Crónicas de nuestro tiempo

La decadencia togada

Desde hace unos años, muchos abogados se han convertido en gestores, huyendo de los pleitos judiciales; huyendo de los jueces; huyendo de una defensa bien instrumentada; huyendo de la responsabilidad de perder.

Por otro lado, resulta sorprendente, que cualquier letrado pueda pedir el sumario al funcionario y lo examine, fotografiando direcciones, teléfonos y pruebas de la otra parte. Es más, pudiendo hacer desaparecer un documento o facilitando a su cliente la dirección y el teléfono de quién le acusa, poniendo en riesgo un supuesto ¡Que desastre la justicia...!!

A su vez, la provisión de fondos ha sido la entrega sin retorno ni liquidación, cuando la labor letrada sólo ha sido unas pocas horas sin necesidad de llegar a pleito. Y cuando se tiene que llegar a pleito, el clientes se da cuenta que su abogado empieza deprisa y corriendo a documentarse en la cafetería de al lado del juzgado, porque ha olvidado lo fundamental de cuanto hablaron antes de la provisión de fondos.

Respecto de litigios laborales, la judicatura ha estructurado el proceso de disminuir las vistas, de tal forma que haya un acto de conciliación, previo al señalamiento; otro acto de conciliación o negociación el día del juicio, y finalmente, el juicio, si el letrado de la parte más solvente no ha conseguido liar a su cliente con un acuerdo a colmillo retorcido para terminar cuanto antes y cobrar la minuta.

Esto ocurre, fundamentalmente, con los abogados laboralistas, los cuales, en el lado de la empresa, dibujan la demanda al cliente con un resultado negativo para sus intereses, aduciendo que conoce los sólidos argumentos de la otra parte, siendo ahí cuando comienza la labor de envolver sutilmente al cliente para poner en marcha la posibilidad de negociar ambos togados y quitarse cuanto antes el litigio.

Resulta un show muy poco profesional, que los abogados, de un lado y otro no posean el ingenio de plantear una estrategia de defensa o acusación basada en la destreza cualificada de lo que quede de su vocación, sin tener que recurrir al camino más fácil del acuerdo.

En estos casos, lo que suele suceder es que los dos letrados, presentan un escenario cargado de errores para su cliente, contrastando el escenario contrario, donde la otra parte dispone de grabaciones periciales, documentos, testigos y pruebas que desmontan los argumentos que pretendamos esgrimir. Es decir ¡Está usted perdido, si presta oídos a su letrado!!

Digamos que la virtud del rigor profesional de los letrados, ha variado la actividad, pasando de estudiar profundamente las pruebas, argumentos y arte de la estrategia para llegar a juicio, a colocar toda clase de palos en el camino de su cliente, a fin de conseguir no tener que establecer una dinámica de intenso trabajo. De lo que se trata es de hablar con el compañer@ contrari@, para qué, como amiguetes de hoy por ti y mañana por mí, lleguen cuanto antes a establecer un convenio donde el que pierde siempre es el empresario, con tal de no exponerse al dictamen de su señoría y tener que asumir una derrota.

El razonamiento  del letrado que debería defender la procedencia del despido, basará su argumentación, en las altas probabilidades de un fallo judicial que determine "despido nulo"  "despido improcedente" o "recurso" y salarios de tramitación si se pierde" inflando la indemnización para dejarle en estado de sumisión y encima de comprensión. La misión profesional para lo que ha quedado el letrado, consiste en transmitirle el miedo para barajar sólo lo peor o en otro caso, lo muchísimo peor, pasando de abogado a gestor.

Lo de demostrar la competencia profesional con la experiencia, destreza y mosaico de argumentos de defensa y acusación para los intervinientes, se ha perdido por completo en el sector laboral, mercantil y poco a poco en el penal, suponiendo que alguna vez haya existido.

Cierto es, que todavía quedan pica pleitos astutos y organizados. Son de vocación, pero la gran mayoría y especialmente los más renombrados, lo son de bocación, que sonando igual no es lo mismo.

El propósito de los letrados, consiste en primero; No perder el juicio, proponiendo un acuerdo previo. Segundo; transmitir miedo al cliente para intentar convencerle de que hay que ceder (para no perder el juicio ni echarle tiempo y competencia). Tercero; mantener un alto índice de éxito del bufete laboralista, haciendo creer a nuevos clientes la carencia de resultados negativos, dando como triunfo la no pérdida, que no es otra cosa que la falta de seguridad profesional en aras de salir airoso sin llegar a Sala, porque el que verdaderamente pierde es el empresario.

En definitiva, la profesión del letrado laboralista, la puede hacer cualquier gestor administrativo que negocie con la parte contraria una solución intermedia. Por esta razón, falta en el mercado del litigio empresarial sobre aspectos laborales, la figura mercantil del mediador laboralista, que siempre saldrá más económica que la del togado, a sabiendas de salida; que lo que compra el empresario es la tranquilidad de haberse quitado el problema, sin caer en la preconcebida estrategia de un resabiado letrado carente de imaginación.

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