En Román Paladino

Un lugar para la filosofía

Si vivimos un tiempo de crisis, como es evidente, hemos de considerar que tampoco la filosofía pasa por buen momento. El mundo se despereza cada mañana con noticias de sucesos que nos conmueven y estremecen, con noticias que, al llegar la noche, no obstante, comienzan a sentir su propia necrología. Se equivocan quienes creen que la filosofía proviene del saber científico. De los múltiples saberes, eso sí, y de la reflexión. La ciencia nace, crece y se orienta desde el rigor y la constatación, mientras la filosofía se adentra por los caminos de la indagación, de la abstracción y del lenguaje. Lo dijo Camilo José Cela con la rotundidad y la lucidez que lo caracterizaba: "Las ventajas que tienen los filósofos es que dan a las palabras un valor cambiante según las pretensiones, las circunstancias y los espíritus". 

Se halla en crisis la filosofía, como casi todo, repito. Una nueva mentalidad parece haber tomado las riendas, el rumbo de las naciones, marginando las ideologías y los antiguos métodos de entendimiento y análisis. Hoy todo se produce a gran velocidad, impulsado por la tecnología y la globalización, trastocando criterios y argumentaciones que resultaron fundamentales para la humanidad durante siglos. De tal manera, que el pasado, la experiencia histórica, apenas interesa a los profetas del nuevo milenio. Como recordó George Steiner, ha llegado "la segunda caída en Babel con la desintegración de una lengua adánica y unificada en un sinfín de lenguas incomprensibles entre sí". Y si incomprensible es la palabra, lo demás se tambalea por sí mismo, hasta el derrumbamiento. 

Naturalmente, como siempre ha sucedido, a lo largo de los años hemos podido observar sectores del pensamiento y de la cultura que no aceptan la rendición y se rebelan contra las tendencias del confusionismo. Por ejemplo, en el libro, El lugar de la filosofía, editado por Tusquets, un grupo de jóvenes filósofos y ensayistas españoles intentan poner las cosas en su sitio con el fin de que la filosofía vuelva a hacerse sentir en el mundo, a ocupar el lugar "que parece que se perdió, de un modo voluntario, en las últimas décadas del Siglo XX". Dichos filósofos y ensayistas son Juan Antonio Rodríguez Tous, Manuel Barrios, Patxi Lanceros, Jorge Ibáñez, Manuel E. Vázquez y Francisco Vázquez. Jóvenes pensadores que sintieron la necesidad de "llevar la filosofía a la calle". 

Doris Lessing se preguntaba en Oviedo, la capital del principado de Asturias; "¿qué va a pasar ahora en este mundo de cambios tumultuosos?", manifestaba la creencia de que "todos nos estamos abrochando los cinturones y preparándonos para un tiempo de incertidumbres y dificultades". Se trata de un síntoma que aún hoy se percibe por doquier. De ahí la necesidad de opiniones y criterios como los que nos ofreció el mencionado grupo de pensadores en El lugar de la filosofía, título premonitorio de una reflexión colectiva y al mismo tiempo plural. La filosofía entendida desde la crítica y el retorno a los esquemas de la razón. Porque urge llenar el vacío que ya comienza a estragar a la sociedad. Dar de lado al estudio de las humanidades ha sido un inmenso error. Hasta el punto de que la propia universidad está intentando subsanar sus propias equivocaciones. 

"Llevar la filosofía a la calle", esa es la cuestión. Quiere esto decir que urge un nuevo planteamiento de los programas educativos y disciplinarios de la enseñanza en general. Hemos de retornar al humanismo como antídoto contra el amaneramiento y la desorientación. El paso del hombre sobre la faz de la Tierra no acontece de manera fortuita y casual, sino que se fundamenta sobre los medios formativos que la sociedad le proporciona. 

Ortega y Gasset entendía que el hombre no es sólo naturaleza, sino memoria histórica, conjunto de experiencias y sabidurías que han ido perfilando sus aristas y capacidades. También naturaleza creadora. No olvidemos que ya Horacio aconsejaba sazonar con un poco de fiebre creativa a la palabra en el momento justo.