Entrevista a Saulo Chávez Alvarado

Beatriz Saavedra Gastélum
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Saulo Chávez Alvarado nació en El Espinal, México, en 1970. Es politólogo y administrador público por la UNAM y Master Europeo en Relaciones Laborales por las universidades de Lovaina, Bélgica, de Florencia, Italia y de Granada, España. Actualmente preside en Oaxaca la filial de la Academia Nacional de Historia y Geografía, A.C. De entre sus temas de estudio encontramos el origen del lenguaje y la escritura, siendo una de sus obras aquella de 2021 titulada Letras y números. Un alfabeto de la lengua madre.

¿Cómo describirías tu espíritu creador?

Siento que el espíritu creativo lo traemos innato, casi como nos lo describe quizás el más grande iluminado de los académicos, el coloso Aristocles de Perictione y Aristón, también conocido como tal, como sabio, vía su sobrenombre, Platón, el de mucho (plt) sol o luz (ón). Lo que nos resta y a nuestra medida es desarrollarlo, quizás impactado con nuestras experiencias de infancia, juventud, madurez y, esperemos, mayormente con la vejez.

¿Qué papel juega tu sensibilidad en tu proceso creativo?    

Trato de ser sensible ante todo lo que nos rodea, lo que pasa en nuestro entorno inmediato y le ocurre a los demás sean de mi pequeña localidad o de cualquier parte del mundo -y cuando señalo en ese amplio plural incluyo a todos los seres vivos, a las hermosas plantas e inocentes integrantes del reino animal-, de todo lo que nos enteramos por las noticias, redes sociales y, por supuesto, vía los libros, sobre todo del remoto pasado, aquellos que se rescataron para existir aún de las grandes civilizaciones como las que florecieron en las riberas de los caudalosos ríos, como la nilota egipcia; la mesopotámica del saltarín Tigris y del hermano Eufrates; del místico Indo; del amarillo y tantos más de la gran China; de las otras corrientes, ahora solares como la persa, y; por supuesto, también de las estelas y códices incaicos y mexicanos. Quién no se ha alegrado al poder leerlos o llorado ante tanta sensibilidad y conocimiento de mujeres y hombres que siempre le apostaron a la ciencia y, en sus momentos de ocio, también a la prosa, a la profecía, a la poesía, como también a la tragedia, el drama, a la comedia, entre muchas más expresiones del arte.

¿Qué crees que tu obra dice sobre tu esencia más profunda?    

Quizás plasme mi humilde deseo de querer desentrañar todo y hasta el Todo al tratar de ser atrevido a lo colosal de otros de mis admirados escritores investigadores, después de Platón, como Sagan o Hawking, en mi modesto caso el intentar comprender, por citar sólo un ejemplo, la aparición del lenguaje y su herramienta muda, la escritura, el origen tanto del universo como del ser humano, que es en sí ya un universo, bajo aquel principio hermético de lo grande a lo pequeño o mejor dicho de lo microscópico a lo colosal y viceversa. Elucubrar sobre cuál habrá podido ser la primera palabra del ser humano, su primer signo, muesca, símbolo o letra y cuáles fueron sus analogías, sinécdoques o metáforas.

¿Qué te impulsa a seguir explorando nuevas formas de expresión?

Cuando uno se atreve a leer de todo nos nace el deseo de querer también expresarnos, como seguramente se animaban aquellos sacerdotes nilotas de la antigüedad que escribieron el Libro de los muertos o del renacer diario. Me atrae su atrevimiento, como también el del gran Narrador conocido como Homero y los sucesores que experimentaron todas las variantes de la escritura. Trato de hacer accesible lo poco que escribo atreviéndome a hacer obras de divulgación científica, novela histórica y en ocasiones hasta poesía, todas bajo aquellos principios de poder leerse al primer intento como recomendó Tucídides, sin tratar de cosas fabulosas ni ir con los búfalos como señaló Juan Rulfo o tomando distancia de la caterva de libros vanos que bien combatió Cervantes, alejándonos del nihilismo y demás naderías.

¿Qué tan importante es la introspección en tu proceso creativo?

Debe ser importante la introspección para enterarse que no se sabe ni se conoce, sino que sólo pergeñamos al igual que lo hacen los demás, convenciéndonos que cada uno tiene sus conclusiones, acertadas o malas, pero individuales que, sin embargo, pasarán por el tamiz del colectivo, porque el humano es un animal social por naturaleza. Por tanto, no somos dueños de la verdad, sino de una minúscula parte de ella si es que existe.