Orbayada

Galicia

La tierra donde la bruma juega al escondite por las mañanas ocultando las montañas. Donde la lluvia sonora es lágrima forzada y las nubes vierten millones de hilos de nylon que empapan. Donde la mar y el océano se buscan bailando y las rías, desbordantes de vida, los alcanzan. Noches negras de constelaciones de estrellas y destellos de veintiún faros que advierten a los barcos que no encallen en las afiladas aristas de los acantilados. Al fondo grutas llenas de algas y sirenas mudas cuando los difuntos se acodan en las balaustradas y escuchan rugir al viento en la playa y aullar a los lobos grises en el bosque bajo, preparándose para la Santa Compaña.  

Amodiños. Pausados. Sin la desgana de los excesos que causa el sol en las tierras cálidas. Nada de calores bravos. No, así no. No destacan amarillos ni parasoles en las playas. Solo verdes y arenas blancas. Riberas entre calas de piratas que se traga la marea para evitar la invasión de espaldas curvas, cubos de colores, pantalones remangados y sayas largas. Música sutil. Ironía en los labios. Morilla. Preguntas en cascadas que son respuestas taimadas. Tierra de leyendas, de viajes largos, de emigrantes que regresan de Argentina, Venezuela, Méjico o Cuba. Algodón y caña. Patatas con grelos. Casonas indianas, peregrinos ateridos por los caminos para lograr la Compostelana. Cruces, catedrales, ermitas, iglesias, ríos y montañas. Tierra de gente recia y mujeres sabias. 

Es la noche de San Juan. La que ahuyenta del cuerpo el demonio y la envidia. Una fiesta pagana cristianizada en la que los meigallos se queman en las hogueras. Muñecos de trapo rellenos de paja que simbolizan brujas malas, mientras las buenas salen al bosque a recoger en los cestos las hierbas que espantan a los demonios. Fiuncho o hinojo, de olor dulce, para el mal del ojo. Hierba Luisa para desencantos amorosos, retama o xesta para alejar malas energías. Helechos o fentos para preservar la casa. Malva para suavizar caracteres duros y romero para purificar las almas. Todas mezcladas y a remojo una noche corta para, nada más despertar el alba, lavarse la cara.

La noche más corta del año, cuando el sol enamorado de la tierra se niega a abandonarla. La noche en la que los celtas alejan los malos espíritus y la mala suerte. En la que la tradición manda comer sardinas. Saltar el fuego siete veces para almacenar la suerte de todo el año. Sumergirte en la mar y rebotar nueve olas a la altura del vientre para ser fértil. Enterrar una vela roja en la playa para lograr buenas cosechas y pedir deseos a las estrellas. Hay quien dice que más de uno. Hasta tres puedes pedir si te concentras: atraer y alejar espíritus, purificar brujas y, con el conjuro de la queimada, hechizar a vivos muertos:

Búhos, lechuzas, sapos y brujas;
Demonios, duendes y diablos.
Espíritus de las nublosas vegas,
cuervos, salamandras y hechiceras,
rabo erguido de gato negro
y rodos de los hechizos de las curanderas.

Podres troncos agujereados,
hogar de gusanos y alimañas,
fuego de la Santa Compaña,
mal de ojo, negros maleficios,
hedor de los muertos, truenos y rayos;
Hocico del sátiro y pata de conejo,
ladrar de zorro, rabito de garduña
aullido del perro, pregón de la muerte…

Pecadora lengua de mala mujer
casada con un hombre viejo.
Averno de Satán y de Belcebú;
Fuego de los cadáveres ardientes,
incendios fatuos en la noche de San Silvestre
cuerpos mutilados de indecentes
y pedos de infernales culos

Rugir del mar embravecido,
presagio de naufragios.
Barriga estéril de mujer soltera,
maullar de los gatos en celo,
melena sucia de cabra mal parida
y cuernos retorcidos de castrón….

Con este cazo, levantaré las llamas de este fuego
que se parece al del infierno
y las brujas quedarán purificadas
de todas sus maldades.
Algunas huirán a caballo en sus escobas,
para irse a sumergir en el mar de Finisterre.

¡Oíd¡¡Escuchad los rugidos…!
Son las brujas que se están purificando
en estas llamas espiritosas…
Y cuando este delicioso brebaje,
baje por nuestras gargantas,
también todos nosotros quedaremos 
libres de los males de nuestra alma
y de todo embrujamiento.

¡Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego!
A vosotros hago esta llamada:
Si es verdad que tenéis más poder
que la humana gente,
limpiad de maldades a nuestra tierra
y haced que aquí y ahora,
los espíritus de los amigos ausentes, 
compartan con nosotros esta queimada.

Qué así sea.

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