Memorias de un niño de la posguerra

¡Adiós, memoria, adiós!

Hay un viejo refrán castellano que dice “ Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. No sólo estoy de acuerdo, sino que me preparo para aplicármelo. Porque yo, que durante mucho tiempo he presumido de tener buena memoria, me doy cuenta de que la estoy perdiendo lenta, pero inexorablemente. Quizá sea por causa de mi avanzada edad, pero me ocurre lo que hasta ahora consideraba imposible, y es que hablan de una persona, y soy incapaz de ponerla el rostro, y veo a una persona a la que estoy seguro de conocer, pero no puedo ponerle el nombre.

Frente a lo que opinan muchos, generalmente desmemoriados, que creen que la memoria no tiene demasiada importancia, considero que tener buena memoria es casi tan importante como tener buena salud. A lo largo de mi ajetreada vida como periodista, me he tropezado con muchos memoriones que han despertado mi admiración, y una sana envidia. Entre mis recuerdos de alardes memorísticos, recuerdo una intervención en un sesión plenaria de las Cortes orgánicas, en el final del franquismo, de Federico Silva Muñoz, entonces Ministro de Obras Públicas, que iba a resumir la gestión de su Departamento en el final de un curso político. Antes de subir al estrado, se nos entregó a los informadores una copia de su discurso. Eran más de cuarenta folios llenos de cifras y datos. Nuestro asombro sobrepasó todos los límites cuando, sin un solo papel que le sirviera de apoyo, soltó de memoria todo el complicado texto sin fallar ni una coma. A la vista de lo que habíamos comprobado, no nos extrañamos de que Silva, que había nacido en la localidad de Benavente, en la provincia de Zamora, hubiera ingresado, tras brillantes oposiciones, en los prestigiosos Cuerpos de Letrado del Consejo de Estado y de Abogados del Estado.

Otros modelos de memoria fueron los de Ignacio Bayón y Manuel Fraga. Bayón aprobó las oposiciones a Letrado de Estado y Letrado de las Cortes con veintiuno y veintidós años. Y me contaron sus secretarias en las Cortes que recibió el encargo del Presidente de elaborar un dictamen sobre un tema complicado. Ignacio Bayón, sin consultar más que a su memoria, fue dictando a la secretaria hasta llegar al final, y no tuvo que corregir nada. En cuanto a Fraga, fue Letrado de las Cortes con el número uno, ingresó en el Cuerpo Diplomático y obtuvo la cátedra con igual brillantez.

Decía Antonio Machado que ”De toda la memoria sólo vale, el don preclaro de evocar los sueños”. Pero ¿ cómo se pueden evocar los sueños sin tener memoria? Y Pedro Salinas llegó más lejos al decir: “No rechaces los sueños por ser sueños, todos los sueños pueden ser realidad, si el sueño no se acaba”. Con este criterio muchos, entre los que me cuento, hemos tenido sueños que no se han acabado, y se han convertido en realidad, y hemos podido gozar, y hasta compartir, la realidad de nuestros sueños.

La memoria es un soplo divino, que nos da Dios, y nos pueden quitar los años. Pero una cosa es que la memoria falle, y otra que desaparezca. Por eso todos tenemos un temor reverencial a la llegada del Alzheimer.

Todo esto viene a cuento de mi propósito de escribir, sin otra fuente que la memoria, la pequeña historia del tenis en Madrid, recordando nombres y sucedidos de este deporte, de los que he vivido en primera persona. Pero me preocupa saber si seré capaz de resumir lo que he leído, y sobre todo he vivido, como espectador y como practicante, sin dejar de acudir a los recuerdos. Trataré de hacerlo, en uno o varios artículos, antes de tener que decir adiós a la memoria.

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