La mirada de Ulisas

El repudio, una pálida respuesta a tanto horror

Bella Clara Ventura
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LA MIRADA DE ULISAS en esta entrega anhela detenerse en un caso que la mortifica demasiado y amerita una condena universal. Exprofeso y con miras a no querer suministrar nombres ni apellidos para no caer en la chismografía sino permanecer en el fenómeno como tal, mi estremecida mirada desea referirse a la esposa violada por más de 50 hombres con el beneplácito de su marido en Francia. País que se supone ser la cuna de la libertad, la fraternidad y la igualdad. ¡Vaya contradicción! Aunque, quizá para honrar la verdad, este asunto se ventila mejor, que en otros territorios donde cuestiones similares ocurren sin repercusión, por ser una nación como Francia la que busca justicia al promover una cierta rectitud y moral. Pero tampoco se le considera exenta de anormalidades al demostrar que ningún país está a salvo de producir males o desórdenes de este tipo. 

Me refiero al monstruo que drogaba a su esposa para obtener su propio placer al grabar las secuencias de los abusadores en acción, para luego deleitarse con las escenas registradas con su cámara. Calamidades para la víctima tan dantescas que son difíciles de creer y aceptar. ¿Acaso una mente puede albergar tal grado de locura al abrir la puerta a tales actos? con el agravante de convocar a extraños para que se unan y participen de su enajenación. Y lo que me parece aún más grave, como el atisbo que soy y no calla ni traga entero, es la pregunta obligada ¿Cómo se puede lograr? la asistencia de una larga lista de profanadores de la carne y de la voluntad dispuestos a caer en este macabro juego sin límites en el alcance de la aberración. Hay que ser muy demente para crear un sitio web para incitar o invitar a otros enfermos mentales o degenerados como él, para que se les preste o autorice la posibilidad de asistir a la cita propuesta por este detestable marido. ( Y me voy a permitir hacer un juego de palabras para ser más gráfica mi reprobación: un “mar ido”, sí, un mar de principios y valores ido). Un indigno que sin ningún tipo de escrúpulos urdía una tenebrosa ceremonia de los sentidos con lo más abyecto que existe: violar y vulnerar la intimidad de una mujer o de cualquier ser indefenso, como era su estado. Y lo increíble es que fuera la dama desposada, la suya, la persona que merece el respeto de su marido y no el trato de ser un objeto sexual. Bajo ninguna circunstancia  está autorizado a adueñarse de ella por haber firmado un simple documento, que le concedió el legítimo derecho de ser su señora, pero jamás su esclava y menos una presa o “empresa” sexual, como la convirtió. Un señor, si es que se le puede llamar así a un individuo que carece de elementos de juicio y de cordura, que de cierto modo desacredita al género masculino. Aunque, afortunadamente, no todos califican de engendros, pero, que los hay los hay. Existen demasiados nefastos personajes responsables de la ejecución de tantos feminicidios que abundan por doquier y en cualquier estrato social. Resulta un esperpento abyecto para una sociedad que impone sus demarcaciones con la finalidad de valorar al ser humano y no al animal que cada persona lleva en su interior. Esa bestia que laxa y lasciva es capaz de cometer los peores delitos. Quebrantos para una sociedad que queda con los ojos expansivos y sin respuesta alguna, como los míos. No se puede dar una explicación ni menos una justificación a un lamentable acontecimiento que denota la enfermedad o el desequilibrio de una sociedad. Si este desenfrenado, que es su esposo, pudo hacer partícipe de tal infamia a tantos abyectos individuos, mi mirada afirma que son tan enfermos y sinvergüenzas como él. Y significa que algo huele mal en una sociedad donde tales ignominias como las llevadas a cabo por un ser despreciable y vil se hagan posibles.

A veces, me quedo corta en la consecución de los sinónimos para describir este grado de maldad. Una perversidad y perfidia inconcebibles y ocultas hasta que salieron a la luz pública ante la estupefacción de la gente y el proceso de la Corte. Hoy, un juicio que mantiene alerta e interesado al mundo. Ha generado una simpatía desbordada por la víctima, que debe enfrentarse a los hechos con el dolor que produce revivirlos.

Todos los focos están puestos en esta historia digna de un marqués de Sade aún más execrable. El repudio es una pálida respuesta a tanto horror.

Y mi mirada no puede dejar de cuestionarse ¿Cómo se puede llegar a tal espanto o producir personas capaces de tal afrenta? a los valores impuestos por una sociedad vigilante del bienestar ajeno.

Mi mirada se colma de lamentos cada vez que esta víctima sale en la televisión. Si bien la colman y la siguen reforzando con aplausos y  ramos de flores para celebrar su acción de denuncia y poder llevar hasta el final un juicio que avergüenza a la humanidad, mi visión de mujer independiente y crecida no puede dejar de sentir en carne propia el padecimiento de esta víctima. En la actualidad despierta y consciente se enfrenta a la justicia y al rostro de sus victimarios. Decidida y audaz lleva a cabo su denuncia como una bandera ondeada a título de tantas víctimas inocentes que han sido o son violadas y maltratadas sin la eventualidad de obtener justicia. Y para desgracia de la Humanidad las obligan a silenciar su queja. Ella, como mujer valiente que es, se porta de vocero de un mal que se debe erradicar de toda colectividad. La mujer en ningún caso ni en ninguna comunidad o nación debe ser vista ni tratada como un objeto. Como el sujeto que es se le debe respeto y el derecho a ser ubicada en el lugar que merece. Es madre de muchos de esos canallas que olvidan su punto de origen para cometer abominables crímenes al desconocer la imagen de quien les dio la vida. 

Mi voz, desde la mirada que soy, no puede quedar muda. Grita el dolor de tanta mujer en abandono.

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