Análisis crítico desde el prisma joven

¿Por qué los jóvenes ya no ven la televisión?

Jessica Lara
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El tiempo de consumo de televisión está en mínimos históricos y los datos señalan que es casi directamente proporcional a la edad, es decir, cuanto más mayores, más consumo, y cuanto más jóvenes, menos.

El año pasado el consumo de televisión de los españoles resultó ser, de media, de unos 181 minutos por persona al día. Dicho así, probablemente no sabremos si es mucho o poco, pero si miramos el historial de años anteriores, pronto nos damos cuenta de que, ciertamente, cada vez es menos.

Desde hace años las redes sociales han sido un competidor muy grande para la televisión en el sector del entretenimiento, pero parece ser que este fenómeno ha evolucionado y ahora también lo es en el sector de la información, periodismo y actualidad.

Últimamente ha habido toda una revolución de podcast en redes sociales, fenómeno cuanto menos curioso, que nunca se había visto a lo largo de la historia, más que nada porque las redes son muy recientes. Y es que miles de jóvenes han dado el paso de exponerse al mundo hablando sin filtro y de forma independiente de temas tales como política, economía, o historia, y llegando los más exitosos a millones de espectadores, cual auténticos periodistas, sin serlo.

Está claro que antes los medios convencionales tenían el monopolio de la información y ahora no, pero ¿por qué los jóvenes prefieren las redes? Esto se debe, desde mi punto de vista, a múltiples razones. La primera de ellas es que los medios de comunicación convencionales han perdido credibilidad por dedicarse de una forma tan evidente a la propaganda política, por lo que a muchos jóvenes les llama más la atención los creadores de contenido o divulgadores que se dedican en redes sociales a hablar de lo “políticamente incorrecto”. Tratan temas que, por los intereses que sea, no se tocan en los medios de comunicación convencionales: se omiten, se censuran, o se tocan, pero manipulando la información para alinearla con el discurso que les convenga. Cada vez son más personas, jóvenes y adultos, que teniendo interés por informarse y estar actualizados, no se creen lo que dicen en estos medios y encuentran refugio en Telegram, en podcast de YouTube, o en periodistas y periódicos digitales independientes.

Uno de los mejores ejemplos es el “fenómeno Alvise”, quien logró cosechar alrededor de 800.000 votos en las recientes elecciones europeas sin empujón mediático alguno. Sin entrar en ideologías, estos hechos llevan a pensar, como mínimo, que queda demostrado que nuestros impuestos no eran entonces tan necesarios para las campañas electorales, ¿verdad?

Entre los demás factores que se suman para dar este resultado, tenemos el hecho de que una red social es “información a la carta”, por lo que el usuario tiene total libertad de elegir lo que quiere consumir, y no solo el qué, sino el cómo: sin tantos minutos de publicidad, pudiendo pausar un vídeo y dejarlo para después, aumentar o disminuir la velocidad de reproducción, etc.

Otro punto importante es que en un medio de comunicación convencional la interacción entre usuarios no es la misma que en una red social, a lo que hay que añadir que las generaciones más jóvenes son nativas digitales, y están acostumbradas a la interacción y a los múltiples estímulos que les ofrece una red social.

El hecho de que dichas generaciones se hayan criado entre pantallas les da el poder de elegir dónde depositan su atención. Dicho de otra manera, una persona mayor que, por ejemplo, no sepa utilizar un dispositivo móvil, difícilmente puede consumir información cuyo soporte no sea un medio convencional, del cual ya tiene además un hábito de consumo, por lo que no tiene ese poder de elección. 

Ante este panorama es crucial preguntarnos ¿cómo influye este cambio en la calidad de la información que consumimos? Me gustaría invitarle a reflexionar sobre el impacto de estos nuevos formatos digitales en nuestra sociedad, y a considerar cómo podemos fomentar un entorno mediático que promueva la información veraz y el pensamiento crítico.

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