Cada vez observamos con menos asombro los avances de la Inteligencia Artificial, como todo en nuestra vida lo incorporamos con sorpresa, pero al tiempo comienza a formar parte de nuestras vidas como si siempre hubiera estado allí.
Tengo entre mis ocupaciones la de ser profesor y tengo la posibilidad de hablar con estudiantes de medicina a los que les digo siempre algo parecido, dentro de muy poco los pacientes sólo irán con el objetivo que los médicos completen formularios con indicaciones y nada más.
A qué me refiero, y hablaré en presente, porque ya es un hecho que se da hoy en cualquier consulta médica, los pacientes llegan con diagnóstico y tratamiento, otorgado por sus búsquedas en internet. La IA sin dar un diagnóstico preciso (quienes la han creado han cuidado muy bien el detalle de dejar aclarado que el diagnóstico lo debe dar un médico, más por temores a reclamos judiciales monetarios, que por el respeto a la ciencia médica, desde mi humilde opinión), otorga todas las aproximaciones posibles a un diagnóstico otorgando una gama de posibilidades, y agrega además, los posibles tratamientos, y los pronósticos del padecimiento de qué se trate.
Es que además de la gama de conocimientos que esgrime la IA tiene la capacidad de responder en segundos nuestra consulta, realizar informes de imágenes, buscar casos similares y pronósticos, hacer estadísticas, decirnos qué tipo de composición tienen los medicamentos, cuáles son los riesgos, y cada detalle que se pueda imaginar preguntar. La Inteligencia Artificial no calla nada, y además tiene un valor agregado que hace que la gente acuda cada vez más a la interacción con ella, ES AMABLE. Esta última característica es la que comienza a alejar a los “padecientes” (me tomo el atrevimiento literario sacado de un libro del Lic. Rolón del mismo título) del trato humano o más bien al destrato.
Para llegar a un médico hay que atravesar un campo de batalla, un sinfín de trámites y derivaciones de especialidades, turnos que se otorgan a largo plazo, y la posibilidad de llegar a la consulta e irse sin respuesta alguna, no es ésta una queja de los profesionales de la salud, sino de un sistema que lejos de aquel aplauso pandémico, ha continuado el destrato a los profesionales de la salud (incluyo en esta categoría a todo el servicio de salud) salarios magros, extensos horarios laborales y atiborramiento de pacientes por turno, un cocktail poco tentador para elegir determinadas especialidades médicas poco redituables.
En síntesis y para encender las llamadas, es hora de recobrar la cordura, el trato humano médico paciente, la confianza, la empatía, son y serán irremplazables.
Lo que más me preocupa en estos tiempos no es el avance de la INTELIGENCIA ARTIFICIAL, sino que perdamos nuestra INTELIGENCIA NATURAL.