna como esta sin situar en el contexto que nos movemos actualmente. Estamos en una sociedad fuertemente medicalizada contra la angustia de vivir y con una expansión exponencial de las conductas adictivas, que refleja la necesidad de evasión a través de objetos de consumo de una realidad que duele. Así ya señalaba acertadamente en una conferencia del 2013 Manuel Fernández Blanco “lo que podemos ver en las adicciones ,en la búsqueda de satisfacción en las sustancias y los objetos tecnológicos es el intento de suplir la imposibilidad de satisfacción plena, que es consustancial al ser humano. El sujeeto actual demanda al mercado, a la ciencia y a los poderes que cumplan su promesa de felicidad. Sin embargo la administracio que hace la sociedad tecnólogica actual, producto del matrimonio entre capitalismo y ciencia, de los objetos de satisfacción y de los remedios de malestar, ha instalado en la civilización la angustia y la depresión generalizada”. Una satisfacción que es intrínseca por la propia lógica del deseo, si estuviéramos siempre satisfechos no habría deseo, y por tanto quedaríamos inmóviles y sin voluntad. Pero en cambio esto se vuelve patológico cuando se promete, como se hace en el contexto capitalista, la satisfacción plena a través de los objetos de consumo novedosos.

Vemos que el vínculo social está roto, solo hay relación de los sujetos con sus objetos promesas de satisfacción, volviéndose los propios sujetos objetos de los otros: la mayoría de gente solo se relaciona para tener más likes, más seguidores, más gente con la que alimentar su narcisismo. La comunicación total es imposible, eso ya lo sabemos desde que sabemos que nos comunicamos a través de un lenguaje que no es capaz de captar toda la realidad. Lo que no sabemos es por qué en el tiempo en que más facilidad hay para comunicarse, la gente se siente más sola y desolada ante su panorama vital. Agotada de vivir, de carga con todo el peso a cuesta de una vida hecha para producir, para sobrevivir y no para vivirla y disfrutarla. Quizá seamos tan adictos y estemos tan medicalizados, porque sin anestesia no se puede afrontar esta realidad. Quizá nos quieran solos, porque si hiciéramos comunidad, muchos perderían sus privilegios. La persona con una conducta adictiva es una persona en la que no media un pensamiento racional o reflexivo entre una emoción o una acción, ¿pero cómo va a mediar un tiempo de reflexión si vivimos en un tiempo que las asignaturas de filosofía, o cualquier otra que pueda fomentar el espíritu crítico se retiran por norma de los planes de educación?  Y tan solo quedan dos días para unas elecciones en las que nos jugamos mucho como país. Que Dios reparta suerte.

Día 5:

Estoy sudando frente a la pantalla. Hace un día de bochorno y lluvia. El tiempo esta convulso, como lo está el país. Pero la ilusión triunfó frente al miedo: El PP ganó pero no gobernará, el bloque de la izquierda ganó, la extrema derecha cae estrepitosamente ante la reacción de una ciudadanía que no quieres más odio, pero entonces que pasará, ¿Otro bloqueo? ¿Otra repetición electoral?  Creo que es importante recuperar esa voluntad tan política que es el diálogo, aquella forma de hacer política que tanto ha defendido en campaña Zapatero, y por tanto, no olvidarse de la tradición federalista y plurinacional, una tradición, basada ella misma en el propio dialogo y el pacto a la ora de conformar naciones y Estados, de defender la unión en la diversidad, de defender acomodaciones ajustadas a la diversidad de esos entes plurales y diversos que son los Estados nación. Una forma de entender los territorios que puede satisfacer y atraer a esas personas que no se encuentran cómodas en el actual marco, en que parece que solo hay dos opciones: la primera, la criminalización, judicialización y estigmatización de todo el movimiento independentista catalán –que salvo contadas excepciones ha mostrado ser un movimiento, amplio, pacífico, democrático y plural- a través de la encarcelación de determinados políticos y la aplicación de medidas severas como el 155; o una segunda, en la que la democracia queda reducida a la voluntad de la mayoría, a la imposición de una parte de la población a otra una decisión por el simple hecho de contar con un voto más. Tal como yo concibo la democracia y como lo hace la tradición republicana, la democracia no se basa solo en la conformación de una voluntad general que se imponga al resto de la ciudadanía, sino, que elementos como la deliberación inclusiva y participativa, es decir, la elaboración de un debate público previo a la votación en el que se depuran a través de la luz de la imparcialidad los diferentes argumentos y propuestas. Es por ello que antes de convocar un referéndum, que parece una quimera, ya que respetando la constitución es imposible hacerlo dado las condiciones actuales, se debería abrir en el seno de la ciudadanía catalana, un debate abierto, plural e inclusivo acerca de aquellas opciones que se plantearían en la votación, y acerca de quién es el sujeto, el demos, al que se convoca en esta elección. En ese sentido, yo defiendo  que, en el hipotético caso de darse un referéndum, la inclusión de una tercera opción en el referéndum en la que Cataluña sea reconocida como una nación más de las naciones que conforman España, así como un estado propio pero incluido dentro de una posible federación ibérica, sería una opción atrayente para todo aquel ciudadano que no se encuentra cómodo en la dicotomía centralismo-independencia. De la misma manera, no tengo tan claro, y por ello no me posiciono aún, quien debería “poder” votar en ese referéndum, si únicamente el conjunto de la ciudadanía catalana, o si por el contrario, al ser una decisión que afecta a toda la nación española –como por ejemplo, aquellas regiones que bajo el paraguas de justicia social territorial, se verían afectadas por la pérdida de financiación y recursos, al independizarse una de las regiones más ricas del Estado- esta, también debería participar en el referéndum. Creo que la solución más plausible para todos sería el reconocimiento de Cataluña como una nación dentro de España con una reforma del estatuto de autonomía. Como ya se hizo es su día y fue refrendado por la ciudadanía catalana, pero el PP lo tumbo llevándolo al tribunal constitucional, e iniciado con aquel no del tribunal todo este viaje que hemos llamado “process”

 Desde luego, si queremos garantizar la gobernabilidad del país, debemos empezar a hablar de federalismo plurinacional, de acomodar demandas plurales y diversas en un frente común que se mueva en la tensión unidad-diferencia. Deliberación, inclusión, reconocimiento mutuo e identidades múltiples, son nociones que deben salir en las mesas de negociación entre el gobierno y los diferentes nacionalismos.