Con el debido respeto

De Helsinki a Kiev

Hasta que no avanzamos en su lectura y llegamos prácticamente al final del libro no comprendemos con nitidez la precisión del título.

Me refiero a De Helsinki a Kiev. La destrucción del orden internacional (editorial Pigmalión, 2022), de Javier Rupérez.

Rupérez fue embajador de España ante los Estados Unidos y ante la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE). También fue subsecretario general de la ONU. En 1963 fue cofundador de la extraordinaria revista Cuadernos para el diálogo[1] (1963-1978), que nos alimentó de cine, teatro y política durante nuestros años de primera universidad. Fue miembro de Izquierda Democrática y de Unión de Centro Democrático (UCD), el primer partido que fundó Adolfo Suárez, figura clave de la transición pacífica española de la dictadura a la democracia. Yo adoraba a Suarez, fue amigo en mi entorno familiar y le seguí en muchos de sus actos por toda España.  

En 1979, siendo secretario de Relaciones Internacionales de UCD, Rupérez fue secuestrado por ETA y estuvo 31 días encerrado en un pequeño zulo. Como resultado de esa experiencia escribió el libro Secuestrado por ETA, que espero leer muy próximamente, pues necesito conocer las huellas que dejó esa terrible experiencia en su vida y su filosofía.   

No sé si en aquellos años de militancia en el mismo partido en algún momento coincidí personalmente con Javier Rupérez, es muy posible que sí, pero entonces yo no me dedicaba más que circunstancialmente a la política, y de lleno a mis estudios universitarios. Tuve la ocasión de tratarlo, ya personalmente, el día que firmamos los dos en la caseta de Sial Pigmalión en la feria del libro del Retiro. Allí me dedicó el  libro que ahora recomiendo.     

La biografía de Javier Rupérez es extensísima. Daría para muchas páginas hablar de una figura que hizo mucho por nuestra democracia, tanto dentro como fuera de España, y que creo que no ha sido tratado como debiera por algunos gobiernos posteriores. En mi opinión en España tenemos mucho que agradecerle, una deuda de reconocimiento por toda su labor. Ocupamos este lugar en Europa, gracias a hombres como él, en parte gracias a él. 

En esta ocasión quiero, sin embargo, centrarme en el extraordinario libro cuya lectura aconsejo vivamente. A mi parecer tiene muchas virtudes, pero voy a destacar fundamentalmente dos: la primera es la combinación perfecta, el tejido minuciosamente entrelazado de autobiografía como recién estrenado diplomático con la descripción de los acontecimientos de España y del mundo durante la década de 1965-1975. Creo que es una difícil filigrana que está hecha sin fisuras. La segunda virtud del texto es la mesura, el equilibrio, la posición de ecuanimidad centrada, que admiro profundamente y me gusta practicar porque creo que traza el camino a la paz y es algo importante para mí, que soy embajadora de paz por un par de asociaciones literarias y culturales internacionales.

El estilo del texto es pulcro, cultivado, prudente y refinado y se trufa con una refinada ironía que salpica sus páginas.

El libro comienza con sus primeros pasos en la escuela diplomática. Y encuentro coincidencias, nuevos caminos que se cruzan en distintas épocas en nuestras vidas. Javier dirigió un cine club en el Colegio Mayor Landirás (yo llegué a dirigir tres cineclubs: el primero en la facultad de Filosofía, el segundo cuando trabajaba en  la Seguridad Social y el tercero siendo Consejera cultural en Guinea Ecuatorial). En el libro nos cuenta también que es un gran aficionado a la fotografía, que tuvo laboratorios que fue trasladando de país en país, al igual que yo los trasladaba de casa en casa.

Sus primer destino como joven diplomático fue en Addis Abeba, capital de Etiopía, país que he tenido el inmenso placer de conocer precisamente este año. A través de la descripción del autor he ido reconociendo en el libro algunos de los lugares que yo he visitado recientemente. Su segundo destino fue Varsovia, nueva coincidencia, pues en esa querida ciudad pasé yo cinco años, trabajando en la embajada de España, aunque en mi caso eso sucedió más de treinta años después.

Se mezclan en las páginas autobiográficas y biográficas de una época, experiencias personales y acontecimientos mundiales. El más relevante a mi modo de ver es el protagonismo representando a España durante los años 1972 a 1975 en la preparación y la participación en la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), también llamada Conferencia de Helsinki, que tuvo lugar en varias sesiones en los años 1973 y 1975 entre todos los países europeos, excepto Albania y Andorra, y Estados Unidos, Canadá y la URSS. Finalizó después de muchísimas horas de trabajo y esfuerzos diplomáticos con el Acta final de Helsinki o Declaración de Helsinki, punto de partida de la Conferencia para la seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE), donde los 35 países firmantes se comprometían al respeto de un decálogo basado entre otros puntos en el respeto a la soberanía de los países, la inviolabilidad de las fronteras, el principio de no intervención, el respeto a los derechos humanos, el evitar el uso de la fuerza, la cooperación entre los estados, etc. Significaba el Acta un paso de gigantes para reducir las tensiones de la guerra fría, para establecer un diálogo de acercamiento entre bloques que se rigieran por los esfuerzos diplomáticos y la distensión.

Era el establecimiento de un orden internacional, la superación de las heridas derivadas de la segunda guerra mundial que habían llevado a la guerra fría. La Declaración de Helsinki era el resultado de un esfuerzo porque la bandera fuera la del diálogo, la cooperación y el respeto. Y todo ello está contado en el libro con la pericia de minucioso joyero, desgranando los acontecimientos vividos y protagonizados como representante de España en los organismos internacionales. No solo la narrativa es tarea de un malabarista sino que fue malabarismo la responsabilidad asumida en el momento en que ocurrieron los hechos, con la enorme dificultad de ser un joven opositor democristiano representando a un país con régimen dictatorial. El objetivo era sacar a España del abandono y la posición de arrinconamiento en la que se había situado al finalizar la guerra civil española. Y el papel de España se cumplió en Helsinki con creces y con dignidad.       

El libro abarca la década mencionada y no cuenta acontecimientos posteriores, si bien finaliza con un capítulo tercero, que podríamos considerar un apéndice, A modo de conclusión, en el que se da un salto en el tiempo desde el 22 de diciembre de 1975, fecha de la vuelta a Madrid, hasta el 24 de febrero de 2022, momento en que Putin decidió invadir parte del territorio de la República de Ucrania, que en su momento había pertenecido a la URSS.

Rusia estaba infringiendo los acuerdos de la Declaración de Helsinki, es cierto que no eran vinculantes porque no tenían estatuto de Tratado, pero habían sido respetados hasta el momento.

La URSS había caído como el muro de Berlín, de forma pacífica y los países se habían independizado, pero Vladimir Putin consideró la desaparición de la URSS como la mayor catástrofe geopolítica del siglo y, por ello, se propuso volver a conquistar los territorios de la gran Rusia. En 2014 Putin decidió anexionarse Crimea y en 2022 invadir la región de Dombás.

Es en ese momento cuando se comprende plenamente el significado del título del magnífico libro: De Helsinki, la construcción del orden a través de la paz y el acuerdo entre los países basado en el respeto mutuo, el diálogo y la colaboración, a Kiev, la invasión, el desprecio a las fronteras acordadas, la destrucción, en fin, del orden internacional.


[1] Fundada en plena dictadura franquista supuso un revulsivo a la anquilosada política nacional y fue un referente demócrata y bandera de la cultura de la oposición progresista.