Al hilo de las tablas

Adios inesperado

“Ante la muerte de Charo Mateos, ganadera Fuenteguinaldo, en el suroeste salmantino”

“Ante la muerte de Charo Mateos, ganadera Fuenteguinaldo, en el suroeste salmantino”

 Camino hacia tu casa, como no podía ser de otra manera, al pie del cercado donde pastan las “Aldeanuevas” de los hermanos Sánchez Herrero; allí te fuiste para nunca más morir, Charo. Justo en el tramo en el que nos cruzamos tantas y tantas veces; y que echabas de menos en tiempos de pandemia; diciéndome en algún mensaje: “A ver cuando nos volvemos a cruzar por la carretera”; justo en ese sitio conocido y familiar, te has quedado para siempre. 

Charo Mateos Sánchez ganadera, nieta, hija, esposa y madre de esa gente de campo que sabe lo que es topar con la dureza de la vida, con más frecuencia de la recomendada; ha dejado – como tantas personas de su condición- la huella de la lucha en las difíciles tierras de este rincón que ve, como se va quedando sin lo poco que tiene. 

En su casa y en su vida la sangre brava, siempre se hizo presente. Pues si lo agreste del terreno infunde un recio carácter en los animales, permitiendo que cualquier morucho envistiera a los mozos en cualquier capea de fiesta de pueblo; Charo a lo largo de su vida convivió en su casa con los Contreras, llegados desde casa de los Martín Aparicio. En la primera década del Siglo XXI, llegaron hasta su casa animales de procedencia Santa Coloma, del hierro del Corcho, Carmen Trenor en los carteles. Por cuyas venas todavía revoloteaba la sangre del aquel semental de Buendía que trajeron los valencianos del Corcho, y que se partió una mano en el encierro, en Ciudad Rodrigo; un Martes de Carnaval de finales de la década de los setenta del pasado siglo. El ganado de lidia pastó durante largas etapas en su finca El Pedazo, cuyos bordes son lamidos por el río Águeda – que tras la construcción de la presa de Irueña, “está dormido, mas no muerto”, como queremos sentir a Charo. 

La inesperada y triste muerte de Charo, deja patente en nosotros que, aunque las circunstancias dejen de repetirse para siempre, no quiere decir que se acaben o se exterminen de forma fatal; que lo importante de las personas se queda para siempre. Como se queda charo con su amplia sonrisa, que no escondía su condición de mujer de carácter, en medio de la vida a la que nunca le volvió la cara. La bravura de Charo se queda dando vida, en las ahora maltrechas existencias, de Pablo su marido, sus hijos, sus nietos, su hermana y su familia, y el resto de familiares y amigos; algunos de ellos, también a temprana edad, se los encontrará mas allá de lo que alcanzan a ver nuestros ojos. 

Charo queda, como quedaron para siempre las embestidas de sus novillos en la muleta del novillero lleno de sueños y miedo, o del maletilla que se estiraba en la capea. Dando muestras de bravura, como lo hicieron sus animales, arrancándose al “Forcón” portugués en el  sofocante  calor agosteño de la raya hispano- lusa. 

Charo se va, con tantas cosas de esta tierra, que mueren implacablemente; pero dejando la puerta abierta a la Esperanza, que nos hacer sentir, que lo auténticamente esencial,  es eterno. Descansa en Paz Charo.