Ciencia, periodismo y política

Literatura y alcoholismo

Desde que se proclamó la República Josep Pla está instalado en Madrid. Francesc Cambó le tiene a sueldo para llevar a cabo tareas periodísticas que defiendan los postulados de la Lliga y sean críticos con el nuevo régimen. Adi Enberg, su pareja, va y viene a Madrid y Pla pasa la mayoría del tiempo en ‘malas compañías’. En Chicote ha conocido a Rex Smith, prestigioso periodista americano de Associated Press. Éste le presenta a Robert C. Ruark, periodista del Times que ha hecho fortuna como guionista en Hollywood. Los tres congenian inmediatamente.

Una tarde de 1934 Rex Smith invita a Ernest Hemingway a su piso. Quedan los cuatro en la terraza del hotel Gaylord donde toman un vermú y ya en casa de Rex empiezan la cena con  ginebra y whisky. Continúan con Campari y luego beben un buen vino. Los tres americanos tienen muchas cosas en común, son amantes del boxeo, la caza, los toros y el flamenco, aparte de ser alcohólicos. Pla bebe mucho, pero está un paso por detrás en ese asunto; tampoco es aficionado a los toros lo que produce un cierto rechazo por parte de Hemingway. La tensión se diluye gracias a su común admiración por Baroja. Pla no volverá a coincidir con el autor de ‘Muerte en la tarde’, pero mantendrá su amistad con Smith y Ruark hasta la muerte de éstos.

En aquella época la carrera literaria de Josep Pla parece paralizada, enzarzado como está en las crónicas periodísticas políticas. Cae a su punto más bajo cuando al llegar Lerroux a la Presidencia del Gobierno nombra a un conocido de Pla ministro de Trabajo y éste le proporciona un puesto de Inspector de Trabajo en Murcia  con destino en el Ministerio de Madrid. Pla,  por supuesto, no lo llega a pisar. La remuneración es de 7.000 pesetas anuales, aunque apenas llegó a cobrar una mensualidad porque las críticas desde Barcelona fueron tan feroces que tuvo que renunciar a la canonjía. Influido por sus amigos americanos solo confía en el alcohol en busca de una inspiración que no llega, justo lo contrario que ellos; le han confesado que solo consiguen escribir cuando están bebidos. Recurre a Montaigne, quiere conocer su opinión sobre la relación entre alcohol y literatura. El autor de los ‘Ensayos’, como buen bordolés, piensa que el vino no le hace mal a un escritor. Lo cierto es que Pla, que vivió más de 80 años, seguirá bebiendo hasta el final de sus días.

Este capítulo de esta  ‘Silva de variada lección’, como tantos otros, se beneficia de la lectura de un libro. En este caso  ‘Un corazón furtivo. Vida de Josep Pla’, la magna biografía del escritor recientemente publicada por Xavier Pla.

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