Crónicas de nuestro tiempo

La irracionalidad de los mal nacidos

Llevo un tiempo viendo, leyendo y escuchando en algunas redes sociales, que cuando se habla de la Iglesia, hay más que muchas (.!.) muchísimas personas atacándola de forma más violenta que crítica. 

Destilan un odio nefando, ignominioso que me recuerda la crónica de 1.934, cuando socialistas, comunistas y anarquistas, se dedicaron a seguir las directrices de sus dirigentes, comenzando a quemar iglesias, conventos, monasterios y todo lugar de culto católico cristiano, persiguiendo a sacerdotes y monjas con perros por los montes donde los pobrecit@s huían mientras caían a manos de esos mismos, simbolizados por los que hoy solo se les oye porque no pueden ejecutar lo que les dicta sus malas entrañas ¡Así son los rojos..!!

Solo durante la guerra civil del 36 al 39, se cifra ahora en 4.184 sacerdotes, 2.365 miembros de otros institutos religiosos y 283 monjas, la gran mayoría solo durante el verano de 1936, aunque se barajan cifras de más de 20.000 clérigos.

 ¿Por qué? Por la misma razón de quienes odian al clero hoy, asociándolo con la derecha. Es decir, se volvería a repetir la violencia y persecución incendiaria y criminal si tuviesen oportunidad de hacerlo.

Entiendo que haya personas ateas que no creen en Dios. Lo entiendo y lo respeto. Es más, desde mis conocimientos sobre el estudio de las religiones, considero que leer la biblia con reflexión, puede conducir a dudar, pero no a criminalizar a la Iglesia y menos a quienes imparten la terapia del amor al prójimo desde su propio sacrificio.

Lo cierto, es que oír a personas de relativa formación tratar a la Iglesia con términos criminales, acusándola de ser culpable del hambre en el mundo o mencionando sus riquezas materiales y patrimonio, resulta inculto, descabellado, demencial e inhumano y a veces, simplemente un reflejo competitivo entre religiones y sectas.

No existe en el mundo, ninguna organización que se aproxime a la inconmensurable labor asistencial y misionera que hace la Iglesia Católica ¡NINGUNA..!!

Los misioneros católicos desplazados en más de 150 países, superan los 400.000. España, es un de los que más ayuda humana aporta, en todos los sentidos, superando los 6.000 misioneros y monjitas que dan su vida cada día a cambio de vacunar a un niño; ayudar a un parto; salvar a una niña de su violador; curar un virus; dar cobijo y comida a un sin techo; ponerse delante de un perseguido; enseñar a leer.., etcétera.

¿Quién soporta la carga de ellos? La Iglesia. ¿Quién aporta los medios para la infraestructura? La Iglesia. ¿Quién monta ambulatorios y enseña primeros auxilios a misioneros y monjas? La Iglesia. ¿Quién monta colegios y centros de formación profesional? La Iglesia. ¿Quién hace esta labor con los medios propios? La Iglesia. ¿Quién les alienta? La Fe de la Iglesia.

Los misioneros católicos, son personas entregadas al prójimo; al enfermo; al hambriento; al perseguido, al moribundo etc., a todas aquellas personas abandonadas por el cielo que viven el infierno terrenal de un mundo injusto.

Los misioneros, son dioses pequeños -tirando a grandes-  o mejor dicho, son grandes dioses mortales. Son dioses felices de salvar a quienes nada tienen y nada esperan. Viven y malviven para cuidar de los desfavorecidos. Han abandonado sus vidas al azar de lo que les pase para hacer felices a desgraciados desatendidos,  culpables de haber nacido en el continente de los olvidados. 

Los misioneros, no son adoctrinadores catastrofistas para engordar sectas. Son médicos del cuerpo y alma que combaten la desesperanza para reconfortar víctimas de la angustia fortuita. Ellos no persiguen adeptos para la sumisión y donativos. La evangelización que imparten éstos dioses, es hospitalaria, educacional, formativa y comunitaria, donde solo se busca la caridad, el amor y la solidaridad de todos a cambio de nada.

Eso es lo que les empuja a sacrificar sus vidas para salvar a otros, no del castigo ni aspectos sectarios, lo hacen para salvarles del sufrimiento sin necesidad de hostigarles con otra vida.

No creer en Dios es una cosa; no creer en la biblia es otra, y no creer en la iglesia es muy diferente y perversa, porque la Iglesia, con indiferencia del mensaje, patrimonio y formas, es una parte fundamental e incomparable del universo físico y espiritual de quienes abandonados en las tinieblas del miedo son salvados por esos dioses y diosas que entregad@s a su Fe, solo esperan cumplir el propósito de haber nacido.

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